Para los campesinos, los pueblos indígenas y los pueblos tradicionales que viven en los bosques y otros biomas y dependen de ellos, la biodiversidad está intrínsecamente unida a la soberanía alimentaria y de forma más amplia a su autonomía y libertad. Por ejemplo, la diversidad de semillas tradicionales con las que practican la agricultura en pequeña escala ha garantizado a esos pueblos, generación tras generación, una parte fundamental de su sustento. El acceso a los bosques así como la diversidad de alimentos que ofrecen también son fundamentales para su soberanía alimentaria.
Opinión Movimiento mundial por los Bosques tropicales
En el mes de Octubre, mientras en la India tenía lugar una nueva conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica, celebramos también, el 16 de octubre, el Día Internacional de Lucha por la Soberanía Alimentaria.
Para los campesinos, los pueblos indígenas y los pueblos tradicionales que viven en los bosques y otros biomas y dependen de ellos, la biodiversidad está intrínsecamente unida a la soberanía alimentaria y de forma más amplia a su autonomía y libertad. Por ejemplo, la diversidad de semillas tradicionales con las que practican la agricultura en pequeña escala ha garantizado a esos pueblos, generación tras generación, una parte fundamental de su sustento. El acceso a los bosques así como la diversidad de alimentos que ofrecen también son fundamentales para su soberanía alimentaria.
Se hace necesario denunciar la verdadera “guerra” librada en varios países con bosques tropicales, en contra de las prácticas agrícolas de los pueblos del bosque, principalmente en contra de la práctica de hacer pequeños plantíos en zonas boscosas para cultivar, por ejemplo, arroz en las zonas de montaña, que es muy común en varios países asiáticos.
Gobiernos y organismos internacionales consideran dicha práctica como una de las principales causas de deforestación y, por ello, afirman que debe ser combatida con todo rigor. Pues bien, varios estudios no avalan esa tesis y comprueban que se trata de una actividad sustentable. Además, la prohibición de esa práctica implicaría empujar a las comunidades que la practican a una situación de hambre y la desaparición de un modo de vida.
Llama la atención que los mismos gobiernos que se oponen a dicha práctica no depredadora siguen dando en concesión zonas de bosque que llegan a millones de hectáreas en países como Indonesia, para que grandes empresas establezcan plantaciones de acacia, de palma aceitera o realicen minería, por citar algunas de las actividades más importantes, permitiendo que destruyan el bosque y la biodiversidad en su afán de conseguir ganancias fáciles y rápidas. Ese tipo de destrucción, a pesar de las numerosas denuncias de comunidades y organizaciones locales, no se combate o se lo combate mínimamente.
Hoy en día, las grandes empresas que provocan destrucción, incluidos los bancos financieros y los gobiernos que apoyan estos proyectos, defienden, según la lógica de la “economía verde”, que la destrucción causada por sus actividades pueda ser “compensada”, porque, por otro lado, estarían “protegiendo” bosques en otros lugares. Sin embargo, lo que para ellos es “proteger”, termina siendo una nueva amenaza para las comunidades que viven en esas áreas de bosque, donde practican la agricultura itinerante y así aseguran su soberanía alimentaria. La “economía verde” para esas comunidades no implica, por lo tanto, una ‘protección'; por el contrario, representa aún más presiones y restricciones y, en muchas ocasiones, implica su expulsión. Además, es obvio que la destrucción en un lugar no puede ser “compensada” en otro lugar.
Los gobiernos que promueven las concesiones forestales a empresas privadas y que también incentivan los proyectos REDD para conservar bosques afirman, generalmente, que de esa forma están promoviendo el “desarrollo”. Sin embargo, estos proyectos tienden a aumentar la desigualdad y el hambre. Los pocos empleos en las empresas de plantaciones y de minería o en los proyectos REDD no compensan en nada las pérdidas que las comunidades sufren - situación que ya oímos numerosas veces de parte de representantes de esas comunidades en nuestras visitas de campo. Se aumenta el control del capital sobre la naturaleza, los bosques y la biodiversidad, mientras se reduce o se pierde por completo el control sobre el territorio por parte de las comunidades, que también pierden sus modos de vida.
Confiamos que la lucha por la soberanía alimentaria se fortalecerá cada vez más. Es importante que esta lucha se articule con la lucha por la permanencia de las comunidades en sus bosques, con la garantía de poder usar y controlar sus tierras, bosques y biodiversidad y de poder practicar sus formas de agricultura que ayuden a mantener la biodiversidad y alimentar a su gente.
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