lundi 4 avril 2011

Puelmapu: Ideas del sur; avances del derecho a la comunicación de los pueblos originarios.


Por Federico Scigliano y Diego Sánchez

Foto: Gisela Romio

Fuente: www.niapalos.com

Con el inicio de los debates y los foros públicos alrededor de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, las organizaciones de pueblos originarios fueron invitadas a pensar un esquema de comunicación propio. En el marco de esta posibilidad histórica y con el apoyo de la Autoridad Federal de Medios y el Instituto de Asuntos Indígenas, decenas de jóvenes de todas las comunidades del país se reúnen periódicamente a pensar, formarse y discutir cómo va a ser la inserción política y técnica de sus pueblos en este nuevo sistema de medios. Fuimos a una de estas reuniones para ver qué piensan y cómo diseñan su plataforma comunicacional.

La historia, nuestra historia, se remonta a 2009. Retrotraigámonos por un instante a aquellos meses. En la tele, una señora de rostro compungido camina entre medio de un archivo de enlatados y se lamenta porque la “desaparición” de Volver le va a arrancar de sus manos las películas de Sandrini. En los flashes de TN, la llegada de una “Ley Mordaza” se vive como quién aguarda el apocalipsis y uno de cada tres spots radiales insiste en un peligro inminente para la libertad de expresión. Discutir con algún amigo, pariente o jefe “colonizado por los medios masivos” era, para los que defendíamos la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, algo similar a un acto de fe: había que tener muy en claro cuáles eran sus puntos principales para no olvidarnos de que estábamos defendiendo una ley de la democracia. Muchos nos convertimos inmediatamente en héroes de arpillera: la posibilidad de brindarle a los pueblos originarios su tantas veces denegado derecho a contar con una vía de comunicación propia fue una de las aristas más defendidas y remarcadas de esa anhelada ley.

Pero para muchos ese punto en particular se iluminaba por momentos bajo un halo de exotismo y buenas intenciones. Era claro que se trataba de un derecho justo, inalienable, una reparación histórica sin lugar a discusión pero lo cierto es que pocos teníamos en claro qué implicaba. ¿Íbamos a darle una radio, a dejar asentado en un papel que ellos también tienen derecho a tener sus medios? Ser un “colonizado” exige reconocer que para la mayoría de nosotros los medios de comunicación siempre estuvieron ahí: como el lenguaje o la fiebre mundialista cada cuatro años. Nos precede, no nos imaginamos la vida sin ellos. Y entre ellos y nosotros habita un abismo que ninguna ley por sí sola puede resolver: nosotros nos criamos con los medios, ellos se criaron sin su territorio. La nueva ley, entonces, era algo más que una medida progresiva: se trataba de una reivindicación histórica, política y territorial para aquellos que, de nosotros, sólo conocían el taquito militar de nuestros blancos coroneles.

La excursión

Cuando las autoridades del por entonces Comfer, acompañados por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), convocaron a los principales representantes de los pueblos originarios a debatir el proyecto, la tarea no parecía sencilla: lo que había detrás de esos representantes era una historia antiquísima de la cual el recelo ancestral hacia cualquier cosa que tuviera forma de Estado no quedaba exenta. “Para las autoridades de nuestras organizaciones los que están más naturalmente relacionados con la tecnología son los jóvenes. Por eso nos convocaron”, confiesa Matías Melillan. Matías es mapuche y a sus 30 años es hoy el representante de los pueblos originarios en el Consejo Federal de Comunicación Audiovisual. Mejor dicho: el más joven entre 37 representantes de distintos sectores sociales. Cuando lo fuimos a visitar, nos recibió rodeado de chicos y chicas que trabajaban con sus notebooks y editaban un documento en word proyectado sobre la pared de la sala. Juventud divino tesoro, terminaron siendo ellos los que se pusieron al hombro la ley. “En marzo de 2009 nos juntaron a un equipo inicial formado por 17 jóvenes y nos dijeron ‘bueno, muchachos, está la modificación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, hagan su laburo’. Y nosotros creamos la propuesta de Comunicación con Identidad”, nos cuenta Matías, orgulloso.

Pero la misión de estos jóvenes tampoco no fue fácil. “Construcción de ciudadanía”, “imposición de agenda”, todas esas banderas que aprendimos a arrear en aquellos meses de batalla y que el tiempo nos dejó clavadas como escarapelas en el hojal, adquirían para ellos un sentido tan duro como la tierra de sus ancestros. Debían no sólo formar un espacio de difusión sino ir también contra esas mismas dispersiones y recelos heredados de sus mayores. Su propuesta de “Comunicación con Identidad, en ese sentido, era una apuesta tan política como técnica que implicaba, (¡acá también!) disputar el derecho de la juventud a construir su propio derrotero. “En el camino fuimos hablando de la importancia de la construcción política, de la responsabilidad que teníamos pero también de las cosas que hay que cambiar”, asegura Matías y agrega: “Nosotros no nos dábamos cuenta de eso, cuando se nos paran algunos compañeros que vienen desde hace mucho tiempo en el tema de la comunicación pretendiendo que el movimiento indígena continúe ligado a determinados sectores, no generándose la apertura para que podamos circular de otra manera, esa cuestión vieja de “vos vení, quedate conmigo y después pasás a ser el indio amigo de”, no nos cerraba. Nosotros lo que decimos es que nos tenemos que organizar, tenemos que crear una fuerza propia”.

Ley de todos

Hoy el Encuentro de Comunicadores Indígenas tiene más de doscientos jóvenes que van de los 16 a los 35 años y se reúnen periódicamente a debatir y formarse. Llegan con cámaras de fotos, hablan de “guías de edición” y discuten como si se tratara de algo clave los minutos que debe durar un video institucional o la música que debe llevar en los créditos de cierre. Y es que es algo clave. Para los comunicadores, una primer misión era lograr que todas y cada una de las comunidades participen de este encuentro. “Para nosotros hasta hubiese sido más rápido si nos poníamos de acuerdo entre los mapuches y listo -afirma Matías- Pero esa lógica nosotros no la queremos replicar en este espacio. Mientras más grande sea el abanico de diversidad de pueblos que nosotros tengamos, mejor. Y no porque le sirva sólo al encuentro por el volumen de participantes sino porque es algo que suma a la cuestión de la construcción comunicacional y la incidencia que el espacio de comunicación tiene en el territorio. Y eso es lo que nos interesa”.

La apertura se volvió para los jóvenes del encuentro una vieja cuenta pendiente que debían saldar. “Nosotros a principios del 2010 hicimos un taller en la provincia de Mendoza con las comunidades y pueblos de aquellas tierras, justamente con relación a la Ley de Medios y a partir de ahí conocimos a Matías”, nos cuenta Matías Candito, del pueblo Huarpe de Mendoza. “Entonces el pueblo Mapuche hace una nueva invitación al pueblo Huarpe y es importante porque creemos que tiene que haber un complemento a nivel pueblos ya que es la forma y el diseño que existía previo a la llegada de la colonización y es la única forma que se ve, por lo menos actualmente, para que los pueblos originarios tengan una recuperación y una reivindicación de todos los derechos naturales”.

Ramiro López, integrante de la Casa de la Cultura Awawa del pueblo Kolla en Iruya, Salta, nos explica mejor que nadie qué quiere decir “incidencia”. En Iruya y en Villa Bermejito, en Chaco, “Comunicación con identidad” instaló los dos primeros Centros Tecnológicos Comunitarios: un espacio de formación donde se enseña a los jóvenes indígenas las nuevas tecnologías, el acceso a internet y el uso y manejo de programas de edición. Ramiro, que en su territorio trabaja con comunicadores que deben enfrentar la tediosa misión de proyectar películas y acercarse a pueblos alejados a los que se llega únicamente por caminos de piedra, sabe que este proyecto es una oportunidad única: “Más allá de compartir y aprender mucho, hoy estamos a punto de instalar una radio, una FM que nos facilitará muchísimo las cosas porque para hablar de nuestros derechos recorrerse las 24 comunidades nos ha llevado casi más de un año. Y hoy con una radio nosotros podemos en cinco segundos llegar a todas esas comunidades. Es algo muy loco”, reflexiona.

La época

Uno de los datos notables de este encuentro de comunicadores es la edad de sus integrantes. La inmensa mayoría son jóvenes que se han integrado a este trabajo pero que, al mismo tiempo, empiezan a participar activamente en la vida política de sus pueblos. “Hemos hecho hincapié en la formación política y la formación comunicacional y como que el mismo proceso también de las organizaciones y del Encuentro ha llegado a que muchos de los que están hoy formando parte de este equipo mañana pasen a ser autoridades de sus organizaciones, a ser referentes políticos en sus lugares, y es algo que ya se está dando”, dice Matías con contundencia. La juventud, esa lengua política de la época también hierve entre las comunidades de dos maneras: como nuevos modos de pensar la práctica política al interior de sus propias comunidades, y como renovada manera de organizarse con las otras comunidades del país. “La voz todavía la estamos construyendo pero lo que sí logramos es que entre el espacio de comunicadores, a diferencia de las autoridades de las organizaciones, haya confianza y no estemos especulando con las cosas. Acá hay algunos que les ha tocado la posibilidad en estar en el Estado y se eligió así en base al reconocimiento que cada uno de los compañeros hizo sobre esos que están ahora. No es una cuestión de que yo rosqueo y le voy a serruchar el piso a otro para quedarme en el Consejo. De hecho este año nosotros lo renovamos y ayer a la tarde arrancamos con eso, con que este año tenemos que renovar el Consejo Federal. Y dijimos: ‘rotemos loco porque no nos podemos quedar en los mismos lugares los que ya estamos, salgamos del círculo ese’, porque tampoco, no nos contradigamos en ese sentido porque sino seguimos repitiendo la lógica del sistema” dice Matías, a esta altura, ya se habrán dado cuenta, un recontra cuadrazo político mapuche.

En el medio de la jornada de trabajo llegó hasta el lugar Andrés Larroque, secretario general de La Cámpora y la charla, lejos de formalidades de ocasión, transitó por caminos espinosos pero productivos: la relación de las comunidades con el Estado, la definición de un proyecto nacional y popular que pueda contener a las naciones indígenas y la cuestión de la organización política. La escucha fue respetuosa y sensible, y los pibes supieron ver eso. Se habló de estado plurinacional y se escuchó decir que había que ver qué quería decir “nacional” para alguien que se siente mapuche y no argentino pero que a la vez está sentado ahí, en pleno centro de la ciudad disputando sentidos y espacios en el Estado. Todo positivo.

Redes

En el cierre de la actividad, nos quedamos un rato más hablando con Carlos Catrileo, comunicador mapuche de Chubut: “La nueva Ley de Medios hizo que nos fuéramos encontrando y vemos que hay una apertura del gobierno que para nosotros es importante. Cuando aparece la propuesta de la nueva ley no estaban contemplados los pueblos originarios, y ahí teníamos dos caminos: rechazarla o intentar mejorarla. Y ni bien empezamos a hablar con distintos actores nos dimos cuenta que podíamos incidir y eso tiene que ver también con la relación con los nuevos actores políticos en el país, sobre todo la juventud”.

Carlos vive en Trelew y comenzó su militancia al calor de los piquetes patagónicos de fines de los 90. Le preguntamos por esta relación entre los jóvenes y la militancia comunicacional. Nos responde con una historia reveladora: “Cerca de Esquel un juez había ordenado un desalojo de una población. Inmediatamente nos comunicamos vía redes sociales, cadenas de mails, radios y organizamos una movilización en la ciudad. Al otro día nos movilizamos con otras organizaciones populares a Rawson, y dos día después le entregamos un petitorio a la presidenta cuando estuvo en Comodoro. Entonces el juez, al ver la exposición pública del tema, tiró para atrás el desalojo. Y ahí es donde nuestro pueblo empieza a comprender la cuestión de la comunicación y el rol de los jóvenes en ella”.

Ya era tarde y nos esperaba la cena. La mesa llena de vasos de café y notebooks cerradas completaban las huellas de un lugar de arduo trabajo. Entre la gran ciudad y los territorios, entre la nueva tecnología de la comunicación y los caminos de piedra, haciéndose lugar en sus comunidades y centralmente despuntando el inefable arte de la política, así van los jóvenes indígenas en una época que, para ellos también, se puso embriagadoramente intensa.

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