samedi 29 août 2015

“El conflicto petrolero no se resuelve hasta que no haya una restitución territorial y política”

A dos años del Acuerdo YPF-Chevron, Jorge Nahuel, Werken de la zonal Xawvnko de la Confederación Mapuche de Neuquén, revisa la historia de las últimas dos décadas de explotación petrolera en territorio mapuche: cuáles han sido los impactos, cuánto cambió YPF tras la parcial renacionalización, los motivos por los que han surgido nuevas comunidades y sus distintas estrategias. Tras dos décadas de luchas, quiebres, contaminación y reconstrucción comunitaria, Nahuel sitúa a la resistencia a las petroleras como una lucha por la supervivencia y proyección del pueblo mapuche.

Felipe Gutiérrez y Sergio Millaman  / Colectivo Editorial Mapuexpress*
Lonko Jorge Nahuel / Foto: Marcela Aguir

Lonko Jorge Nahuel / Marcela Aguirre
 
Jorge Nahuel es Lonko de la comunidad Newen Mapu, en la ciudad de Neuquén. Involucrado desde hace varias décadas con la lucha de su pueblo, hoy es también Werken de la Zonal Xawvnko de la Confederación Mapuche, una de las zonas más movilizadas en el último tiempo debido al desembarco del de distintas empresas en la formación Vaca Muerta, en lo que se ha llamado el boom del shale: un espejismo de riqueza petrolera, de la mano de la cuestionada técnica del fracking en medio de la meseta patagónica.

Sin embargo, el conflicto provocado por la llegada de la industria petrolera a las comunidades mapuche no es un fenómeno reciente y se extiende con distintos focos durante las últimas décadas. “El epicentro de la explotación petrolera en la década del ´80 y´90 fue Loma La Lata”, cuenta Jorge, refiriéndose al que en su momento fuera el principal yacimiento gasífero de Latinoamérica, emplazado sobre las comunidades Kaxipayiñ y Painemyl.  “Los impactos sobre esas comunidades quedaron reflejados en el informe muy denso que está como base en el juicio que le iniciamos a Repsol por daño ambiental y cultural. Ningún elemento que surge de la tierra es útil en ese territorio, entonces las muertes van sucediéndose por una cuestión de edad o a veces por una cuestión de que todo está cruzado por la contaminación petrolera y los efectos de los metales pesados que genera la industria. Y también de muchos nacimientos, partos prematuros, malformaciones genéticas, esa es una situación de salud alarmante, donde nadie ha querido tomar cartas en el asunto”, señala Nahuel.
Posteriormente el conflicto se trasladó hacia la zona centro de la provincia, involucrando a comunidades como Lonko Purran, Gelay Ko y Wentru Trawün Leufu, todas las cuales tuvieron que pasar por un fuerte proceso de reconstrucción comunitaria para luego oponerse a la operación de las petroleras que estaban instaladas o buscaban asentarse en sus territorios. La defensa territorial ha acarreado la criminalización de las autoridades que defienden sus Lof, y ha impactado directamente al interior de las comunidades. “La petrolera tiene una lógica muy perversa: entra avanza, destruye, actúa con el hecho consumado y después de esa destrucción vuelve y te invita a que discutas políticas de reparación económica o compensación”, sostiene Nahuel. Así, relata el dirigente, no solo se genera una destrucción ambiental, sino también de los valores comunitarios y la lógica de negociación de algunas familias;  “muchas comunidades comienzan a utilizar esa lógica  de que todo puede ser compensado económicamente. Ahí ya estamos perdidos, entramos a quebrar los valores culturales en lo más profundo y la cuestión cultural empieza a aparecer hasta como algo innecesario que no hace falta para la vida cotidiana mientras tengas confort, alta tecnología en tu casa, puedas manejarte en un vehículo de alta gama, y tengas asegurada tu fuente laboral. Ese tipo de relación te propone la petrolera y muchas veces la comunidad entra en ese juego perverso”.
 
-Mapuexpress: ¿Qué petroleras están hoy  interviniendo en territorio mapuche?

Jorge Nahuel: Seguimos sosteniendo que el epicentro de la explotación petrolera hoy es la zona de Loma La Lata. Ahora hay nuevas denominaciones, como Loma Campana, pero es una misma zona histórica que ayer era la mayor reserva petrolera y hoy es la mayor reserva de no convencionales. Más allá de que Vaca Muerta se extiende por toda la Provincia e incluso por provincias vecinas y atraviesa más de 20 territorios comunitarios, hoy el epicentro es la zona de Añelo. Entonces el conflicto principal lo tenemos con YPF que se dice Sociedad Anónima pero tiene un 51% de propiedad estatal. Cuando quieren lo usan como empresa de bandera, que es la empresa nacional, y si te quiere ocultar información de cómo están cerrando acuerdos con las empresas multinacionales, se presentan como Sociedad Anónima. Esa es la protagonista principal de este conflicto con el pueblo mapuche, que comenzó en la  década del ´90, continuó en el 2000 cuando YPF-Repsol comienza a disminuir un poco la intensidad de la explotación, después nuevamente el gobierno toma el control de la empresa y ahí toma nuevos bríos todo el tema de lo no convencional.
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Toma del Lof Campo Maripe, en protesta contra  YPF-Chevron
-Entre 1999 y 2012, YPF estuvo manejado por Repsol, es decir, capitales privados españoles. ¿Qué diferencias hubo entre ese periodo y cuándo la empresa era controlada por el Estado?
La época de la vieja YPF podríamos decir que era moderada, había explotación, pero no era tan intensa. En la década que arrancó Repsol la explotación se hace más tecnificada, intensa y el impacto de la contaminación es más imparable. Después se profundiza en la última etapa con todo el tema de lo no convencional. O sea que la época trágica del punto de vista ambiental y cultural es la época de Repsol. Cuando el Estado vuelve a tomar el control, se generó en las comunidades mapuche una expectativa muy grande, porque dejábamos de tratar con una multinacional que nos veía como un elemento más del paisaje, y entendíamos que con una empresa nacionalizada se podía dar otro trato otro tipo de convenios. Sin embargo, hasta la fecha podemos decir que está actuando con criterios absolutamente de empresa multinacional, donde lo social y lo cultural es una cuestión de segundo orden. Y eso responde a una lógica que quien lo dirige es un operador de las multinacionales petroleras y todos los cuadros de mando de YPF nacional entre comillas, son los ex cuadros de Repsol, o sea no han cambiado los protagonistas. Para las comunidades mapuche, los interlocutores a nivel local no han cambiado demasiado, sigue la misma lógica donde importa la hiperproducción a cualquier costo y  después se verá en el camino que es lo que se podrá reparar si es que hay algo para reparar. Y solamente YPF está operando en territorio mapuche, entonces no hay otro protagonista en este conflicto hoy. Después, por supuesto, hay empresas que brindan servicios a la industria, que son decenas, alrededor de 70 empresas de servicios que contrata YPF para múltiples tareas. Pero la responsabilidad política y estratégica la tiene YPF, con ella hay que establecer el diálogo y con ella en algunos aspectos lo hemos podido llevar adelante, siempre con el Estado de Neuquén absolutamente ausente.
 
-¿Por qué el gobierno neuquino asume esa actitud?
Creemos que es porque tiene una concepción racista de lo que es la política pública, donde intenta invisibilizar la presencia del pueblo mapuche. Lo ha buscado a nivel constitucional, como cuando se reformó la constitución y no quiso reconocer los derechos del pueblo mapuche y finalmente lo hicieron como pueblos indígenas neuquinos. Y después promueven estos mitos y falsos debates de que los mapuche vienen de Chile, que no son originarios, que es otro el pueblo que tiene derechos territoriales o reconocimiento más allá de la preexistencia. Entonces bajo esta lógica busca negar e invisibilizar al pueblo mapuche en todos los aspectos, en aspecto cultural, educativo, y esa es una política muy coherente que lleva adelante durante muchas décadas: evitar reconocer al pueblo mapuche como un interlocutor a la hora de hablar cómo se van a utilizar los recursos naturales de los territorios. Consideran que ellos son los dueños soberanos del recurso, que el pueblo mapuche no tiene ningún tipo de derecho más que beneficiarse a nivel general de toda esta pobreza y miseria que reparten y como tal no lo reconocen como sujeto jurídico político de esta negociación.

“Quien tiene que reconocer territorialmente a las comunidades es el estado provincial.

Ese es el interlocutor del pueblo mapuche”.

Esta es una política muy coherente, cambian los personajes, uno es más nefasto que el otro, pero la política continúa siendo muy clara en ese sentido. Entonces parte de esta coherencia es no reconocer las personerías jurídicas, la mayoría en conflictos con megaproyectos que promueve el Estado. En ese sentido no dan un paso atrás. Entonces terminamos negociando con YPF que no es el sujeto con el que deberíamos dialogar, porque no son ellos los que deben aplicar, por ejemplo, el derecho a la consulta. Quien tiene que reconocer territorialmente a las comunidades, sus personerías y aplicar el derecho a consulta es el estado provincial. Ese es el interlocutor del pueblo mapuche. Al no sentarse ese interlocutor y negarse de manera permanente, buscamos alternativas que es por ejemplo, sentarnos a dialogar con instancias del gobierno nacional, o con la empresa que en este caso está en el territorio. Y logramos algunos avances, pero siempre con el techo de que ellos no resuelven los problemas de fondo, que es eje de este conflicto. El conflicto petrolero no se resuelve hasta que no haya una restitución territorial y política y no es YPF ni el gobierno nacional quien lo va a resolver. Sí es importante entender que el gobierno nacional tiene una responsabilidad fundamental, porque es Nación el que ha suscripto los instrumentos internacionales de derechos, hay una Constitución Nacional que lo mandata también a legislar sobre el tema. Entonces no es que se pueda lavar las manos o ser un actor pasivo en este conflicto. Ahí comienzan estos conflictos entre nación y provincia para ver cómo se reparten la torta y nosotros quedamos como moneda de cambio.
 
-Hay un proceso que comenzó a darse en la década de los ´90 en todo el continente y tiene que ver con la llegada de una fuerte inversión sobre territorios indígenas, lo que aceleró los procesos de organización comunitaria y le dio cierta identidad a algunos espacios territoriales. Es el caso de la zona centro de Neuquén, por ejemplo, con la organización de comunidades que existían desde antes pero que se fueron formalizando al calor del conflicto con las petroleras. ¿Cómo interpretas tú que se haya dado ese proceso y cuál es la proyección que han tenido esas comunidades después de que hayan pasado más de 15 años?

Yo creo que la política de reconstitución de comunidades es algo natural y lógico de una cultura viva, de un pueblo vivo. Hoy somos 50 comunidades y en la década que viene podemos ser 100. Eso debería ser una buena noticia, que un pueblo originario tenga esa capacidad de desarrollarse al punto de que cuando muchos lo creían extinguido, va reproduciendo su vida comunitaria. Esa buena noticia para el pueblo mapuche se convierte en una mala noticia para un Estado que lo que busca es elaborar políticas para hacerte desaparecer.

“La reconstrucción de comunidades se aceleró porque nos alentó el espanto”

Entonces lo que ha ocurrido en la zona centro de Neuquén cuando se reconstituyeron estas comunidades, responde a un proceso natural, solo que acelerado porque quizás si se hubiera dado de manera natural, habría sido de otra forma y en otros tiempos. Se aceleró por el hecho de que nos alentó el espanto, porque se venía la petrolera e iba a entrar con total impunidad y de pronto nosotros como organización decidimos que había que utilizar esa herramienta que da el derecho obtenido en la última época de constituir una comunidad. Por eso la mayoría de las comunidades que se reconstituyeron son en zonas de conflictos, porque el mismo conflicto alienta a que las familias resguarden su territorio bajo la figura de Lof o comunidad y está bien que así sea. Pero van a haber decenas de comunidades que se van a ir reconstituyendo en otro contexto, por ejemplo en la ciudad. Newen Mapu es un Lof, que no es un Lof urbano, es un Lof y como Newen Mapu se van a reconstituir decenas de comunidades en la ciudad de Neuquén, porque acá hay muchísima población mapuche. Nosotros alentamos a que las familias se reconstituyan como comunidad, es una tarea ardua porque la política pública, la política del Estado apunta a todo lo contrario, a desintegrar la conciencia comunitaria, apunta a promover el individualismo, a que las familias mapuche queden integradas, asimiladas a la vida urbana. Sin embargo, contra toda esta política muchas familias vuelven a recuperar formas de vida comunitarias. De hecho acá en Neuquén Capital hay cuatro Lof y seguro que más adelante van a ser muchas más, también en otras ciudades como Cutral Co, Zapala y San Martín. Eso responde a una política muy lógica que es que el pueblo necesita resguardarse y defenderse de toda la represión cultural que te aplica el Estado. Y la mejor herramienta para enfrentar tanta represión que busca privarte de tu identidad es recuperar la vida comunitaria.
 
-¿Esa reconstrucción comunitaria necesariamente debe significar la recuperación territorial?
Claro y por eso también es lógico el temor del gobierno. El temor de ellos es que atrás de cada reconstitución de un Lof viene la demanda territorial. Entonces empiezan a crearte mitos de que se quieren quedar con todo, un poco más van a invadir la ciudad, y toda una serie de cosas que buscan distraer y crear animosidad de la sociedad neuquina hacia el crecimiento del pueblo mapuche. Y muchos se tragan ese discurso, no falta nunca alguien que dice “pero hasta cuando se van a conformar comunidades, si siguen así no va a haber tierra que les alcance”.

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-En Argentina, como en otros países, se justifica el avance sobre territorios comunitarios indígenas por bienes superiores como la soberanía energética o el desarrollo del país, ¿qué propuesta tienen ustedes para confrontar ese discurso?

El tema es por qué hay déficit energético. Hay un sistema capitalista irracional hiperproductivista que hace que no haya energía que alcance para alimentar semejante monstruo industrializado. Y hay un gobierno que no sale de ese círculo vicioso. Es como cuando te dicen que aumenta la polución en la ciudad y aumenta la contaminación ambiental, pero la presidenta factura como logro haber aumentado por dos la producción de automóviles, cuando sabe que no hay condiciones después para albergar semejante crecimiento. Entonces no hay forma de que se pueda resolver el déficit energético porque hay un sistema industrializado que hace que nunca alcance la energía.

Y después está el argumento de que cuanto más energía produzcamos, mayores van a ser los ingresos que vamos a generar. También esa es una historia que no tiene pies ni cabeza acá en la región porque así como lees que el petróleo le ingresa a la provincia recursos millonarios, aumenta la pobreza, la desigualdad, los servicios de salud están colapsados, etcétera. Mientras te dicen que tenemos petróleo y gas para tirar para arriba y que esperemos el derrame de la riqueza, nosotros no queremos esperar el derrame de la riqueza porque sabemos que no va a llegar nunca. Y como una ironía cruel de esas situación en las comunidades no hay energía eléctrica, no hay gas natural, y eso es parte de todas las contradicciones de este modelo.
 
En el Wallmapu se concentran distintos tipos de extractivismo como el hidroeléctrico, el monocultivo forestal, petrolero, salmonero, entre otros. Similar situación ocurre en el resto del continente, sin embargo los gobiernos -por ejemplo de Chile, Argentina y Ecuador- tienen todos una política social muy distinta entre sí conservando, claro, el sesgo que implica una matriz económica basada en la extracción intensiva de recursos. ¿Cómo se disputa ante un modelo que toma estas formas tan diversas?
Este un modelo absolutamente dependiente de la tecnología y de las necesidades estratégicas que tienen las potencias industriales y nosotros estamos orgullosos como países, de ser servidores de ese tipo de estrategias y necesidades. Somos proveedores de energía, en este caso petróleo y gas y con eso resolvemos las urgencias, entonces estamos en una permanente política de coyuntura donde no hay una estrategia como país o como pueblos para abordar otro modelo de vida.

“Somos conscientes de que van a destruir nuestra forma de vida con este tipo de modelo extractivista”.

Por algo Rafael Correa, Evo Morales o Cristina Kirchner, tienen como principales opositores a los pueblos indígenas, porque somos conscientes de que van a destruir nuestra forma de vida con este tipo de modelo extractivista. Se destruyen las culturas, se  la desintegra y en la lucha contra este modelo está en juego la vida. De pronto es mucho más cruel, más irónico, la política de un Correa o un Evo Morales ¿no?, porque ellos a la vez que sostienen este sistema neoliberal de explotación de la naturaleza a costa de satisfacer su necesidad energética, te están promoviendo lo que es el buen vivir, el Sumak Kawsay, imponen en las Constituciones los Derechos de la Naturaleza, toda una serie de medidas absolutamente demagógicas que son una tomada de pelo para la humanidad. Con eso se florean, se ponen sus galas de trajes típicos y van a Naciones Unidas a recitar que son los presidentes ecologistas. Después vuelven a sus territorios y tienen al frente a los pueblos indígenas movilizados porque les están destruyendo sus formas de vida, su hábitat, su cultura. Cristina en ese sentido no es tan hipócrita, ella se jacta de ser la presidenta que le ha permitido a la industria ganar plata a carretilladas, y parte del reproche que le hace al mundo empresarial es que en su gestión han ganado plata a manos llenas y sin embargo le siguen planteando oposición. Es mucho más sincera en ese sentido y hace acuerdos con Chevron, la Barrick Gold y Monsanto, los considera sus aliados estratégicos.
 
-¿Qué aprendizajes destacan después de confrontar durante más de dos décadas a este modelo?
Lo que nosotros hemos vivido en estas dos últimas décadas frente la industria petrolera nos da absoluta autoridad para saber lo que se nos viene. Porque lo no convencional aparece como novedoso, pero los efectos que va a generar eso en nosotros ya lo estamos padeciendo. Por lo tanto es importantísimo para aquellos territorios que están hoy señalados o bajo el interés de esta industria, saber que hay que organizarse y prepararse para eso. Y que la lucha territorial no tiene que ser solamente para después cobrar mejores canones o mejores regalías, sino una lucha territorial para mostrar que nosotros podemos desarrollar una forma de vida alternativa a esta manera inescrupulosa en la que se maneja el Estado junto con las petroleras. Pero para desarrollar esa forma de vida alternativa tenemos que volver a recuperar el amor a la tierra y las ganas de poder encontrar otras formas donde nosotros podamos tener una economía basada justamente en esos territorios. Esa es la lucha que alimenta hoy a la comunidad Campo Maripe, que está en el eje de la tormenta, queriendo defender a toda costa una porción del territorio que nosotros visualizamos que va a  ser la alternativa económica de la comunidad. Ya alejada de la tentación de la industria petrolera que te invita a que vos seas su mano de obra porque cobrás sueldos que te garantizan tu economía y la de tus hijos. Contra esa lógica estamos nosotros parándonos, defender tu territorio para poder producir, vivir de ese territorio, y de última intercambiar con otros sistemas económicos, pero siempre parados desde la identidad mapuche que es estar aferrados al territorio. Creemos que ese tiene que ser el eje de toda la movilización que estamos generando y lo mejor es que tenemos el ejemplo de 20 años de destrucción que ha generado la industria petrolera. Creo que por ahí esta el eje para nosotros salvarnos no solo de la industria extractiva sino para proyectar nuestra identidad que no existe si no es en relación al territorio.
 

ROSA LUXEMBURGO
**El presente artículo es parte del Libro “Resistencias Mapuche al Extractivismo” del Colectivo Mapuexpress. Esta publicación es apoyada con recursos de la Fundación Rosa Luxemburgo con fondos del BMZ





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