En fin, la poesía de Añiñir fue celebrada por las cabecitas morenas, populares y porfiadas que acudieron al llamado del poetrastro de la población Colo-Colo, del Mapurbe, del compa y el peñi de Cerro Mafia.
Por Claudio Alvarado Lincopi - Comunidad de Historia Mapuche
En vísperas de “Semana Satán”, como el dijo el poeta, se conmemoró un nuevo parto de David Añiñir Guilitraro. La velada, en el Sindicato Social y Cultural, gozó de la presencia de un público variopinto, una mezcla que sólo se puede reunir en torno a la producción poética de Mapurbe. Fue un popurrí de sus diferentes callejeos por el Santiagónico y el Wallmapu desgarrado los que se congregaron para la presentación de GUILITRANALWE. Estaban los poetas, por supuesto no eran aquellos que relumbrar en la escenita local como las voces oficiales de la poesía chilena, los cuales, quizás atormentados de tanta literatura teórica y cafés literatosos, encuentran muy flayte que un Añiñir, de Cerro Navia y trabajador de la constru, pueda publicar su libraco rabioso lejos de sus ubres de vacas sagradas. Estaban también los peñi y las lamngen que gozan de la letra hereje del David, quien no tiembla en ponernos frente a nuestras contradicciones y de arrancar la piel a la imagen del mapuche esencializado. La pobla igualmente estaba presente, tanto por la morenidad mapurbe como por la morenidad del Chile profundo. En fin, la poesía de Añiñir fue celebrada por las cabecitas morenas, populares y porfiadas que acudieron al llamado del poetrastro de la población Colo-Colo, del Mapurbe, del compa y el peñi de Cerro Mafia.
La Gala
No logro ordenar la presentación del libro en una secuencia cronológica, sólo me detendré en algunos gestos que concentran la imagineria visual y sonora que fueron puestas en escena en la hemorragia del ñachi poético.
Así, como Maria Juana la mapunky de La Pintana, poema del primer libro de Añiñir, es un texto que presenta el rabioso andar de una joven mapuche en la urbe santiaguina, Perimontú expele la misma habla poética, pero esta vez el personaje es una machi mapurbe, quien purruquea en medio del mosh en actitud hardcore y power metal. Fue ese poema el teatralizado por Viviana Cheuquepan y Margarita Cuminao, quienes danzaron el texto en donde una “Gaucolda de la esnaki” asciende el rewe de alta tensión marichiwaniando eufórica con su brebaje de ácido sulfúrico y muday. La performance dejó entrever esta tensión entre la mapuche cultural, con su artefactos tradicionales, y las mapunkys que pisando el barro y el cemento intentan habitar una frontera nada de cómoda, evitando los encuadramientos a los que nos tiene acostumbrado el etnicismo multicultural.
Algunos de los fantasmas musicales y literarios que acompañan a Añiñir también asistieron al lanzamiento del libro editado por Quimantú. Ocho Bolas, banda punk chilena, sonó por los parlantes, en un interludio, junto a Pablo de Rokha, quien pronunció la frase que más tarde Añiñir citaría: “el hombre que rompe su época y arrasándola, le da categoría y régimen, pero queda hecho pedazos y a la expectativa”. De Rokha, sin duda, con su poética sangrante, nacida desde el barro y el sueño, habita en la poesía de Añiñir, pero no sólo como letras en el papel, sino como textualidad viva, aquella escritura que convive entre la representación de la realidad y la proyección liberadora, pero desde la descomposición de cuadros quietos, es decir hecho pedazos y a la expectativa.
David se encargó de recordar, igualmente, a Ozzy Osbourne, y nos pidió amablemente que no nos burláramos del “príncipe de las tinieblas”, que no nos burláramos de su alter ego, como tampoco de Bokowski y Lemebel. Así, desde una leyenda del rock en decadencia, desde un poeta maldito y desde el escritor “travestido, militante, tercermundista, anarquista y mapuche de adopción”, como dijera Bolaño sobre nuestro Lemebel, Añiñir instala su habla poética y política desafiando la tradición inmutable, penegrinando por hablas que han luchado y fracasado, que es finalmente la única forma de pervivir entre las tinieblas esperando el momento redentor, entre tanto, Añiñir busca no ser atrapado, se diluye por entre las definiciones étnicas, es evasivo frente al encuadre, pero aún así, para molestia de muchos, es indispensable. También estuvo el rap mapuche con Jaime Cayunao, quien además prometio el pronto lanzamiento de un video-poema inspirado en el texto Perimontú. Coronando la gala, y desde la voz de un cantante popular y callejero, vecino de la población Colo-Colo de Cerro Navia, asistieron el tango de Gardel y los boleros de Lucho Barrios. Con todo, fuimos parte de una gala champurria, de un barroquismo mapuche, popular y metalero, un intento por escenificar el universo estético de Añiñir Guilitraro.
Sincretismo resentido
Del libro podríamos hablar largo y tendido, pero ya vendrán los paper que examinen minuciosamente cómo un indio logra juntar las palabras. Por ahora, me permito referirme sólo a un punto. Desde hace algún tiempo, no mucho, hemos podido apreciar la aparición forzada de jóvenes agentes culturales mapuche que promueven esto de ser “indígena en el siglo XXI”, y no sé por qué cuando los veo pienso en Simonetti, el escritor gay de moda, no maricón, no puto, no travestido, no, escritor gay, un hombre blanco, lindo, intelectual, con plata y gay. Y al tiempo pienso en Añiñir, y acá cada vez encuentro menos casual que el Mapurbe rememore a Lemebel, por que Pedro hizo trizas la homosexualidad burguesa, él abogaba por una homosexualidad proletaria, el David hace un gesto similar, pero desde el sincretismo mapurbano. Porque no se trata sólo de situar la diversidad como un valor, la multiculturalidad gubernamental ya lo hace sin trastocar minimamente jerarquías, dominios y violencias. Se trata, más bien, de evidenciar ese sincretismo, pero sin perder el resentimiento, sin perder la rabia, sin pretender sentarse en sus tronos, sino más bien tener la intención de quemarlos.
http://mapuexpress.org/
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