"Chile, País de Regiones”. Como chiste, muy malo. Magallanes, con su protesta frente al alza del precio del gas, ha transparentado por fin las cosas. En pleno siglo XXI, el centralismo chileno no solamente asfixia. También apesta, huele a rancio. Ya lo había denunciado antes la población de Isla de Pascua y mucho antes que ellos, los propios mapuches en el sur. Pero bueno, estos últimos son “indios” y bien sabemos, sobretodo gracias al profesor Sergio Villalobos, que esta gente vive reclamando y la mayoría de las veces por todo. Además, por si fuera poco, nunca proponen nada. Solo reclaman. Y por lo general, a gritos. Pero el milagro, créalo estimado lector, aconteció. Fue en pleno festejo del Quinto Centenario. Gobernaba Patricio Aylwin y la naciente democracia parecía abrir un cuadro de garantías, derechos y libertades políticas inédito en Chile. Así lo creyeron los miembros del Centro de Estudios Liwen, tal vez el primer “think tank” mapuche, cien por ciento made in Temuko. Fueron ellos, un grupo de intelectuales liderados por José Mariman, los autores de una osada propuesta de abordaje político del por entonces ya mal llamado “conflicto indígena”.
A contracorriente del indigenismo de Estado y su paternalismo y sus subsidios y sus mapuchitos descalzos que ya asomaban en el horizonte de la Concertación, Liwen apostaba sobre todo por el empoderamiento político. Nada de guetos indígenas. Cero discriminación positiva. Ni ahí con leyes indígenas de segunda o tercera categoría. La situación mapuche en Chile, concluyeron, obedecía sobre todo a un tema de hegemonía. De poder. Una situación colonial, a fin de cuentas. Y ella demandaba ingresar cuanto antes a la arena política. Dejar de ser objetos y pasar a ser sujetos. ¿Pero sujetos políticos dónde? ¿A nivel estatal, donde seríamos eterna minoría demográfica y, por consiguiente, electoral? Urgía un nuevo marco político administrativo. Más local. Acotado territorialmente a la realidad mapuche. ¿Tareas urgentes del periodo? descentralizar el Estado, democratizar la vida política regional y gestar una fuerza política propia. Convengamos que al 2011, ni Patricio Navia ni Carlos Peña han demostrado tamaña lucidez en la materia.
Así surgió la propuesta de Liwen, bautizada “Cuestión Mapuche: Descentralización del Estado y Autonomía Regional”. Esta contemplaba un “Estatuto de Autonomía” para La Araucanía más un par de comunas adyacentes. Esta sería gobernada por una “Asamblea Regional” elegida democráticamente por toda la población y un “Gobierno Regional” emanado de dicha Asamblea. Tomando en cuenta la realidad pluriétnica de la región, la propuesta buscaba sobretodo generar una nueva cancha donde chilenos y mapuches pudieran competir –en igualdad de condiciones- por el poder político. Que tuvieran, dependiendo del favor y la confianza ciudadana, la opción democrática de llegar a ser gobierno. La idea, por cierto, no pretendía inventar la pólvora. Tomaba como base diversas experiencias a nivel mundial, caminos que democracias modernas habían transitado para posibilitar espacios de real convivencia inter-étnica y no precisamente simulacros de verdad histórica y nuevo trato. Si al interior del estado español existía un País Vasco o una Catalunya; si al interior del estado canadiense existía un Quebec o un Nunavut, ¿por qué al interior de Chile no podría existir un País Mapuche? Federalismo atenuado, le llaman los estudiosos.
Huelga reconocer que la propuesta no calentó a nadie. Ni al gobierno, interesado en transformar a los mapuches en cautiva clientela electoral (¡vaya si les resultó su plan y por dos décadas, estimado Ricardo Brodsky!), ni al propio movimiento social mapuche, cautivado por un jovenzuelo de apellido Huilcaman que, trarilonko y melena al viento, propagaba por entonces la guerra santa contra el “winka invasor”. A poco andar, hasta sus propios autores parecieron tirar la toalla. Incomprendidos en su tiempo, unos se fueron y los que quedaron hicieron de lo académico un refugio. De la reconstrucción nacional al trabajo bibliotecario. Definitivamente, el horno no estaba entonces para bollos. Pero han transcurrido casi dos décadas. Y una nueva generación, los mapuches 2.0, la hacen suya y cada día con mayor entusiasmo. Y es que, como pocas, esta nos conecta no solo con nuestras propias reivindicaciones en tanto grupo étnico; abre además un amplio abanico de posibilidades para conectar con la población chilena y sus demandas sociales no satisfechas. ¿O es que acaso el centralismo del Estado afecta en La Araucanía solo a los mapuches? ¿Constituyen la cesantía, el analfabetismo, la marginalidad social, los bajos índices educativos, la discriminación, fenómenos exclusivamente nuestros? En absoluto. Al igual que sucede hoy en Magallanes, el centralismo chilensis nos afecta a todos y sin distinción. He allí la clave para sumar y no ser sumados.
Autoridades regionales designadas desde La Moneda; presupuestos locales cortados en Teatinos Nº120; candidatos a cargos de representación popular nominados a dedo por las cúpulas metropolitanas; grandes tiendas, gigantes del retail y mega empresas forestales tributando sus impuestos en comunas como Las Condes y Vitacura; ¡impuestos regionales financiando el transporte público capitalino!… Y es que la primera víctima del centralismo suele ser siempre el sentido común. Las cosas por su nombre. Para Chile, el país más largo del mundo, el actual modelo de Estado resulta anacrónico, una reliquia histórica, propia del siglo XIX. O de la Roma Imperial, que es donde se inventó aquello de los “gobernadores provinciales”. Bien lo sabía Pinochet, para quien nunca la “regionalización” del año 74’ fue un intento por descentralizar el poder o democratizar el país. Por el contrario, lo suyo era el “control social”, la “contención”, Chile dividido en 13 “teatros de operaciones” para la desquiciada guerra interna que aseguraba estar librando en nombre de la Patria, Dios y la Familia. ¿Hasta cuándo seguiremos esperando? Sigamos el ejemplo de la combativa región de Magallanes. Recuperemos la Propuesta de Autonomía del año 92'. Y hagamos, chilenos y mapuches juntos, de Temuko nuestro Santiago.
* Publicada originalmente en The Clinic, Edición del Jueves 13 de Enero de 2011 / www.theclinic.cl
dimanche 16 janvier 2011
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