mercredi 9 décembre 2009

Arrate: votos claves para el triunfo de Piñera (Por Alejandro Navarro)

De cara a las próximas elecciones presidenciales se hacen muchos pronósticos y análisis respecto del resultado en primera y segunda vuelta. Hasta ahora lo único que parece claro es que Piñera estará en el balotaje. El segundo candidato a pasar a la segunda vuelta saldrá del empate técnico que hoy tienen Marco Enríquez-Ominami y Eduardo Frei. Pero aunque claramente Arrate no pasará a la siguiente fase sus votos pueden llegar a ser claves y decisivos en el resultado final.

Y esto no porque estemos pensando, como algunos todavía lo hacen, en que el porcentaje que saque lo que queda del Juntos Podemos Más se traspasará automáticamente a Frei y eso posibilitaría su triunfo, como ocurrió con Lagos y con Bachelet, porque aunque eso no se dice con claridad, está medianamente claro que no ocurrirá. Primero, porque a muchos electores de izquierda no les gusta el pacto con la Concertación, porque Frei no es del mundo “progresista” o, sencillamente porque no les gusta el candidato DC.

La importancia de la votación que obtenga Arrate en primera vuelta podría decisiva para ver quien pasa a la segunda etapa del proceso electoral. Hasta ahora Arrate trata de cumplir con esmero el rol de muro de contención de la votación progresista y de izquierda que antes votaba por la Concertación y de esa manera asegurar que quien pase a segunda vuelta sea Frei, porque está claro que parte importante de los puntos que crezca Arrate lo hará mayormente a costa de potenciales electores de Marco y no de Frei.

Sin embargo, como también lo señalan muchas encuestas y análisis, no es Frei quien aparece con las mejores posibilidades para derrotar al candidato de la Alianza en el repechaje, sino Marco, pese a que parte importante de los votos de Frei no apoyarían su opción y un porcentaje de ellos se sumaría al candidato RN.

En síntesis, el 6 ó 7% que podría sacar Arrate en primera vuelta sería suficiente para impedir que sea Marco Enríquez-Ominami el que pase al balotaje, pero son un aporte relativo e insuficiente para que Frei le gane a Piñera, porque a diferencia de las elecciones anteriores los votos del PC se sumarían a un candidato que podría llegar en segundo lugar y no a la mayoría como ocurría antes. Es decir, gracias a los votos de Arrate aumentan las posibilidades del primer triunfo democrático, en muchas décadas, de un candidato presidencial derechista.

Ciertamente no me gustaría estar en los zapatos de Arrate. Ni tampoco en los del PC que, justo hoy cuando tenemos la posibilidad cierta de construir una nueva mayoría de signo progresista, prefieren hacer un acotado pacto con una Concertación agotada y que, salvo para beneficiarse de sus votos incondicionales en la elección de Aywin, Lagos y Bachelet, hasta ahora los miraba, especialmente desde la DC, con recelo y distancia.

En todo caso, lo más probable es que desde la Concertación se esgrima la falsa tesis de que Frei perdió porque existieron muchas candidaturas alternativas y díscolas que aunque provenientes del PS representaban un amplio espectro del mundo progresista y de izquierda, más allá de la Concertación y que ello provocó una “fuga” de votos otrora concertacionistas o al menos concertacionistas forzados en segunda vuelta. Se dirá, seguramente, que las diferencias debieron darse al interior de la Concertación y no fuera porque eso favorecía la candidatura de la derecha.
Pero casi con seguridad no escucharemos de boca de los voceros políticos del oficialismo ningún mea culpa respecto de las condiciones que generaron la salida de la Concertación no sólo de candidatos, dirigentes o militantes de partidos políticos. Menos aún se harán cargo de la molestia, frustración y desencanto de millones de ciudadanos con la larga lista de temas pendientes y deudas históricas que se dilatan en el tiempo o, peor aún, se niegan.

Ninguno tampoco tendrá la valentía de reconocer que la candidatura de Marco fue la única que logró ampliar el espectro democrático-progresista más allá de la Concertación y la Alianza, superando en los hechos la nunca superada visión desde los tres tercios, que logró reencantar a los jóvenes e incluso a aquellos que no estaban inscritos o que normalmente votaban nulo o blanco. No serán capaces de reconocer que tras la gris burocracia partidaria convertida en apéndice del aparato estatal seguía prendida la llama de los sueños, de las utopías, de los proyectos colectivos.

Esta elección significará, sin duda, un punto de inflexión que rompa con la inercia política que existía hasta ahora en que aparentemente no había más opción que el duopolio binominal. El punto a dilucidar es si el término definitivo y real de la transición se produce por la vía de tener que aceptar la primera victoria en las urnas de la derecha en más de medio siglo y tener que lamentar la foto de Bachelet entregándole la banda presidencial a Piñera; o si, por el contrario, lo que tenemos es un quiebre orientado a la renovación de las ideas, las caras y las formas de hacer política y de pensar el país de cara al siglo XXI, y la foto es la de la Presidenta entregando el mando de la nación al Presidente más joven de la historia, que sería todo un signo de esperanza y futuro.

Para clarificar este dilema, esta contradicción, tendremos que esperar hasta la noche del 13 de diciembre, para ver si los votos de Arrate inclinan la balanza a favor del cambio verdadero y posible o nos conduce en segunda vuelta, inevitablemente, a la derrota de las fuerzas democráticas a manos del empresario-candidato.

Aún es tiempo de reflexionar sobre los alcances que puede adquirir cada voto en esta elección.
Aún es tiempo de sumarse al cambio. Demos el gran paso.

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