mardi 4 janvier 2011
Entre Obama y Cristina, el movimiento indígena en Argentina – Por Verónica Azpiroz Cleñan
Hace algunos días leímos que Obama ratificó la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas durante la Conferencia de Naciones Tribales de la Casa Blanca. Faltó decir que se comprometía a reducir la emisión de gases para evitar el calentamiento global, para terminar de suponernos tontos a los pueblos originarios.
La muerte de los hermanos toba-qom debe resolverse en la justicia y en la política. Pero no a cualquier precio son las alianzas entre el movimiento indígena y los movimientos sociales, o entre el movimiento indígena y los partidos políticos.
Pareciera que algunos pueblos indígenas no han podido contextualizar el rol que ocupamos en el escenario nacional argentino, en un momento de reconfiguración de poder dentro del sistema de partidos políticos y en el sostenimiento de la gobernabilidad democrática.
Momentos ricos si los hay, es este presente. Oportunidades para construir poder desde el pensamiento indígena en cada uno de los territorios donde vivimos. Territorios del pensar como sujetos políticos comunitarios, expresiones del etnonacionalismo que se diferencia de la argentinidad, pero se reconstruye al interior del Estado.
El pueblo mapuche ocupa un lugar histórico en la reconstrucción del nuevo rol del estado, en su inserción en el escenario continental y en los desafíos que tenemos como pueblos originarios: mostrar un camino de transición entre el capitalismo y el etnodesarrollo.
El pueblo toba-qom está jugando un rol en el presente. El duhaldismo, sabe potenciar conflictos. Y, potenciar las contradicciones entre los gobernadores desprolijamente K y su relación con los territorios indígenas.
La hegemonía norteamericana ha pensado para el movimiento indígena en el continente, un rol respecto a los gobiernos que amplían la ciudadanía política y social. Tal es el caso de Ecuador, Bolivia, Venezuela, Brasil y Argentina.
Cuesta pensar que nosotros, podamos jugar un rol de “miskito” al estilo de “contras” en la Nicaragua sandinista de los 80. Pero los ensayos fueron Bolivia en 2008, Honduras en el 2009 y Ecuador en el 2010. El movimiento indígena titubeo para defender la gobernabilidad democrática. Salvo, en el caso boliviano.
Pareciera que en el conflicto en Formosa, el pueblo qom no está entendiendo cuál es la escenario donde tiene que jugar y los funcionarios del gobierno nacional, no están entendiendo cuales son los gestos políticos que deben realizar. Acuerdos para descomprimir la coyuntura son simples, lo complejo es desandar el racismo institucionalizado bajo el paraguas de la interculturalidad.
Algunos gobernadores siguen respondiendo al viejo mandato hegemónico de “civilizar al indio” y no logran visualizar que la gobernabilidad al interior de las provincias es insostenible con constantes conflictos en los territorios indígenas. Porque indios somos, pero tontos no: votamos.
Pareciera que hay un problema de praxis política y también de formas de acumular poder.
Construir poder sería, si el Estado decidiera incorporar en la planificación de las políticas públicas un enfoque sociocultural indígena que garantice en los resultados, en los procesos y en las estructuras, el derecho a la continuidad cultural como pueblos con sus territorialidades.
Construir poder sería, sumarle a la argentinidad el pensamiento político indígena que se autodefine como etnonacionalista para reconstruirse como un nosotros político. Poder, para poder nosotros.
No hay argentinidad posible sin nosotros. No hay gobernabilidad democrática sin nosotros, como tampoco hay viabilidad democrática sin Cristina.
Verónica Azpiroz Cleñan
Cientista Política
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