mercredi 15 octobre 2014

La autorrepresentación mapuche contemporánea, a propósito del mapuchómetro

Por Ana Millaleo H.

RESUMEN:

Desde un primer acercamiento es fácil asociar las auto representaciones mapuche como efecto de los recortes que se han hecho del sujeto mapuche imaginado, escrito y descrito de acuerdo a las estrategias utilizadas por los Estados chileno y argentino en su consolidación como Estados nacionales, por esta razón, a partir del concepto reducto entendido como: “inscripción por la que lo mapuche ha podido funcionar como capital patrimonial de la soberanía nacional… o por el contrario como mero resto de una vida o cultura indígena, que persiste y se administra en los márgenes políticos e históricos de esta misma soberanía nacional” (Menard 2011). Se realiza una profundización en la manipulación que los propios mapuche hacen de estos residuos, con el objeto de evidenciar las potencialidades existentes en la reflexión que posee la pregunta sobre sí mismos, no en el sentido de la existencia o supremacía de un discurso sobre otro, sino más bien porque implica una dinámica generadora de  multiples discursos, basados en la crítica de estos mismos, permitiendo la emergencia de una infinidad de representaciones caricaturescas, que deconstruyen la asignada por los Estados nacionales, El mapuchómetro, será una obra fundamental para el incremento de múltiples combinaciones posibles, irrumpiendo con el delirio clasificador que la sociedad dominante impone, y la mapuchada obedece, pero bajo lógicas propias asentadas en una realidad esquizofrénica que siempre impulsa a la creación de algo nuevo.

PALABRAS CLAVE:
Representaciones – Mapuche - Mapuchometro – Reducto

Amapuchando el reducto.

Si tomamos el concepto de reducto de Menard (2011) las formas de inscripción de lo mapuche en Chile y en Argentina presentan diferencias contextuales que se relacionan con la manera en que se produce la identidad histórica de cada Estado, donde en Argentina prima la museográfica e historiográfica y en Chile “el peso de una ideología racial de la soberanía  fundada  en una metafísica del mestizaje” (Menard, 2011: 330). El concepto de reducto de por sí podría envolver diferentes acepciones dentro de las cuales una manera gráfica de entenderlo es en su relación con las estrategias que tomaron ambos Estados para ejecutar la Pacificación de la Araucanía y la Conquista del Desierto. Para el caso de Chile prima la reducción territorial de las comunidades o antiguos Lof, la cartografía de la Araucanía hace visible y gráfico este archivo,  en el caso Argentino operó bajo la lógica del desplazamiento, blanqueamiento y anulación, enviando a gran cantidad de población a campos de concentración, así lo explica el historiador Walter Delrio (2011): “El concepto de genocidio no se aplica sólo a la desaparición física, sino a la desaparición de un pueblo, de sus costumbres. De allí que le hayan quitado los hijos a sus madres, para robarles la identidad, para borrarles sus orígenes”.

Ahora bien al reducto se le puede mirar desde otro prisma, es decir, el que opera desde la lógica de quienes son reducidos o anulados, y que también desde su posición elaboran estrategias manoseando el reducto en pos de una prevalencia como antagónico, o resistencia a la mismisidad que pretendía la instalación de las identidades nacionales chilena y Argentina. Por eso cobra importancia examinar con detención las formas en que han afectado los procesos históricos  los cuerpos indígenas que los registran. En este sentido Bengoa dirá, en el caso de Chile que previo a la Pacificación de la Araucanía  estamos ante una “Sociedad independiente, que mantiene su libertad política por las armas y no tiene ningún complejo de pureza racial; aprecia el mestizaje con mujeres blancas y carece de reparos culturales que lo limiten. En el siglo XX, reducidos y vencidos, se transformaran en una sociedad fuertemente endogámica, que tratará de defender su pureza racial como modo de defender su cultura atacada.” (Bengoa, 1996: 111).

El tema de la raza comienza a resonar con fuerza en la dirigencia mapuche a principios del siglo XX, la raza se comienza  a cuidar y legitimar en tanto lugar de posicionamiento, la raza es lo que se debe proteger de las influencias o perversiones que traía consigo la convivencia con la otredad, pero ¿Cuál era el significado asociado a lo que los antiguos llamaban raza?, ¿Se estaba hablando de rasgos fenotípicos?, ¿Existían otros elementos que acompañaban su uso?, ¿Habrá sido uno sola la comprensión de raza?, ¿Existirá una raza entendida a “lo mapuche”?.

Tomando en cuenta lo que plantea León: “Para los mapuches más viejos, que vieron y sufrieron el colapso de la sociedad tradicional bajo el empuje del Estado, solamente restaba que la juventud recuperara el viejo legado y reprodujera la cultura ancestral que, por decreto del Estado y por la indiferencia del resto de la sociedad, lentamente caían en desuso y en el olvido” (León, 2008). Lo anterior nos hace comprender que la resistencia al olvido,  era al olvido del reducto, de la imagen detenida en el tiempo de un mapuche que era cuerpo folclorizado. Desde esa época se buscó el reconocimiento del resto por el resto. La raza para algunos será comprendida como carga genética, y para otros será en donde recae la tradición, otros harán una mezcla de ambos, naciendo de este modo “la mapuchada” que interpreta y juega entre la tensión generada por la producción colonizante y la descolonización, que involucra el territorio del cuerpo indígena sometido a la descripción constante.

El cuerpo indígena se ha mantenido como un registro de la diferencia, no tan solo en el contacto con la imposición identitaria promovida por los Estados, sino también al interior de las lógicas de registro e inscripción que anteceden la producción del reducto. La escritura a doble columna (en español y mapudungun) no era solo característica de la época reduccional (Menard 2003), en los cuerpos mapuche se escribía ya con anterioridad a doble columna, en la medida en que se comprendía la escritura como diferenciación con el otro, que no necesariamente era el invasor, la diferencia principal está en el cambio del sujeto que legitima ese registro, ante quien se escribe y para ello había que hacer algunas modificaciones, las cuales se siguen haciendo con la incorporación de los medios de comunicación digital.

La escritura será entendida como forma de legitimación ante otro, y no necesariamente implica el acto de tomar un papel y un lápiz, estamos hablando de una escritura más amplia. Quien escribe pretende romper con el anonimato haciendo trascendente su presencia, dejando registro de su existencia en tanto diferencia, “una estrategia de posicionamiento del sujeto como sujeto ante una historia” (Menard, 2003:4). El sujeto mapuche del presente utiliza la inscripción histórica que se ha hecho de él para legitimarse ante el discurso del otro, y no tan solo ante ese otro que produjo el imaginario mapuche popularizado, de distintas formas (en Puelmapu – Gulumapu)
[1]
, sino también ante la mapuchada efecto del mismo ejercicio de compresión.

El ejemplo perfecto de la mapuchización del reducto está en una expresión concreta de lo dicho anteriormente, paso a relatar:  en un congreso, fuera del país mapuche
[2]
  una lamngen argumenta que es relevante continuar en la senda de Leftraru, es decir adoptar elementos occidentales para orientarlos al beneficio del pueblo mapuche, en ese momento y para dar conclusión al debate un joven mapuche interrumpe haciendo un alcance: “no olviden todos que Lautaro es también una construcción colonial”, ahí termino. Rotundamente Lautaro es el reducto de lo indígena chileno, del cual se han servido y se sigue sirviendo, sobre todo el ejército, con el objeto de ampliar sus glorias que son bastante reducidas, pero este joven no consideró el registro indígena, lo que hizo “la mapuchada” con el Lautaro ercillano, para la mapuchada Lautaro no existe, incluso cuentan que al que traicionaron y mataron en una emboscada, ése era Lautaro, y el que sobrevivió fue más inteligente, era el verdadero Leftraru, que hasta el día de hoy camina entre nosotros, que estando tan ciegos preocupados de la descolonización de una ficción, no lo podemos ver aunque este sentado junto a mí.

Así se van dibujando las diferencias discursivas al interior de un campo de lucha en donde la legitimidad será el triunfo ante el wingka y ante nuestra propia gente. Las representaciones de lo mapuche tanto en Chile como en Argentina han generado grandes debates respecto a la enunciación de la mapuchidad al interior de la sociedad mapuche contemporánea, la legitimidad del “ser”, estaría vinculada a  la legitimidad de lo solicitado, que no tan solo obedece a rasgos fenotípicos, sino también a prácticas tradicionales, enunciados y porque no a cierta estética.

El apellido ha sido una marca fundamental de lo que se entiende como “lo mapuche”. En varios congresos de pueblos nativos, me he encontrado con la pregunta: ¿cómo se reconocen entre ustedes?, y la respuesta primigenia, que aflora con rapidez, es: “por los apellidos”,  la argumentación se sustenta en la búsqueda de una marca distintiva,  en la dificultad que implica, la invisibilidad de una raza,  por la piel más obscura, o de cierta estética, por la ropa originaria, claramente el apellido es una huella histórica que produce un adentro y una afuera de la mapuchidad,  de la cual nos la hemos apropiado aportando con nuestros matices; para comprender este fenómeno  veamos la siguiente noticia:


Crece Polémica entre mapuches y no tan mapuches
“En el comunicado aseguran que hay personas que no tienen nada que ver con los mapuches y que hasta utilizan seudónimos para esconder sus nombres.
“Repudiamos de manera unánime los reiterados montajes de acciones mediáticas que llevan adelante el grupo de cristina Lincopan, Martín Velazquez (alias) Martin Maliqueo, Carol Alejandra Soae Bullorovsky (alias “Relmu Ñanko”, Lidia Álvarez y Daniel Sanchez, todos estos personajes logran prensa declarándose autoridades de las comunidades Gelay Ko y Lonko Purrán, todo con el objeto de obtener réditos económicos a su favor, pretendiendo extorsionar a la empresa APACHE en nuestro nombre”, indicaron”.
                               
Sumado a esto: El comentario de la noticia será el siguiente, nótese que “mapuche dice:” es quien finaliza complementando la polémica:

1.       

Descripción: http://0.gravatar.com/avatar/86d325256e453fb8b794428b70d34594?s=32&d=http%3A%2F%2F0.gravatar.com%2Favatar%2Fad516503a11cd5ca435acc9bb6523536%3Fs%3D32&r=G
mapuche dice:
Velásquez amante de la camioneta lujosa y vagancia sindical! Carol “Relmu” madre descuidada viajante por el mundo a todo lujo ! Faltan en esta historia nomas los Cherqui, criadores de caballos de carrera, Verónica Huilipan mapuche de ciudad, y el más Yanacona de todos Jorge Nahuel, corrupto mayor. Todos ellos destruyen nuestras reivindicaciones y por un puñado de monedas regalan nuestra causa que tanta sangre rego en esta Patagonia.


 Desde esta lectura el tema de la raza de antaño, se reduce, al nombre, y no al nombre ancestral que identificaba lo que distinguía un periodo de tiempo de tu vida, (alianza paterna , característica física, hazaña o hecho pivotal). El nombre que importa y adquiere valor y legitimidad es el impuesto: “para que esto fuera posible se requirió una maquinaría burocrática que inscribiera esta marca en el soporte corporal. A esta máquina corresponde el registro civil y todo el aparato identificatorio estatal dedicado a la construcción de apellidos.”(Menard, 2003:7).  Lo importante de la polémica entre mapuches y no tan mapuches, es que sucede en el Puelmapu, donde el nombre, incluso el que llamamos apellido pretendió ser arrancado de raíz, tal como sucedió aquí (en Gulumapu), en una época más temprana, en los que se llamaron pueblos de indios. Lo segundo más relevante es que la organización a la cual se critica, se ha encargado de generar un referente de registro e identificación mapuche llamado Meli Folil Kvpan,  de ahí surge el cuestionamiento a los “alias” que hace la otra trinchera  de mapuchidad, el nombrar como estrategia de diferenciación para la organización criticada fue apropiado y mapuchizado en la constitución de  otro aparato burocrático, que se pone en cuestión; los sujetos que pasaron por este registro civil son deslegitimados como mapuche, no tan solo en su plan de acción frente a la instalación de una petrolera sino en su fuero más íntimo tal como “mapuche dice:” remata. No es solo el nombre el que se cuestiona sino un conjunto de elementos que pudiesen complementar una suerte de idealización de un sujeto mapuche legitimo para representar a las comunidades en conflicto, en resumen; las autorepresentaciones mapuche en este caso particular, trascienden el contexto de emergencia del reducto, los aparatos burocráticos y el sujeto que se pretende nombrar, ya que se introducen nuevos elementos de clasificación.  

Detengamosnos en el registro civil mapuche, de lo que los mapuche hacemos con el resto (en nuestro Puelmapu). Por medio del Meli Folil Kvpan, se lleva a efecto una estrategia de resistencia que permite la brecha histórica que instala la legislación internacional prooriginarios, recuperando la instancia de poder, que permite mapuchizar a quien había sido desmapuchizado por acción del reducto en ese contexto, es decir los saca del papeleo, para trasladarlos a otra fuente de papeles autoproducidos como clasificación de lo mapuche. “Muchos niños han tomado esta práctica como un modo legítimo de efectivizar la incorporación de alguien a su grupo de pertenencia, lo cual llevó por ejemplo a uno de ellos a proponer a sus pares, durante una entrevista grupal, que me pusieran un nombre mapuche. El nombre deviene así en diacrítico clave de la identidad mapuche, como se evidencia en lo dicho por un niño de 8 años: “La Ayliñko antes no era mapuche. Ahora sí, porque se puso un nombre mapuche”” (Szulc, 2012: 181). Y así mismo hicieron sus padres, acusados de ser falsos representantes de la raza, el nombre para la otra mapuchidad en estos casos operaría como un disfraz, estamos ante la presencia de dos mapuche  distintos, que sorprenden a la audiencia, que cree fielmente que el mapuche es un todo inseparable, y llama con un tono simpaticón a la busca de consensos.

Ante la presencia del escándalo que Menard (2011) llamaría culturalista o etnológico, yo lo llamaré a la usanza de un lenguaje más coloquial (concepto que varios usamos) Mapufarandula, que refiere a los conflictos internos del pueblo mapuche difundidos  a través  de los medios de comunicación digital o simplemente de voz en voz, algo que solo es comprendido en el lugar de la mapuchidad, Cayuqueo (2012) describe muy bien esta situación al decir que el tema mapuche esta cruzado por caricaturas, que hay que ir rompiendo. En ese ir rompiendo esta la apropiación, del delirio que escribe y describe, como habíamos dicho con anterioridad construyendo en la tensión colonizado y descolonizado, que genera la Farándula Mapuche, lugar propio de conflicto, que acrecienta el surco antes exhibido en la escritura a doble columna.

La confusión que provoca la colonización no será por tanto confundir nuestra identidad y asimilarnos, sino pensar que los mapuche “repetimos por boca propia los designios ajenos del colonizador” (Marilaf, 2011). Sin introducir elementos nuevos al debate, el Mapuchómetro, llamado a intervenir en la disputa puelmapina, se contrapone empíricamente a la pasividad mapuche ante el aparato transformador colonial, siendo capaces de construir un aparato de medición con los restos identitarios dejados por la instalación de los Estados.
   

El mapuchometro

Descripción: Un Clasico El Mapuchometro, maquina diseñada por mapuches de sangre azul, para certificar tu calidad indigena  http://twitpic.com/4qca41
Aunque es mal visto pasar el mapuchómetro, no dejo de asombrarme por esta suerte de institución en que se ha convertido, ya que es “mal visto”, ¿por quienes? Por la mapuchidad heterogénea que lo ha compuesto y descompuesto en el trayecto que dibuja la pregunta por el “ser” en la actualidad.

Mientras exista la pregunta por la mapuchidad existirán sujetos que se mantienen reflexionando sobre sí mismos, con ansias de pertenencia y de decidir sobre la misma. No se trata de concebir la “etnia” como algo imposible de alcanzar, en la medida en que todas las posibilidades de Ser,  están inscritas en el mapuchómetro, puesto que cada sujeto que maneja la maquina introduce nuevas formas de categorización.

Con respecto al origen de esta “maquinita”, lo he consultado varias veces con diferentes personas y no existe claridad ni en el enunciante primigenio, ni en la fecha de su emergencia, algunos dicen que fue José Ancan quien empezó a referirse al artefacto que mide el grado de mapuchidad en los individuos, otros dirán que fue Melinao el creador del comics que aparece en esta página, utilizado como referencia en el artículo de Pedro Cayuqueo llamado “El mapuchómetro” (Cayuqueo, 2012), lo cual ya lo va constituyendo en un mito, que enriquece la historia mapuche contemporánea, tal como el de la creación de la bandera o wenu  foye, donde también coexisten varias versiones que circulan entre la mapuchada. 

El mapuchómetro construye distintos sujetos ideales que se generan en tanto resistencia al dispositivo de categorización, algunos (la gran mayoría) demonizarán el aparatejo, pero en su argumentación crítica  construyen al mismo tiempo otras características ideales que supuestamente estarían fuera de la estructura rígida asociada al instrumento de medición. Es por lo mismo que me he atrevido a hacer una nueva clasificación de lo mapuche, para sumar una más a la diversidad de usos que el mapuchómetro permite en su enorme potencial, hasta el momento no explotado:

He seccionado al espectro mapuche en distintas partes, logrando un cadáver exquisito, de la auto representaciones mapuche contemporáneas, de acuerdo a algunos  argumentos tomados de la paciente escucha al interior de la Mapufarandula:

Dos categorías directrices se encuentran presentes en esta clasificación: Los Mapuche de conciencia y los Mapuche de apariencia, las cuales contienen  sub secciones en cada una de ellas. De ninguna manera deben entenderse como entes separados, puesto que cada una puede interpretar una subjetividad como también la mezcla de todas constituye a un solo cuerpo complejo, la mapuchada. Operaran de manera articulada, no aislada y se complementan entre sí de múltiples modos, generando prototipos de sujetos mapuche.

Los mapuche de conciencia: Asociado a las Prácticas, de la mapuchidad, al hacer mapuche.

a)     
Mapuche de Chico: Esta frase la he escuchado, en innumerables ocasiones, “yo soy mapuche de chico (a)”, es decir que nació en un contexto mapuche vinculado al hacer, a una suerte de emulación del constructo mapuche, se vincula principalmente con el mantenimiento de las prácticas, asistencia a ceremonias, participación en palin u otros, con un amplio conocimiento de las costumbres desde muy corta edad. Existe una generación completa que se reconoce mapuche “desde chicos”, porque nacieron en el desarrollo y fortalecimiento de las organizaciones en la Región Metropolitana.
b)    
Mapuche despertado: En su enunciación la categoría anterior, deja entre ver que existe la posibilidad de ser mapuche a una edad más tardía, este será el mapuche despertado, la idea de sueño y conciencia está vinculado a que existirá un hecho significativo que impulsará la existencia mapuche de un sujeto, que lo sacó fuera de la cotidianeidad dada por el contexto impuesto por la chilenidad o la argentinidad, entendidos como estadio de estancamiento y letargo. Este tipo de mapuche escuchara un llamado, el cual puede ser concreto (invitación de otro mapuche o grupo, por cualquier tipo de medio) o un llamado espiritual (de los ancestros u otras manifestaciones). Este llamado es un llamado a hacer, al interior de un campo simbólico concreto que es la mapuchada, cuyo origen reflexivo es la existencia como “mapuche”.   
c)     
Mapuche militante o Activista: Este tipo de mapuche me resultó un poco chocante cuando lo escuché por primera vez, a mí en particular, sobre todo porque vengo de una raigambre fundamentalista en donde la política se encuentra adherida a la espiritualidad (como marco interpretativo), pero lo he ido entendiendo con el tiempo. Tiene que ver con la vinculación del hacer con el posicionamiento  de ciertas perspectivas o formas de entender al mapuche y su futuro, al interior de un contexto adverso, implica la construcción de estrategias de resistencia, subsistencia o proyectivas, en esta tipología conviven la infinidad de discursos posibles respecto a la situación en que nos encontramos y lo que debemos hacer para estar en una situación radicalmente distinta. Es el que hace lo que tiene que hacer, porque tiene la convicción de que con sus actos, nos estamos acercando al cambio esperado, construido como un ideal político, a diferencia del anterior la idea se separa del ser, si bien surge de un sujeto que se reconoce “mapuche” puede aislarse de la pregunta por la existencia.

Los mapuche de apariencia: Asociado a lo físico, estética o características inscritas en el cuerpo.

a)     
Mapuche de contexto: La emergencia de este sujeto se vincula al contexto de lo que se comprende como mapuche, la idea más generalizada es la asociación de la mapuchidad a contextos rurales, “soy mapuche, porque soy de comunidad”, “yo nací en territorio mapuche”
[3]
, también puede aplicarse al tema de los apellidos como marca visible, “tengo los dos apellidos mapuche”, una suerte de pedigrí étnico que anula la presencia mestiza y busca por sobre todo la endogamia, negando a su vez la infinidad de abuelas cautivas que muchos poseemos y cuyos nombres se perdieron de nuestra historia personal. Este sujeto es el que se acerca más al reducto construido por Chile, en su relato mítico nacional, el mapuche detenido en el tiempo y es el más popular sujeto ideal buscado por el asociativismo indígena contemporáneo, aunque se le critica ampliamente, las reconfiguraciones se encasillan en este mismo prototipo, quizás porque es el que todos conocemos debido al adoctrinamiento institucional.
b)    
El cara de kultrun: El que posee “los antiguos rasgos”, tal como lo menciona Villalobos (2000), es así como dirán: “tiene los apellidos wingka, pero tiene pura cara de kultrun”, el ojo que mide también toma en consideración hasta el día de hoy los rasgos físicos, y puede aplicarse a la inversa “es de padre y madre mapuche, pero tiene una cara de wingka”, la idea de raza prevalece en la clasificación mapuche. Lo extraño en esta distinción es que resalta la idea negativa entrelazada al rasgo, lo bello sigue siendo lo blanco, pelo dócil, y lo feo, lo obscuro, mecha tiesa, “es demasiado lindo para ser puro”, se cuestionara la mapuchidad de quien se acerque más al canon de  belleza occidental, mientras el cara de kultrun asegura su ingreso sin certificado de calidad indígena, en una suerte de cuartel de los feos. 
c)     
Mapuche style: Quien rompe y adapta la apariencia que se tiene de un mapuche tradicional introduciendo nuevos elementos estéticos en una cotidianidad que aparentemente no se comprende como mapuche. Es el caso de las tribus urbanas nativizadas el hip hop mapuche, rock, entre otras estilísticas musicales que van acompañadas de cierta estética que a su vez se entremezcla con la mapuche estereotipada, creando una mixtura bastante interesante. Otro ejemplo de esto ubica a quienes se resisten a encasillarse en el tradicional mapuche con poncho y trarilongko, y en un estilo más descansado en su interlocución con la otredad llevan el trarilongko en el cuello, en una suerte de condición amenazadora (en cualquier minuto me lo pongo), el trarilongko corbata, dirán algunos críticos a este estilo.

He ahí, la propuesta a doble entrada de un mapuchómetro a mi pinta,  pudiendo introducir a un sujeto mapuche en esta maquinita personalizada, para medir su mapuchidad, y fabricar una multiplicidad de sujetos, no con el propósito de encontrar la panacea de un prototipo mapuche legitimo (no es lo mío), sino por el mero ejercicio de preguntarnos por nosotros mismos, escribir y delirar, como Aburto Panguilef lo hizo en su época.

Una realidad esquizofrénica.

En los múltiples delirios que implica preguntarse por el ser en “lo mapuche” me encontré con el siguiente relato: “Me acuerdo una vez que, cuando le dije a un no- mapuche que era mestizo, me dijo que todos (los chilenos) somos mestizos, respondiéndole que yo soy mestizo directo. ¿Qué quiere decir esto?. Puedo caer en la categorización clásica de lo mestizo, pero es simplemente la cruza entre un mapuche y un no – mapuche.” (León Huichaqueo, 2013), el cual me causo mucha risa, no por la legitimidad o ilegitimidad  del texto, sino por el lenguaje perruno que utiliza para referirse a su comprensión de mestizaje, “cruza”, este tipo de enunciación no es aislada, de hecho es bastante compartida, lo cual me hizo denominar, hace unos años atrás,  a quienes buscaban la pureza racial mapuche como: Purina dog chaw (igual a la marca de comida de perro, a propósito de la casta), porque aunque León Huichaqueo cree en la construcción de una nueva identidad territorial urbana, contrariando el estereotipo mapuche tradicional enseñado escolarmente, utiliza el mismo lenguaje cuadrúpedo. Y así nos encontraremos con estilísticas varias en la multiplicidad de reflexiones acerca del ser. Esto nos sirve de antecedente a la hora de negar el mapuchómetro,  el cual es made in Wallmapu. Tal como León Huichaqueo pretende trascender la clasificación cambiándola por “una identidad sólida”, no podemos negar que la clasificación se hace, y porque no evidenciarla y sincerarla como un delirio del cual estamos conscientes, no en tanto deliramos, sino como espacio de delirio.

Es raro hablar de un delirio conciente, pues la base del delirio es la pérdida de conciencia, el mapuche sabe que delira, pero se permite hacerlo, porque existe un espacio que lo impulsa, en donde el delirio es ejercicio reflexivo, eso es la mapuchada, en donde conversamos de pewma, y no al estilo hippie en donde se busca la interpretación en un manual, sino como realidad concreta,  donde notamos los males que nos persiguen y  transformamos la claridad en Kalfuwün
[4]
, hablamos de Reni
[5]
, porque estuvimos en ellos y despertamos con los pies con barro, porque recorrimos un trayecto que es imposible reconocer fuera de “lo mapuche”. Delirar implica salir y entrar, delimita espacios y dimensiones, sabemos de la existencia de una guía o comportamiento tipo, en la realidad mapuche contemporánea, en la “selva de cemento” de León Huichaqueo, pero labramos otros de manera paralela, creemos de manera patológica (para algunos) que existimos, y en base a esa existencia reflexionamos, en tanto resistencia a la existencia generada por la descripción constante del otro, hacia un nosotros.

La persona ideal no existe, pero moviliza, sabemos que si compramos los jeans que promociona cierto modelo televisivo no nos convertirá en ese ideal estético promovido por el mercado, pero al tener ese pantalón sentimos que nos acercamos por lo menos en un pedazo de tela al prototipo, ponemos en acción nuestra ansias de ser, aunque en una realidad que es reconocible solo en la imaginación mapuche, lo que abre paso a la producción de algo propio “la mapuchada”, que obviamente trasciende el uso de un pantalón o en el caso nuestro de un chamal, trarilongko o la misma bandera (wenu foye), pero el primer paso es el deseo.  Ser o no ser mapuche no otorga legitimidad a nuestras acciones, pero es el acto que impulsa la acción.

La representación de lo mapuche existe en tanto pretensión, es causa del delirio, en una realidad desintegrada por eso esquizofrénica, que se sabe distinta pero es nuestra realidad, no cualquiera podía y puede ser mapuche, aunque algunos cansados del debate, “porque es mal visto” renuncien a aceptar que tras bambalina igual están midiendo. La pretensión abre la puerta a un colectivo que juzga, y no tan solo desde parámetros impuestos, tal como sucede en la música, “ya todo está hecho”, pero las múltiples combinaciones posibles siempre generan espacios para algo nuevo, “simbolizar la indigenidad” (John, L. y Comaroff, J. 2012: 228) es el deseo de la mapuchada, y porque reprimirlo, si es un aspecto incluido en la autodeterminación, no hay que olvidar que entre ser y no ser mapuche, se pone en juego la aceptación de quienes registran el ingreso o salida de esta categoría, en donde la simpatía juega un rol fundamental, mientras exista un miembro legitimado que te reconozca como par, por lo menos en un su grupo o alianza mapuchistica, te mantendrás como miembro, partiendo  de la pretensión de ser del individuo (aunque a veces ni siquiera es necesaria para la inclusión), y eso pregúntenselo a los antiguos, a los registros historiográficos, y papeleos, ya que varios Longko llamaron peñi a generales adversarios, y así algunos siguen llamando hermanos a cualquier pelagatos, lo importante aquí es que la legitimidad de nuestras demandas no podrá buscarse en una máquina que determina tu grado de mapuchidad, la maquinita evidencia la diversidad de interpretaciones que tenemos de nuestra propia existencia, y que por tanto existimos, porque nos mantenemos delirando.

Por lo tanto, la demanda política no está en ser o no ser mapuche, sino en cuestionar el orden soberano, y un ejercicio de esto es  la ruptura de la caricaturización de la identidad, y de acuerdo a mi delirio creo que esto se logra con la saturación, en la incorporación de una infinidad de caricaturas de “lo mapuche”, en donde el individuo que define, se sobrepone al colectivo que se busca como adversario, mientras más mapuche existan, más difícil será su captura estática  en la historia.

Por último. Y si molestan las clasificaciones, sobre todo cuando estas se hacen públicas y yo no me encuentro incluido, espero recuerden esto: Una sabía mapuche, para algunos delirante, me dijo si alguien te dice “soy Longko” o “soy Machi”, usted dígale que así sea (Feley may), ¡para que andar contrariando!, respeto se merece cada sujeto en su pretensión de “ser”, nada más ni nada menos, en la cancha se ven los gallos.


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http://mapuexpress.org/

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