“Mi teoría –sintetiza el agricultor- es que las acciones y el conocimiento humano han destruido la naturaleza, y entonces, si los abandonamos, la naturaleza se recuperará por sí sola”. Fukuoka no hace, sólo es: “pienso que no tengo talento para hacer una organización. Por otro lado nunca he visto una organización funcionando bien, necesitan dinero e infraestructuras para funcionar.
Para reverdecer sólo es necesario semillas y arcilla”.
por Marco Ripetti
Fuente: http://www.elfracaso.cl/?p=7383
Los métodos de supervivencia de un humilde agricultor japonés
Aportan hoy al mundo una experiencia de base propicia para
El no-hacer desde una agricultura revolucionaria de PAZ.
Masanobu Fukuoka (1913-2008) era un hombre que creía en la ciencia, era biólogo y trabajaba para el estado de Japón en la Inspección de Plantas del Departamento de Aduanas. Estaba muy cómodo inserto en Babilonia (civilización anti-natural que construye ciudades y códigos de leyes), sin embargo, a sus 25 años no podía evitar pensar que el mundo no se trataba sólo de eso: trabajar, consumir y dormir. Estaba sobrecogido por el miedo a la muerte y se cuestionaba el sentido de la vida humana.
Un día cualquiera, a la salida de su trabajo caminó por la ciudad de Yokohama, desorientado y dubitativo recorrió senderos y calles de asfalto, hasta que el amanecer lo encontró dormido en un parque. Despertó con el aletear de una garza mientras salía el Sol, al abrir sus ojos le sobrevino una intuición que él mismo relata: “la humanidad no sabe nada en absoluto, no hay valores intrínsecos en nada, y cada acción es un esfuerzo fútil, sin sentido… en este mundo no hay nada en absoluto” .
Masanobu Fukuoka aclara que la agricultura, para que sea natural, no debe confundirse con abandono. “La agricultura natural –comenta- surge del centro inmóvil e incambiable del desarrollo agrícola… en la medida en que la gente se separa de la naturaleza, gira más y más lejos de este centro"
Ese día de 1937 fue a su puesto de trabajo y renunció a su empleo, se fue a recorrer la Península de Boso por dos meses, conociendo chacras de campesinos y algo acerca de su ignorancia sobre lo que tiene su hogar en la Tierra, lejos de aquellos laboratorios y microscopios. Al final del recorrido se fue a la chacra que lo vio nacer, donde vivía su viejo, quien le confió los cultivos de mandarinos, que eran podados para recoger con facilidad sus frutos. Pero Masanobu prefirió dejarlos sin podar y el resultado fue que “las ramas se entrecruzaron, los insectos atacaron los árboles y la totalidad del vergel se secó en poco tiempo”
Estaba convencido que “los vegetales crecen por sí solos y no necesitan ser cultivados”, pero una vez que el humano los interviene, los vuelve dependientes de esta manipulación.
Tan comprometido estaba con la vida de los seres del huerto, que se sintió acongojado. Luego de reincorporarse por un tiempo al mundo laboral, apoyando la producción de alimentos durante la segunda guerra mundial, volvió al campo y buscó la forma de comunicarse con el espacio natural.
Observó, meditó y actuó. Así fue cómo inició el camino sin desvíos durante 30 años en la agricultura natural: el no hacer (en japonés: ‘mu’). Mediante un par de ciclos de trabajo y observación pudo notar cómo el medio ambiente funciona óptimamente dejado tal cual, al natural.
Reviviendo la Pacha Mama (Madre Tierra)
En un gesto de honestidad brutal, Fukuoka reflexiona en una entrevista realizada por la revista EcoHabitar: “Mi gran hallazgo ha sido descubrir que soy estúpido”. Después de ello, manifiesta haber comprendido que “sólo una cosa existe: todo es uno. También descubrí que no hay nada que exista en este mundo”.
La principal acción que promueve la Agricultura Natural consiste en hacer bolitas de arcilla: Observando, Fukuoka comprendió que las semillas viajan a través del viento y las fecas de aves y animales para brotar y ver la vida, esta preparación es emulación de un proceso natural
De qué nos sirve el conocimiento, nos pregunta Masanobu, invitándonos a recorrer el sendero de la restauración natural del planeta, desde un ser que dijo lo que pensó e hizo lo que dijo, pensando, por ejemplo, que “si utilizas un pensamiento para separar el rojo del negro, has aprendido a separar el rojo del negro, pero nada sobre el rojo o el negro”.
“Hace 60 años –sigue- llegué al concepto del no hacer. La única palabra en mi cabeza ha sido MU. Todas las cosas que tienen valor realmente no existen. El conocimiento humano no tiene ningún valor, no tiene valor la separación de los colores, o algo que existe de lo que no existe”.
La civilización originalmente basada en el conocimiento humano –explica el agricultor-, debe haber comenzado cuando los hombres anhelaron la civilización natural que habían perdido. Pero el conocimiento humano no pudo comprender la realidad de la naturaleza, y en cambio se distorsionó, comenzó a correr en una dirección anti-naturaleza, e inevitablemente construyó una civilización falsa.
El error básico –continúa- es cuando el ser humano piensa que es él quien produce la comida. Por eso utiliza productos químicos. Ante la escasez de agua, el ser humano piensa que el problema se soluciona haciendo presas, pero no hace nada para solucionar el problema central. El hombre quema madera, carbón, uranio, cree que está creando más y más energía, “pero está haciendo lo contrario, la energía no sirve para nada”, dice Fukuoka.
“La razón por la que hemos destruido la naturaleza es porque lo que hacemos por ella lo hacemos en nuestro propio beneficio”, explica en la entrevista a los españoles. Por ello, Masanobu sugiere que el único trabajo que se le puede permitir a la humanidad es reverdecer la Tierra: “Debemos ponernos al servicio de la revitalización de la naturaleza”.
ReverdeSer
Según Masanobu, el hombre moderno “cree que puede luchar por la armonía con la naturaleza mientras disfruta una vida civilizada. Esto es como tratar de pescar en los árboles”. El nipón dejó un legado de pacífica revolución dedicando su vida al reverdecimiento, “demostrando que la cultura (el cultivo de labranza) que formó la base de la cultura occidental no tiene sentido, he negado las bases de la civilización (cultura)”.
Este método de cultivo ha permitido reverdecer desiertos, arrojando cientos de miles de bolitas de arcilla, las semillas que conviven en el espacio de la bolita se complementan en el suelo, generando las condiciones necesarias para la vida. Grecia e Israel ya han experimentado las bondades de la agricultura natural como vía de reverdecimiento, urgentemente necesario en el contexto actual de depredación del planeta.
El estado actual de las cosas, para Fukuoka, es como un farol giratorio, donde “todas las cosas son dinero, y el dinero es la luz. Los miembros del mundo del gobierno, la academia y la industria corren alrededor de este farol en una carrera de adquisición. Mientras corren, la derecha y la izquierda desaparecen. La gente ya no puede distinguir entre Oriente y Occidente, desaparece el problema norte-sur (…) Quienes están pensando el destino de la economía burbuja son los parias sociales de esta época”.
En la base de los denominados países subdesarrollados – reflexiona Fukuoka- el agrarismo permanece inalterable: “Sabemos que si imitaran a los países desarrollados con el crecimiento económico de autoridad centralizada y concentración unipolar, la economía de los individuos sería sacrificada y la gente rebajada mientras el país prospera (…) Esos pueblos saben con certeza de qué viven y qué les da la vida, para quién la gente trabaja y cuáles deberían ser sus metas. Ven los rascacielos de las naciones desarrolladas como tumbas de la raza humana y han percibido que los aviones que vuelan por el aire son muy inferiores a un solo tábano zumbando libremente por el cielo azul”.
“Mi teoría –sintetiza el agricultor- es que las acciones y el conocimiento humano han destruido la naturaleza, y entonces, si los abandonamos, la naturaleza se recuperará por sí sola”. Fukuoka no hace, sólo es: “pienso que no tengo talento para hacer una organización. Por otro lado nunca he visto una organización funcionando bien, necesitan dinero e infraestructuras para funcionar. Para reverdecer sólo es necesario semillas y arcilla”.
** todas las citas de este artículo, están contenidas en el libro ““La revolución de un rastrojo”
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Reviviendo la Pacha Mama nos pregunta Masanobu
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