mercredi 24 juin 2015

Las batallas de una matrona mapuche transexual discriminada en la U. Austral


Claudia Ancapán es una mujer trans chilena, matrona de profesión y directora del colectivo Camión Rosa. Desde su infancia, se vio obligada a ocultar su verdadera identidad de género y a soportar posteriormente la cesantía, producto de la discriminación laboral. Esta es su historia.

Por Vanessa Vargas Rojas - Fuente: eldesconcierto.cl


Mujer transexual, matrona y mapuche. Por sus circunstancias y decisiones, la vida ha enfrentado a Claudia Ancapán a los más complejos escenarios de opresión desde muy temprano, sintiendo directamente el legado cultural de un país aún patriarcal y racista.

Claudia no superaba los 5 años cuando descubrió que era una niña. Creciendo en dictadura, al interior de una familia evangélica que buscaba protegerla, aprendió a vivir ocultando en la esfera pública su verdadera identidad de género y sin acceso a mayor información sobre su condición transexual.

La educación de Ancapán transcurrió en un colegio católico que reafirmó para ella la represión de su identidad femenina. “Estuve muy expuesta en la infancia a la religión en sí. Siempre me limitaron desde el miedo, me decían que me iban a golpear afuera, que no me expresara como era porque me iba a pasar algo”, explica.

Sumergida en la confusión y el rechazo, Claudia hizo su propio análisis existencial durante la adolescencia, enfrentando los primeros conflictos con el amor y la afectividad. Fue entonces cuando comenzó a liberarse: “Ahí hice el gran cambio y tomé decisiones, comencé a moldear lo que yo quería ser. Yo podría haber elegido ser activista por la tierra o los derechos del agua, pero escogí el género femenino que era lo que me amparaba en la libertad que yo necesitaba”.

Sin embargo, estas alturas, Claudia se define como una sobreviviente: a su juicio, el haber elegido el género femenino para vivir la puso en una posición de desventaja.

Yo lo sentí profundamente, sobre todo después de haber vivido en el otro género masculino, donde no me faltaba trabajo, donde era una especie de categoría superior, a pesar de que yo llevaba mi identidad muy guardada y solo un sector de mi entorno lo sabía”, reflexiona. Sin embargo, aclara que su militancia en el feminismo se debe a la búsqueda de igualdad entre géneros, no sólo entre hombres y mujeres: “Erróneamente se piensa que una mujer trans desprecia a lo masculino porque se quiere cortar los genitales”.

LA DISCRIMINACIÓN EN UNA UNIVERSIDAD ESTATAL

Su ingreso a la carrera de Obstetricia en la Universidad Austral de Chile trajo momentos de liberación y otros de enfrentar de forma cruda la transfobia nacional. Durante su época universitaria, a finales de los 90′, aprovechó su formación de matrona para estudiar sobre hormonas, comenzando a modificar su cuerpo en base a estudios clínicos y libros de endocrinología.

El medio era muy transfóbico, desde compañeros a profesores y profesoras, tengo que decirlo como es. Yo viví discriminación en la Universidad Austral de Chile”.


Pese a las dificultades económicas de su familia, Claudia terminó sus estudios en la universidad y supo también sobreponerse a la discriminación de sus compañeros y profesores: “El medio era muy transfóbico, desde compañeros a profesores y profesoras, tengo que decirlo como es. Yo viví discriminación en la Universidad Austral de Chile“.

Un día, mientras terminaba su tesis sobre transexualidad y transgenerismo, un grupo de neonazis le propinó una brutal golpiza en Valdivia. La entonces estudiante de Obstetricia no pudo volver a la universidad durante un mes y fue cuidada con cariño por sus amigos cercanos.

La potencia de su vocación le permitó terminar con sus estudios, bajo la inspiración de la “posibilidad de abarcar el ciclo vital de la vida. En este caso, en el cuerpo de la mujer. Se me abrió un abanico de conocimientos para entender cómo aprender a desarrollarse. También pude aprender sobre transexualidad médica, estudiarla, poder entender mis orígenes. Yo también quería saber desde siempre quién diablos era, mis padres y amistades no tenían respuestas. Yo simplemente era la Claudia”.

Ancapán no asistió a su ceremonia de titulación porque la universidad no reconocería su verdadera identidad femenina en la instancia. “Con el título en la mano, el segundo día, encontré trabajo. Hablé con mi jefe pero me dijo: acá las cosas son claras. En el servicio público, usted es hombre, es machito, tiene que usar el pelito corto, cuidar su higiene y conducta. Hablé con muchas personas, les dije que necesitaba adecuar mi imagen y me decían: No, olvídalo, no”, relata.

Claudia ya se había decidido a asumir completamente su identidad de género, sin más caretas sociales. El costo que tuvo que pagar en adelante, sin embargo, ya que fue despedida de la mayoría de sus trabajos. Esto, pese a que, tal como ella asegura, “yo siempre fui excelente en mi trabajo. Era transfobia y ni siquiera había Ley Zamudio”.

POR UNA ASAMBLEA CONSTITUYENTE

La matrona relata debió invertir cerca de una década en la búsqueda de un psicólogo que aceptara su condición de mujer. En el camino, debió convencer a los demás que su identidad transexual no era una patología sino una expresión de la diversidad del ser humano.

En Chile, recalca, los transexuales han sido vulnerados durante décadas y el mismo movimiento por la diversidad sexual debe potenciar su activismo por sus derechos: “Todavía se percibe como una disforia, que es una palabra maquillada para no decir que somos enfermos y enfermas mentales. Hay desconocimiento de los derechos humanos de las personas trans. La gente golpea, te matan y por ser diferente.”, precisa.

Desde el 2011 hasta fines de 2014, ningún servicio de salud quiso contratarla y se vio obligada a trabajar en la comida rápida para sobrevivir, pero no se cansó y por estos días ya se desempeña como matrona. Además, Ancapán hoy se desenvuelve en el mundo social como directora del colectivo “Camión Rosa“, que aboga por la diversidad sexual y busca visibilizar las demandas del mundo femenino. Desde ese espacio y otros, además, aboga por una asamblea constituyente, asegurando que muchas injusticias se explican por la vigencia de la actual carta magna creada en dictadura.

¿Por qué es tan bajo el sueldo mínimo? ¿Por qué endeudarnos hasta la muerte para poder tener una educación? A la larga, nos damos cuenta que nuestra Constitución está mal porque ampara un modelo neoliberal que no es representativo”, declara.

Además, desde su experiencia como matrona, ha conocido la vulnerabilidad a la que están expuestas las mujeres que se realizan abortos clandestinos por diversos motivos. “A mis manos llegaron muchas pacientes muy delicadas de salud, nosotras conocemos esta realidad. Yo veo el proyecto de aborto en tres causales como un avance. Pero si se puede hacer una ley completa, se hace. La mujer está presionada en muchos ámbitos, necesitamos liberarnos”, argumenta Ancapán. Y finaliza, como un manifiesto: “Yo me atrevo a rebelarme, aunque me paren“.



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