dimanche 19 septembre 2010

"EL PROBLEMA DE FONDO CON LOS MAPUCHE ES PARA EL TRICENTENARIO" - Por Luis García-Huidobro




A veces nos cuesta mucho entendernos porque nos escuchamos desde supuestos muy distintos / La mesa de diálogo para “solucionar el problema mapuche”, donde el tema a conversar será el Plan Araucanía, lo recibimos como un chiste un poco cruel. En principio pensamos que se estaba hablando de la vida de los 34 hermanos mapuches. Pero no, el gobierno está preocupado porque no avanza en su carta Gantt con el “Plan Araucanía” y cayó en la cuenta de que el Convenio 169 de la OIT le obliga a consultarlo con las comunidades indígenas.


Hagamos como que no hay huelga de hambre entonces. Hablemos del tema que propone el gobierno, aunque pueda parecer una frivolidad.

Lo primero es considerar que el relator de Derechos Humanos de la ONU el año pasado dio serias consideraciones sobre cómo han de realizarse estas consultas, después de que Bartolomé Clavero, del foro permanente de Naciones Unidas para Pueblos Indígenas, planteara, respecto al procedimiento de consulta ideado por el gobierno de Bachelet, que eso era más bien “propaganda”. A eso habrá que estar atentos.

Lo segundo es que se plantea que la mesa quiere ir por los temas de fondo del Pueblo Mapuche, tal como se dijo durante el gobierno de Lagos con la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato, cuyas cientas de páginas y propuestas están empolvándose en las bibliotecas de todo el país.

Para ir a los temas de fondo habría que dejar de hablar del Convenio 169 de la OIT, que en Chile será mucha novedad, pero es de los años 80 y a nivel internacional se ha avanzado mucho en cuanto a derechos indígenas. Habría que tener más bien en cuenta la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU, de 2007, que Chile suscribió. Esto porque las demandas de la mayoría de las organizaciones mapuches (Coordinadora Arauco Malleco, Alianza Territorial, Consejo de Todas las Tierras, Wallmapuwen, Identidad Territorial Lafkenche…) y de muchos de los consejos territoriales de longkos, van mucho más allá del simple derecho a consulta planteado por el Convenio 169.

Habría que ver si el gobierno está dispuesto a poner en la mesa los conceptos de autonomía y autogobierno (Art. 4 de la declaración de la ONU).

Estos conceptos hoy son inaceptables para la mayoría de la población chilena, e incluso para muchos mapuches, principalmente por desconocimiento de qué significan. Y prejuicios.

El motivo por el que estos conceptos son incomprensibles es que en Chile no hay una discusión nacional sobre las autonomías regionales (¿quizá para el tricentenario?). A la mayoría de los chilenos de regiones (aunque muchos son capaces de darse cuenta que respecto a los santiaguinos, en muchos ámbitos de la vida nacional son “ciudadanos de segunda categoría”) les parece natural que los impuestos de las empresas que operan en sus regiones vayan a Santiago y desde allá se elaboren los presupuestos nacionales para devolver a regiones las migajas. A todos nos parece algo normal que nuestro sistema democrático no sea representativo de la realidad territorial del Estado de Chile (“Santiago es Chile”) o que el intendente, como dijo Pinochet, sea “la voz del presidente en la región, no la voz de la región para el presidente”. Esto que en otros países ha sido motivo de fuertes movimientos regionalistas o autonomistas, en Chile se toma como algo propio de nuestra realidad, sin hacerse una crítica seria desde regiones a lo centralizado que está el poder político y económico, la toma de decisiones y los beneficios. Es por eso que los mapuches no tienen interlocutores dentro de Chile para sus temas y sí fuera de Chile.

El tema de fondo, entonces, pasa porque no sean necesarias las mesas de diálogo, en que los santiaguinos les vayan a preguntar a los mapuches del sur qué opinan sobre los programas que tienen para su región. El tema de fondo es la distribución del poder político y económico en Chile, en la que los mapuches organizados y politizados tienen claro que la tajada que les corresponde es mucho mayor a la que se les ofrece (no vamos a decir “la que tienen”, porque hasta ahora el único poder mapuche ha sido el de sus propios cuerpos y pensamientos), y donde los recursos de nuestra tierra tendrán que estar mucho mejor distribuidos territorialmente (podemos empezar a sacar calculadora para ver el porcentaje de las exportaciones y del PIB que provienen del territorio mapuche). El tema de fondo, entonces, mientras no haya en Chile movimientos regionalistas fuertes (o sea para el tricentenario), no será abordado.

Por lo tanto. Hay conflicto para rato.

Por Luis García-Huidobro sj

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