A pasos del río Trancura, que hoy se encuentra amenazado por centrales de paso, las palabras versan sobre la defensa del agua. Al igual que ésta, las palabra va fluyendo, cambia de curso, avanza a veces rápido y a veces lento, dando paso luego a la discusión por recuperar e impulsar las formas de economía locales y autónomas que cultivaron los ancestros.
Por Daniel Jeria
Es difícil describir el ambiente de solemnidad que existe en un trawün, sobre todo cuando se realiza en una ruka. En nuestra cultura de misas y discursos, el diálogo y el ritual avanzan siempre por caminos separados, mientras que en un trawün se genera el ambiente solemne propio de un ritual, pero orientado a fines epecíficos. El trawün no sólo sirve para resolver cuestiones puntuales, sino también en sí mismo es una oportunidad construir confianzas, de mirarse a los ojos, de encontrarse, por el puro gusto de hacerlo.
En mi vida he tenido pocas oportunidades de entrar a una auténtica ruka mapuche, con su forma circular, dos puertas alineadas con el nacimiento y la muerte del sol, con su techo alto de coligües y un fogón que está siempre encendido entre gruesos troncos y montones de cenizas, en torno a los cuales se reúnen las teteras para el mate.
Con todo, lo que más recuerdo de la ruka es su aroma. El aroma del humo que emana del fogón, que fluye hacia arriba y con el viento que atraviesa de puerta a puerta; el del piso de tierra, de las mantas de lana. Como el aroma de los bosques, como el del mar, el olor de la ruka es a la vez antiguo y nuevo; el olor de una forma de vivir que existía mucho antes que nosotros, y que seguirá existiendo cuando la tierra reclame nuestros cuerpos una vez más.
Llegamos a Curarrehue tras sortear la aglomeración de autos de Villarrica y Pucón, atestados de turistas en estas fechas. El río Trancura abraza el bosque donde está instalada la feria Walüng. Entramos a esta ruka donde la gente se sienta en bancas de madera, formando un gran círculo. En un aire de profundo respeto hablan los ancianos longkos de la zona, dando un largo discurso en mapuzungun.
Posteriormente los asistentes uno a uno se presentan. En una ronda escuchamos gente hablar en mapuzungun y español, pero también en quechua, aymara e incluso la lengua selknam, que muchos creíamos perdida. En el lugar se reúne gente de las más variadas procedencias, profesiones e historias de vida, todos igualmente sorprendidos de haber encontrado tanta diversidad en la defensa de una causa común. Longkos y werkenes conversan con profesionales y estudiantes. Con respeto van tomando la palabra mapuches, chilenos e incluso europeos que en estas tierras hallaron su destino. Cada uno toma el tiempo que estime necesario para decir tantas cosas urgentes. Largas y pausadas son las palabras, pero nadie habla de más, nadie habla sólo por hablar.
Jorge Hueque es werkén del Parlamento Mapuche de Koz-Koz, que desde Panguipulli articula diversas organizaciones con el objetivo de defender y reivindicar el derecho ancestral del pueblo mapuche a su tierra. “Como organización hemos logrado sacar un montón de proyectos de inversión, entre ellos Endesa y otros proyectos extractivistas”. Para conseguir esto, el werkén remarca la importancia de tener “mucha confianza, mucha fuerza de parte de las organizaciones, tener también equipos de apoyo técnico que nos colaboren. Cada territorio tiene su forma de lucha y su manera de construir”.
Así como se celebra el triunfo en Panguipulli se lamenta la destrucción de los ríos y las confianzas en Melipeuco. Hay tanto que defender, tantos territorios que vienen a hablarnos de victorias y derrotas a través de quienes las han protagonizado. La palabra dibuja el pasado y traza los futuros posibles, traza un futuro en el cual este ciclo de vida continúa existiendo, y que demanda hoy esfuerzo y constancia de parte de cada uno de nosotros.
A pasos del río Trancura, que hoy se encuentra amenazado por centrales de paso, las palabras versan sobre la defensa del agua. Al igual que ésta, las palabra va fluyendo, cambia de curso, avanza a veces rápido y a veces lento, dando paso luego a la discusión por recuperar e impulsar las formas de economía locales y autónomas que cultivaron los ancestros.
Raquel Marillanca, dirigente de la organización Walüng, es algo así como la dueña de casa en esta feria. Mientras se toma un descanso de su trabajo en la cocina, nos cuenta que el trabajo de Walüng comenzó hace 11 años impulsado por mujeres mapuche de Curarrehue. “Esta feria tiene principios, el principal objetivo de esta feria es promover el mercado local, una economía solidaria y sustentable. Todos los productos que aquí se consumen, tanto gastronomía como artesanía, tienen una identidad local. Comenzamos reforzando la autonomía aquí en Curarrehue sin depender del Estado. Nuestras autoridades tradicionales son nuestros longkos y a ellos les debemos respeto”.
Respecto del trawün, Raquel Marillanca estima que el sentido de esta feria es también armar redes. “Ver gente de Curacautín, ver gente de Santiago, para nosotros es emocionante, porque nos damos cuenta que nos estamos conectando para defender nuestro territorio. Hablamos mucho sobre el tema de las aguas, porque nuestro territorio está siendo invadido y nosotros queremos nuestros ríos libres. Queremos que nuestros niños disfruten todavía de este río como nosotros disfrutamos en nuestra niñez”.
Después del trawün la conversación se traslada a las mesas fuera de la ruka, se come cordero, empanadas, torillas, también hay helados de maqui y cerveza artesanal. Algunas personas bajan al río a bañarse y en todas partes la conversación continúa ya fuera de la solemnidad de la ruka, los sabios longkos ahora son también amorosos abuelos que abrazan a sus nietos.
Bajo un alto rewe de madera entre los árboles hay una ofrenda de lawen, y los niños corren jugando a su alrededor.
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