vendredi 29 octobre 2010

El brote de la Nueva Guerra de Arauco: El surgimiento de una nueva forma de hacer política en las organizaciones Mapuche

Por Fernando Pairicán*

Durante la década de los noventa irrumpieron cuatro organizaciones Mapuche fuera de la influencia de CONADI que tuvieron como discurso el considerarse autónomas. Dichas organizaciones se denominaron Consejo de Todas las Tierras (1990), Asociación Ñancuecheo de Lumaco (1996), Identidad Territorial Lafquenche (1999) y la Coordinadora de Comunidades en Conflicto Arauco‐Malleco(1999). Durante el transcurso del año 2009 emergió una nueva organización que lideró parte de las movilizaciones que azotaron el sur de Chile, la Alianza Territorial Mapuche.

De las nombradas orgánicas dos han tenido un papel preponderante en la politización y en la emergencia de la conflictividad, estas son el Consejo de Todas las Tierras (CTT) y la Coordinadora de Comunidades en Conflicto Arauco Malleco (CAM). En un tercer nivel se podría considerar a la Identidad Territorial Lafquenche (ITL) y en menor medida (por su poca claridad proyectual) la Alianza Territorial Mapuche.

Gran parte del siglo XX, las organizaciones Mapuche estuvieron lideradas principalmente por indígenas ilustrados, los que pocas veces vivían en comunidades, pero que sin embargo se acogían el derecho sobre estas para decidir y pensar su futuro. Se explica lo anterior, por la poca capacidad desde las comunidades de aglutinarse como un todo, que a su vez pudiera ser representativa y competitiva en una escena de disputa política, sobre todo entendiendo la particularidad subalterna que cohabitó el Pueblo

Mapuche desde la Ocupación de La Araucanía.

Dicho eje comenzó a variar desde la década de los noventa, principalmente en un ala que se escindió de Ad‐Mapu y que a partir de 1990 se conoció como Consejo de Todas las Tierras. Como señala Christian Martínez, esta orgánica fue una “rebelión” de parte de las comunidades territoriales a un tipo de organización sin representatividad comunitaria (1). Se fundamenta lo planteado, por la primacía cultural Mapuche, ya que al estar dominada una comunidad por un Lonco, esto generó históricamente una verticalidad social. Sólo en la década de los sesenta con la Reforma Agraria dicha diferenciación mermó como una consecuencia no prevista de este proceso. El efecto perdurable de esta democratización al interior de la comunidad fue lo que la élite política Mapuche comenzó a visionar a finales de los ochenta, es decir, la “producción de una política étnica a partir de las comunidades”(2).

Esta “transición a la democracia” se realizó no solo en un cambio político general, sino “en una nueva estructura de participación comunitaria” en que “estaban dadas las condiciones para que las comunidades exigieran un papel más protagónico en el conjunto del Movimiento Mapuche” (3).

A lo anterior se debe agregar toda una reconstrucción del mundo Mapuche de parte del CTT. Y en efecto, la primera medida tomada por esta organización fue la utilización del Mapudungun tanto en sus discursos públicos como en lo constructivo de su organización. Precisamente, un ejemplo notorio puede ser visto en el mismo nombre de la orgánica, Aukiñ Wallmapu Ngulam, que españolizado se traduce como Consejo de Todas las Tierras. Además, esta organización creó el primer emblema de la Nación Mapuche (la bandera nacional) e inició un proceso de autoafirmación indígena, re‐utilizando las mantas indígenas, trarilonco, wetruwes, etc. Mientras que la mujer Mapuche, comenzó también a utilizar su küpalme. Todo ambientado en una expresión romántica, donde el caballo cabalgando con jinetes y lanzas acompañaba las marchas o los meeting.

Estas autoafirmaciones generarían una suerte de politización subjetiva en los Mapuche de la década del noventa que explicaría una variable del ascenso de la conflictividad a partir de 1997. No obstante, se debe mencionar que el CTT recogió toda una discusión política de fines de los ochenta en el interior de Ad‐Mapu, nos referimos a la idea de autonomía y autodeterminación(4). Seguido de lo anterior, el Consejo realizó, cargado de nuevas ideas, toda una jornada de protesta para la conmemoración de los 500 años de la conquista de América, que mezclada con una serie de reivindicaciones de tierras, causó revuelo en la opinión política de Chile, instalando a lo que a futuro se llamó como “recuperaciones simbólicas” (5).

El 1 de enero de 1994 América Latina se ve sacudida por el alzamiento de un ejército indígena en la provincia de Chiapas en México. La insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) generó todo un ambiente pro indigenista en el continente, donde los Mapuche no fueron la excepción. En conjunto con esto, el ascenso político de la CONAIE en Ecuador y el inicio más notorio del movimiento indígena en Bolivia, insinuaban que lo políticamente correcto para la década del noventa eran las reivindicaciones indianas. En cierta manera, como dice Rodolfo Stavenhagen, las reivindicaciones de los pueblos indígenas ya no eran algo aislado y se inscribirían en el marco de lo que algunos llamaron los “nuevos movimientos sociales” (6).

Esta nueva perspectiva política del movimiento indígena en Latinoamérica, viene planteando según Stavenhagen como “un tercer enfoque que se basa en el principio del derecho de los pueblos a la libre determinación, que constituye uno de los pilares fundamentales de las Naciones Unidas” (7). Es por lo tanto, dentro de este ambiente, donde la politización Mapuche comienza a complementarse con la nueva forma de hacer política iniciada por el CTT, es esta organización la que crea una revolución al interior de este pueblo y que a futuro se consolidará con el surgimiento de la CAM, dando inicio a lo que hemos denominado la Nueva Guerra de Arauco (8), que no es más que el ascenso de la “movimientalidad” Mapuche desde 1997 en adelante y la respuesta de parte del Estado a este ascenso.

El primero de diciembre de 1997, tres camiones de Forestal Arauco fueron interceptados por comuneros que luego serían conocidos como integrantes de la CAM. Los comuneros los abordaron sistemáticamente, cortando las mangueras de aire que los detuvo inmediatamente. Acto seguido, premunidos de hachas “reventaron los neumáticos con golpes precisos” en tanto otros irrumpieron en las cabinas de los chóferes “atacándolos con palos e instándolos a huir a punta de escopeta después de golpearlos y dejarlos con contusiones serias en la cabeza y el cuerpo”. Una vez consumada la acción, los desconocidos arrojaron bencina sobre las tres máquinas, provocando un incendio “que consumió a dos de ellas en cosa de minutos”(9).

Desde esta acción de violencia política, las relaciones entre el Estado de Chile y el Pueblo Mapuche han estado en una constante auto-reafirmación a la nueva forma de hacer política iniciada por el CTT. La CAM por su parte le agregaría condimentos nuevos, sobre todo en los aspectos milicianos. Empero, es necesario subrayar que esta acción política no es algo mecánico, es la continuación de la politización interna de un sector del pueblo Mapuche que se operativizó en la utilización de la violencia política (quema de camiones forestales, casas de latifundistas, cabañas de turismo, “toma” de tierras, quema de plantaciones forestales) para llevar a cabo las reivindicaciones de tierras ancestrales. Afirmamos de esta manera, que la Coordinadora Arauco Malleco, representó un salto cualitativo en la reconstrucción ideológica, política y miliciana de la movimientalidad Mapuche. Este salto cualitativo, a su vez, se apoya en la percepción que las comunidades han construido respecto del agotamiento de una determinada forma de relación con el Estado y la sociedad chilena (10).

Como complemento a su forma de concretizar la política, la CAM visionó al sistema capitalista como el principal culpable del retroceso económico, cultural y político del Pueblo Mapuche. A su vez, el capital al instalarse en lo que antiguamente era el territorio histórico indígena, fue arrebatando de poco en poco las tierras, las secó y contaminó; cosa similar ocurrió con las aguas principalmente a causa de la instalación de empresas forestales durante la Dictadura Militar. Este análisis hizo visionar a los miembros de la CAM que el pueblo Mapuche estaba en un proceso de exterminio que se agudizaba con el status de oprimidos en que se encontraba la Nación Mapuche en su entorno. Ante esto, se observó que la única manera de resistir el extermino, era resistiendo al sistema capitalista traducido en sus principales símbolos. Ello generaría una politización en los mismos indígenas que irían saliendo de la oscuridad sociopolítica al que fueron obligados a sumergirse, partiendo por la reconstrucción del ser Mapuche y a su vez del mundo que los conforma como tal.

Teóricamente la CAM convirtió en un programa político el análisis anterior. Para esta organización, el Pueblo Mapuche fue colonizado durante la Ocupación de La Araucanía, principalmente a causa de la expansión del capital hacia los territorios indígenas. Desde esa condición tendrían que edificar una primera etapa de acumulación de fuerza para comenzar un proceso de Liberación Nacional. Dicha acumulación de fuerza, se realizaría en tres aspectos: uno la resistencia al capital, es decir, las acciones de sabotaje a empresas forestales, expresiones turísticas, hidroeléctricas y latifundistas apostados en territorio Mapuche; segundo la reconstrucción sociocultural (nguillatunes, rogativas, medicina natural, etc.), unido con la reconstrucción del mismo Mapuche, que se expresará en el Weichafe (11) (guerrero); y tercero, en los aspectos políticos, lograr generar un Movimiento Político Mapuche Autónomo y cimentar las primeras expresiones ideológicas del Pueblo Mapuche en post de la Liberación Nacional.

Desde esta epísteme, la CAM generó un descontento social Mapuche, expresado en las recuperaciones de tierras, sabotajes, quemas de plantaciones forestales y manifestaciones sociales. Luego intentó conducir dicho descontento para finalmente contribuir en ingredientes ideológicos. La expresión más acabada de lo anterior, fue lo que denominaron el Control Territorial, el que consistió en llegar a un predio, botar las plantas forestales (eucaliptos y pino insigne para la construcción celulosa) o quemar casas, bodegas y cosechas de algún latifundista. Luego sembrar papas, tomates, trigo, etc., a ello se le denominó Siembra Productiva.

Lo anterior apuntaría fundamentalmente a realizar los primeros eslabones de la autonomía política, que se complementa con el derecho a la autodefensa del terreno en disputa. Este paso de la recuperación de tierra a la recuperación de territorio, es el avance cuantitativo y cualitativo que fortificaría la autodeterminación del Pueblo Mapuche e iniciaría la construcción de una segunda fase de una primera etapa por la Liberación Nacional Mapuche (12).

Podemos inferir, que las discusiones políticas de fines de la década de los ochenta en la dirigencia Mapuche fueron tomando cuerpo a partir de la década de los noventa y lograron consolidarse ya en los últimos diez años. El Consejo de Todas las Tierras heredó de Ad‐Mapu las primeras visiones de autodeterminación, las perfeccionó y las nutrió de concepciones subjetivas, revolucionando la política Mapuche hasta la irrupción de la Coordinadora Arauco Malleco, que afinó y agregó conceptos nuevos. En cierta manera, parafraseando a Regis Debray, la CAM realizó una “revolución en la revolución” en la epísteme del Pueblo Mapuche.

El Estado de Chile no visionó que la nueva problemática Mapuche era más amplia que la devolución de tierra, como también, que las respuestas de parte de los gobiernos llegaron más tardías a la siembra ideológica que fueron realizando las organizaciones indígenas en las tierras del sur. Por lo tanto hubo un momento histórico en que ambas partes se desencontraron, producto de ello, el Estado de Chile decidió denominar a las reivindicaciones indígenas como “Conflicto Mapuche”.

Aunque las respuestas estatales han sido variadas y de todo tipo, lo concreto es que no han podido resolver la problemática Mapuche, lo que no significa que no hayan podido descender la conflictividad o por lo menos detener lo que parecían inminentes nuevos brotes de violencia social (13). Sin embargo, la mejor expresión de la poca capacidad de dar una respuesta política al Conflicto Mapuche, han sido los procesos judiciales, persecución y encarcelamientos que han sufrido los comuneros principalmente ligados a la CAM. Es tal vez, esta organización el símbolo de la criminalización Mapuche, puesto que distintos militantes de ella han estado encarcelados, léase, voceros, Dirección Histórica, Dirección Colectiva (14). Como también, ha sido la única organización desde 1997 que ha sido enjuiciada por Asociación Ilícita Terrorista en el año 2002, forzándola a pasar a la clandestinidad.

Por su parte, el Pueblo Mapuche ha visto surgir un nuevo tipo de militante, el que podríamos denominar “mapuchista”. Éste sobrepasa las reivindicaciones netamente de tierras, enmarcándola dentro de un proyecto político estratégico que tiene como objetivo final la Liberación Nacional Mapuche. Para llegar a este clímax, el militante debe adoptar los principios de un “deber ser”: no tomar alcohol, no fumar, hacer deporte, estudiar y trabajar. Además de la recuperación del mapudungun, la cultura y la cosmovisión Mapuche.

A nuestro juicio, es el surgimiento de esta nueva forma de hacer política iniciada por el Pueblo Mapuche lo que hace vislumbrar el fracaso en parte de las políticas adoptadas desde el Estado. Existen dos mundos trabajando en paralelo sobre un mismo objetivo, los puentes se construyen sobre cimientos débiles que caen al poco tiempo de inaugurarlos. Además, la poca visión de futuro de parte de la elite gobernante en Chile, que han cerrado sus fuerzas en soluciones cortoplacistas por sobre las de largo plazo, sin duda que incentiva la criminalización de la protesta Mapuche. El tema de fondo, es una solución política y ella sólo se dará si las conversaciones entre estos mundos paralelos se centran en el derecho a la autonomía territorial como ejercicio directo para a libre autodeterminación como Pueblo Mapuche. Sólo así, los puentes entre estos dos mundos paralelos podrán construirse sobre cimientos firmes.

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