vendredi 8 octobre 2010

A 22 años del triunfo del NO: El tamaño de la traición - Opinión de Pedro Cayuqueo, Az




LINK: http://www.azkintuwe.org/oct_608.htm


El tamaño de la traición

La Concertación, aquella que surgió de la lucha democrática contra la tiranía del régimen militar, fracasó estrepitosamente en su intento por abordar seriamente la cuestión mapuche. Careció tanto de voluntad política como de cojones. Y su fracaso fue también el fracaso de Chile en su conjunto.

Por Pedro CAYUQUEO - Jueves 7 de Octubre de 2010

Fue en diciembre de 1989 cuando Patricio Aylwin, por entonces candidato a presidente de la Concertación, se reunió con los mapuches en la ciudad de Nueva Imperial. Llegada la hora de los comicios, gran parte del movimiento social mapuche apostó por el conglomerado opositor a Pinochet. La solemne promesa de avanzar en Chile hacia un reconocimiento pleno de derechos indígenas, partiendo por el reconocimiento constitucional de nuestro carácter de “pueblo”, la ratificación del Convenio 169 de la OIT y la creación de una institucionalidad propia y “representativa”, cargaron la balanza electoral mapuche hacia el arco iris y de manera categórica. Para la anécdota quedaría el nombramiento de Pinochet como “Gran Lonko”, episodio acontecido un año antes en el cerro Ñielol de Temuko. O más bien para el mito, como el publicitado “voto mapuche de derecha” en la Araucanía, un mal chiste considerando las estadísticas (los mapuches minoría demográfica, ergo, minoría electoral) y el valor supremo en nuestra cultura de la palabra empeñada. Y es que fue la palabra, aquel documento que no requiere firma notarial alguna, lo que los mapuches comprometieron aquella jornada de 1989 con Patricio Aylwin en el Estado Municipal de Nueva Imperial. Y en 20 años, fue esa misma palabra la que los sucesivos gobiernos de la Concertación traicionaron y de manera cotidiana a la menor oportunidad.

Recientemente y a propósito del fin parcial de la huelga de hambre (14 presos mapuches continúan con el ayuno en las cárceles de Angol y Chol-Chol), un ex asesor indígena de la Concertación, Ricardo Brodsky, describió en El Mostrador lo que a su juicio sería una de las más sorprendentes “paradojas” del prolongado ayuno. Esta diría relación, a juicio de Brodsky, con el rol jugado en la coyuntura por el líder de la CAM, Héctor Llaitul Carillanca. “Toda su vida ha sido un radical, un hombre que ha utilizado la violencia como medio de lucha, y ahora, que juega con las armas de la política y la comunicación, obtiene su mayor victoria”, sentenció el ex brazo derecho del ministro José Antonio Viera-Gallo en sus viajes “pacificadores” por la Araucanía. Un “radical”, sentencia el columnista, sin mencionar que fue la propia Concertación quién, a la hora de los quiubos, se alineó y de buena gana con los empresarios y no precisamente con las aspiraciones de sus aliados de Imperial. Y que en esa alineación desató contra el sector liderado por Llaitul una de las más feroces campañas represivas de las que se tenga memoria en democracia. Pero ¿cuáles eran las “radicales” demandas de este dirigente o de la CAM? A saber, restitución de tierras usurpadas, reconocimiento del carácter de pueblo y de nación de los mapuches, fin al saqueo impune de los recursos naturales por parte de multinacionales, autonomía mapuche como ejercicio del derecho de los pueblos a su libre determinación… Convengamos que en cualquier país del “primer mundo”, tales demandas serían catalogadas como profundamente democráticas. En cualquiera menos en el Chile de la Concertación y del cual Brodsky es uno de los tantos responsables.

Algo de razón tiene Sebastian Piñera cuando reclama haber “heredado” el mal llamado “conflicto mapuche”. La huelga, sin ir más lejos, no habría tenido lugar sin el empecinamiento de la administración Bachelet por aplicar la mentada Ley Antiterrorista. Y perseguir a comuneros por los cerros de Nahuelbuta como si en verdad se tratara de peligrosos rebeldes chechenos. Criminalizar y encerrar en calabozos la protesta social mapuche, agudizar sobre las comunidades la presión de intereses económicos locales y foráneos, violentar con policías militarizados el diario vivir de humildes familias campesinas y no avanzar en 20 años de manera decidida en el reconocimiento de derechos colectivos, son todas deudas impagas de la Concertación. ¿Que nunca tuvieron mayoría en el Parlamento? Mentira. ¿Que los mapuches jamás presentaron una propuesta común frente al Estado? Patrañas. ¿Qué fue sino lo obrado por la Coordinación de Organizaciones Mapuche (COM) el año 2006? ¿Acaso no fue una propuesta política sería y consensuada la recibida por la Presidenta Bachelet un 4 de enero de 2007 en La Moneda? ¿Alguien en la Concertación se acuerda de dicho documento? ¿Alguien siquiera lo leyó?

En política es sabido que un conflicto se puede solucionar o bien administrar. Durante 20 años, los sucesivos gobiernos de la Concertación administraron -y muy bien a ratos, debemos reconocer- el conflicto latente en los campos del sur. Hoy, las vueltas de la vida, es el gobierno de Sebastian Piñera, son los herederos políticos del régimen de Pinochet, quienes tienen en sus manos la posta de tamaño desafío. Las señales, hasta ahora, resultan paradójicamente auspiciosas. Solamente en la huelga, Piñera ha dado más pasos que los que la Concertación se atrevió a dar en toda una década. ¿Apostarán a largo plazo por las soluciones de fondo o se conformarán también con administrar el conflicto? ¿Lo abordarán con el trillado enfoque “mapuches-pobreza-asistencialismo” o se atreverán con el “mapuches-derechos-participación” que reclaman estos tiempos? ¿Con qué coalición de gobierno les irá mejor a los mapuches y sus demandas? Al final del día, ¿resultará más efectivo tratar con el patrón del fundo que haber pasado 20 años charlando “a lo compadre” con el capataz? Incógnitas impensadas para la dirigencia social mapuche de la década de los 80’. Hoy por hoy, la cruda realidad a la que nos enfrentamos y sobre la cual organizaciones y comunidades deben aprender a maniobrar.

La Concertación, aquella que surgió de la lucha democrática contra la tiranía del régimen militar, fracasó estrepitosamente en su intento por abordar seriamente la cuestión mapuche. Careció tanto de voluntad política como de cojones. Lo grave es que este fracaso, continuidad del fracaso de la UP y el anterior de la Falange y así para atrás probablemente hasta llegar al propio O´Higgins, es también y nuevamente, el fracaso de Chile en su conjunto. Fracaso rotundo, categórico, por más que hoy se intente maquillar la realidad y connotados ex ministros de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet culpen a la derecha de una huelga de hambre que solo constituye la guinda de la torta de sus propias ineficiencias como demócratas. Y es que de eso y no de “oscuros intereses foráneos” o de simple “radicalismo y violencia” al decir de Ricardo Brodsky, trata en el fondo la demanda mapuche: de más y mejor democracia, de más y mejor bienestar para todos, de más y mejores relaciones entre dos pueblos llamados a convivir en paz en un mismo territorio. El triunfo del NO acaba de cumplir 22 años y la celebración no pudo ser más en silencio en Temuko. Lo mismo pasó en Nueva Imperial. Casi sepulcral, especialmente entre los mapuches aun cercanos a las tiendas políticas de la Concertación. Fueron muchas las esperanzas depositadas en su minuto en el conglomerado. Y demasiado grande, sospecho, el tamaño de la traición.

* Publicado originalmente en The Clinic, Edición del Jueves 7 de Octubre de 2010 / www.theclinic.cl


LINK: http://www.azkintuwe.org/oct_608.htm

Aucun commentaire: