La “historia oficial” le llama Guerra del Pacífico al conflicto bélico (1879 a 1883) que causó verdaderas masacres de vidas humanas impulsado por los estados de Chile, Bolivia y Perú. Sin embargo, la verdadera causa de ello no fue el mar del pacífico, en ese rinconcito que se generó, sino: El salitre.
Las extensiones de territorio a lo que se refieren los libros de historia en el marco de esta guerra, no eran tierras con ocupaciones efectivas de los estados, eran extensiones de los Pueblos originarios, con culturas ancestrales en amplias extensiones. Los terrenos en cuestión eran parte del denominado “Tawantisuyo” que compartían ancestralmente culturas como las Aymara, Quechua o más abajo las llamadas atacameñas (Colla – Likanantai) que hoy se encuentran en situación transfronteriza, cercenados geopolíticamente por los estados.
Sin embargo la tranquilidad se vio abruptamente sobrepasada a causa del descubrimiento por parte de empresarios de yacimientos de salitres. Así comenzaron a establecerse diversos tratados de límites de Chile y Bolivia como el de 1874 (Errázuriz – Frías), donde se ratificaba el paralelo 24 grados latitud sur.
¿Soberanías, nacionalismos o la codicia de especuladores ingleses?
Las codicias por el denominado “oro blanco”, con aumentos de impuestos, intervenciones políticas y acciones destinadas al control de los territorios, conllevaron a una guerra bélica, bajo el nombre de falsos nacionalismos, ya que detrás de esto, estaban los intereses de mercenarios y especuladores ingleses. El historiador Iván Ljubetic, a modo de ejemplo, hace referencia a Robert Harvey y John Thomas North, este último fue denominado “el rey del salitre” y considerado luego uno de los hombres más ricos del mundo.
Señala el historiador que el 10 de julio de 1883 se libró en Huamachuco el último combate de una guerra en que murieron 23 mil soldados bolivianos, chilenos y peruanos. El estado Chileno quedó con el territorio de dos provincias, Tarapacá y Antofagasta, pero el salitre, razón y motivo del conflicto, pasó en su mayor parte a manos de capitalistas británicos.
En esta historia bélica, también está La Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta era una sociedad anónima, con domicilio societario en el puerto de Valparaíso. Sus accionistas fundadores eran la británica Gibbs & Cia y Agustín Edwards Ossandón, principal accionista, también de origen inglés (de la línea familiar del actual empresario dueño del Mercurio, Agustín Edwards E.). Esta empresa de salitres y ferrocarriles, hacia 1878 tenía como gerente al británico George Hicks.
Edwards, promovía los financiamientos a los ingleses a través del Banco Edward y Valparaíso, el mismo que durante la segunda mitad del siglo 19, además de los bancos, comenzó a controlar una serie de otras empresas, como por ejemplo, el de Valparaíso, uno de los más importantes del continente y se hizo dueño del diario el Mercurio de Valparaíso, donde se inicia la cadena. De cercanía e influencia en sectores políticos y castrenses del aparato público estatal. Asimismo, la influencia en la llegada de armamento de última generación, marcó la diferencia, particularmente en la uniformidad de municiones y de repeticiones, la misma, que fue utilizada para la invasión bélica del territorio Mapuche en el denominado Ngulumapu (Territorio Mapuche del oeste que es parte del amplio territorio ancestral denominado Wallmapu, cercenado en el presente por la frontera geopolítica del estado chileno y argentino).
Eso fue la guerra del salitre, masacres de vidas humanas, en su mayoría de origen campesino, a nombre de nacionalismos, para los intereses de mercenarios y especuladores británicos, para la codicia de empresarios, la explotación de territorios ancestrales.
La otra parte de la Guerra: La invasión al Wallmapu
En el marco de estas mismas campañas militares, se hizo la llamada “pacificación de la araucanía”, que fue la invasión a los territorios Mapuche para anexar estas tierras a los intereses de las explotaciones salitreras, la que se materializa finalmente en 1881. Simultáneamente en argentina se realiza la llamada “Conquista del desierto”, que fue el acto de genocidio cometido por el estado argentino en territorio Mapuche y que se concreta en 1883.
En el lado Mapuche que se conoce como Chile hoy, buena parte de los territorios usurpados, fueron destinados a los denominados graneros, con la introducción masiva a partir de 1884 de colonos europeos y la interconexión del ferrocarril, cuyo objetivo principal era proveer de trigo y cebada a la población que participaba en la explotación del salitre en el norte.
Para generar este escenario de invasión y masacres en territorio Mapuche, prevaleció la opinión transversal de diversos actores de influencia del aparato estatal para gatillar un genocidio a nombre de “progresos, soberanías, civilidad y evangelios”. A modo de ejemplo, en el año 1859, el Diario El Mercurio de Valparaiso, publicaba: “Los hombres no nacieron para vivir inútilmente y como los animales selváticos, sin provecho del jénero humano; y una asociación de bárbaros, tan bárbaros como los pampas o como los araucanos, no es más que una horda de fieras, que es urjente encadenar o destruir en el interés de la humanidad y en el bien de la civilización (….) raza soberbia y sanguinaria, cuya sola presencia en esas campañas es una amenaza palpitante, una angustia para las riquezas de las ricas provincias del sur…”
En el año 1868, Benjamín Vicuña Mackenna, intelectual chileno y post candidato a la presidencia, indicaba: “El indio, no es sino un bruto indomable, enemigo de la civilización porque sólo adora los vicios en que vive sumergido, la ociosidad, la embriaguez, la mentira, la traición y todo ese conjunto de abominaciones que constituyen la vida salvaje (“Primer discurso sobre la pacificación de la Araucanía”)
En el año 1882, el periódico El Precursor, Nº 8 (reconocido como pro obrero), publicaba: “No es claro como la luz que la repartición de los extensos territorios de la araucanía a nuestros 30.000 soldados (por la guerra del pacífico) sería, a la vez el premio sagrado a que son acreedores los abnegados servidores de la patria, el camino más expedito para dominar la barbarie (por la zona mapuche) y agregar a la república una provincia virgen y, por lo mismo, rica e inagotable”.
¿Mar para quién? ¿Soberanía de quién?
En Mayo del 2011, el ex ministro de Defensa de Chile, Andrés Allamand, actual candidato presidencial de la ultra derecha, declaraba a medios, ante los requerimientos de Bolivia por una salida al mar, que el Estado (chileno) tiene plena unidad interna, que cuentan con el amparo internacional de los acuerdos firmados y advirtió que las FFAA chilenas están preparadas para hacer respetar los tratados bilaterales. Así, tal cual, con esa actitud matonesca.
Finalmente Bolivia recurrió a los tribunales internacionales y el ex Presidente de Chile, el empresario Sebastián Piñera, señalaba en su momento: ““Quiero asegurar a mis compatriotas que este presidente va a defender nuestro mar, nuestro territorio, nuestra soberanía, y, en consecuencia, aunque siga descalificando el presidente Morales, Chile no va a ceder territorio ni mar a Bolivia, ya que no corresponde legítimamente”, publicaban las agencias informativas el 10 de junio del 2013.
Paradójico hablar de soberanías, cuando estos mismos sectores políticos – empresariales de Chile, cuando a través de una Ley de Pesca, denominada Ley Longueira (Ex ministro), el Parlamento chileno aprobó y promulgó en febrero, beneficiando y entregando soberanías a siete grupos de empresarios pesqueros, acto que ha sido denunciado con evidentes vicios, investigaciones por Cohecho, corrupción y violación a los derechos de los pueblos originarios.
Hoy, lentamente, un tribunal internacional va camino a dirimir uno de los conflictos más latentes en la Región, donde la soberbia de gobiernos chilenos, no han sido capaz de resolver por la vía diplomática.
Alfredo Seguel
http://www.mapuexpress.org/
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