mardi 14 septembre 2010

EL HAMBRE DE LOS MAPUCHE (Por Diputada Cristina Girardi)


“El mundo humano parece cultural por naturaleza, porque un hombre sin cultura no es un ser natural. Es un ser desgajado, no viable….Es un hombre amputado de su condición de hombre, puesto que sus promesas biológicas no se pueden desarrollar”.

(Del gesto a la palabra, Boris Cyrulnik).

No hay duda de que el SER en el caso de los humanos, tiene una raíz profunda en la cultura en que se desarrolla.

Algunas especies son transparentes las unas para las otras. Son especies que conviven en el espacio, pero no se tocan, no se ven, no “se significan” entre ellas.

En revancha, la gran mayoría de las especies están unidas con otras, porque adquieren relevancia entre sí, ya sean como parásitos o depredadores, entonces pasan a formar parte de sus mundos, dejan de ser transparentes.

Sin embargo, esos mundos pueden llegar a ser incomunicables, el gato no entiende al ratón, y al igual que el gato, somos capaces de comernos a un indefenso pajarito sin que ni siquiera un asomo de culpa nos aqueje. La falta de conocimiento sobre el otro, la falta de vínculos con otros, nos deja atrincherados en nuestro propio mundo de representaciones, en el que éstas son la única verdad y el único parámetro que guía nuestras acciones, nuestra moral, nuestras creencias.
Por su nivel evolutivo, se supone que el ser humano debiera ser el más capacitado para entender el mundo del otro, pero la historia de la humanidad dice otra cosa y en nuestro caso -el chileno – no sólo la historia sino nuestro presente empuja a la intolerancia, a la ceguera, a nuestra tan frágil capacidad de entender y comprender, pero sobre todo nos remite a nuestra escisión, a nuestra propia esquizofrenia, a nuestra incapacidad de integrar.

En nuestras escuelas nuestros niños se visten de huaso, de Rapanui, de Aymarás, y de Mapuche. Les enseñamos que esas son nuestras raíces, que de ahí provenimos, que estas culturas le dan sentido a lo que somos. Sin embargo, por otro lado, al pueblo mapuche, por el hecho de reclamar el derecho a la existencia, el respeto por sus creencias, entre ellas su relación con la tierra, de la cual son los legítimos dueños, los perseguimos, los declaramos subversivos, terroristas, indeseables.

¿Qué esperamos entonces que aprendan nuestros hijos? ¿Tendrán que respetarlos, deberán sentirse unidos por la sangre y por la historia, o por el contrario, deberán discriminarlos, acusarlos, perseguirlos?

¿Qué clase de país queremos ser, qué clase de Bicentenario queremos celebrar, sobre qué raíces pretendemos fundarnos?

La indiferencia afectiva, la incapacidad de salir del propio mundo, son quizás las mayores responsables de la destrucción del otro o de los otros. “Si el águila conociera al conejo, a lo mejor no se lo comería.”

Por

Cristina Girardi

Diputada

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EN ROGATIVA POR EL PUEBLO MAPUCHE / Ver Más: http://www.cristinagirardi.cl/?p=764

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