Más allá de los impactos de centrales hidroeléctricas y pisciculturas salmoneras a los territorios y el desarrollo local, lo que acaba de ocurrir con la erupción del Volcán Calbuco y anteriormente con Villarrica, Chaitén, Puyehue, Llaima, Copahue, entre otros, pone en alerta la situación de riesgo a la población frente a las instalaciones de este tipo de actividades.
Ninguna de estas centrales podrá detener un alud, como ocurrió con las grandes instalaciones de la piscicultura de la industria salmonera transnacional Marine Harvest, totalmente destruidas a causa de la explosión del Volcán Calbuco en su reciente explosión. Centrales hidroeléctricas y pisciculturas se emplazan en zonas como cercanías a los volcanes y zonas de alud, son verdaderos descriterios frente a un País que hipetaca los desarrollos locales para dar paso a nefastas actividades económicas. Misma preocupación por diversas exploraciones mineras y de geotermias en zonas como Melipeuco, Curarrehue, Curacautín y Lonquimay.
A continuación, nota del diario argentino Rio Nego.
El volcán descargó su furia con una verdadera estampida de aludes
Toneladas de rocas y barro destruyeron todo a su paso. Una planta de piscicultura fue arrasada por los lahares.
Por Martín Belvis y Alfredo Leiva Enviados especiales
RÍO BLANCO, Chile.- Como la primera explosión del volcán fue de día, tuvieron tiempo para poner en marcha el plan de evacuación. Para cuando el volcán Calbuco tronó por segunda vez y expulsó fuego, en la madrugada del jueves, en la piscicultura Marine Harvest no había un alma. Por eso, el alud de ceniza volcánica y rocas que le pasó por encima y por adentro al complejo industrial ubicado en la reserva natural Llanquihue no provocó más que destrozos, aunque casi totales.
Las grandes instalaciones de Marine Harvest totalmente destruidas. Allí trabajaban entre 60 y 70 personas.La furia del Calbuco en Río Blanco | "Río Negro" en Chile
La violencia con la que bajó el lahar (que es el término que se usa en vulcanología) mete miedo a los que ven hoy las consecuencias. Testigos presenciales casi no hay porque no sólo se evacuó la piscicultura, sino también a los pobladores de este paraje enclavado en la ladera sur del volcán, a pocos kilómetros de Puerto Montt y del lago Chapo.
Parece mentira que semejante complejo fabril se haya instalado en un curso aluvional. Pero antes de que el alud se condujera por el cauce de un arroyo, el entorno era ideal, un bosque que abría la puerta al ascenso al refugio del volcán.
Como ya se sabe que vienen lluvias, todos los pobladores del sector se están evacuando, como Fernando Barría y su mujer Elsa, que no esperó a que el volcán diera su segunda señal: la misma noche del miércoles huyó a Puerto Montt; ayer volvió para llevarse todo lo que pudo.
Pero así como hay precavidos, hay otros que buscan la aventura. Es el caso de Andrés Ibáñez y su amigo Luis Villarroel, ambos radioaficionados, que ayer al mediodía partieron para tratar de hacer cumbre en el volcán o al menos llegar hasta donde se pueda.
La pequeña iglesia de Río Blanco salió sin daño, pero el espesor del deslave es elocuente.
Por la Carretera Austral
Para llegar hasta este paraje hay que recorrer un tramo de la Carretera Austral y luego tomar una ruta asfaltada que a poco de andar se transforma en ripio. Antes de eso, un control de Carabineros filtra el tránsito hacia una zona complicada por el paso de lahares y caída de puentes.
De hecho, el puente sobre el río Blanco fue volteado por el alud y depositado 100 metros aguas abajo; tal fue la fuerza de esa masa de arena volcánica, agua de un deshielo abrupto y rocas (no piedras, rocas).
Los tanques de alevines de Marine Harvest fueron amontonados y en algunos casos, hundidos debajo de lo que ahora parece ser la línea del suelo. El enorme galpón donde se llevaba adelante todo el proceso del nacimiento de los alevines a partir de ovas que se producen en otra planta, fue literalmente rellenado por la mezcla volcánica. Las oficinas de la empresa corrieron igual suerte.
Los aludes del Calbuco
Hacia el fondo del valle, la cascada que era toda una postal de la reserva Llanquihue muestra los efectos del alud: el borde de piedra que le daba el salto al abismo se transformó en una boca, socavada por el lahar.
Mientras esto ocurre en el sur del volcán Calbuco, del otro lado, en las costas de los lagos Llanquihue y Todos los Santos, la gente se prepara para la llegada de las lluvias, que en contacto con la arena volcánica podría provocar serias complicaciones, especialmente en Ensenada.
Las cenizas en suspensión (ayer el volcán siguió sin mostrarse entre nubes de procedencia incierta) se mueven a merced del viento y en Puerto Montt se quejan de las molestias, aunque lo que llegó a esta ciudad del sur de Chile es mínimo en comparación con lo que cayó sobre Junín de los Andes.
Luis y Andrés, dos montañistas que ayer se lanzaron a ascender hasta el refugio del volcán.
A pesar del riesgo, subieron al macizo
Luis Villarroel es de Puerto Montt y trabaja en la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (Onemi), algo así como Defensa Civil de nuestro país. Andrés Ibáñez es técnico paramédico y vive en Futaleufú. Son amigos y radioaficionados del club Melipulli, y aman la montaña.
Al volcán lo conocen bastante pero nunca lo vieron tan enojado. De todos modos, ayer al mediodía decidieron encarar por el sendero que se abre de Río Blanco.
-¿Van a subir? -se preocuparon los integrantes de este equipo periodístico.
-Sí, vamos a ver hasta dónde llegamos.
-¿Y si se produce otra erupción?
-Veremos.
La idea original es llegar hasta el refugio, a 1.000 metros sobre el nivel del mar (la cumbre del Calbuco es a 2.000), pero allí no hay nadie. El día de la erupción estaban allí tres amigos, Waldo Flores, Diego Quezada y Camilo Velázquez.
Cuando vieron la pluma y oyeron el estruendo corrieron para bajar, pero Waldo se acalambró y convenció a los otros dos de que regresaran sin él y pasó diez horas perdido.
Ayer los tres jóvenes volvieron al lugar (se deben haber cruzado con Luis y Andrés) a buscar los equipos y las mochilas que dejaron tiradas en la huida.
Tras sacar las cosas de su casa Fernando y Elsa se despiden de sus perros, que parecen presentir un adiós prolongado.
No perdieron la casa, pero sí el camino de entrada
Fernando Barría y su mujer Elsa no perdieron su casa, sino el camino que lleva a ella. Por eso ayer tuvieron que sacar todo lo que pudieron a través del socavón que creó el alud a unos metros de la modesta vivienda.
"Río Negro" acompañó al matrimonio en la evacuación. Empleado de la piscicultura desde hace 25 años, Fernando recibió la ayuda de sus compañeros para cargar todo lo que pudiera y llevarlo a una bodega. En Puerto Montt los espera una hija.
"Quédese, vuélvase", le gritaba Fernando a su perro Beto, que parecía adivinar que no se trataba de un adiós sencillo. Su casa no podría ser alcanzada por los lahares porque está en un sitio alto, pero el camino de acceso quedó tapado de una mezcla de barro volcánico y troncos; y si el socavón se llena nuevamente de esa masa violenta, no podrá salir ni entrar.
"Cuando reventó el volcán, no lo pensé dos veces; me fui a la casa de mi hija". Se llevó con él a otra hija, su yerno y sus dos nietos, que viven con ellos; y no quiere volver.
En la planta de Marine Harvest, Fernando trabajaba desde la medianoche hasta las 9 de la mañana; cuando sólo quedaban cinco o seis. Hacen mantenimientos y atienden las aguas de circulación. En las ruinas de la planta hay muchos olores y no sólo al azufre del volcán. La empresa reconoció la liberación de fungicidas.
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