mercredi 28 septembre 2011

Temuco despide el invierno y recibe la primavera con un Carnaval.


Una reinterpretación del tradicional Tripal Pükem, la despedida del invierno, realizaron los integrantes de la Escuela Socio Cultural de las Artes, La Fabrika, por las calles de la población San Antonio en Temuco. Cientos de personas se acercaron a compartir el carnaval que relató la historia del contaminado río Cautín.

Texto Por: Felipe Gutiérrez /

Fotos: Felipe Durán

Entra a la plaza Los Boldos un Hullín, una especie de nutria de río autóctona de nuestro territorio y que está en peligro de extinción. Mide cerca de cinco metros y los niños la rodean, la siguen, quieren tocar su esponjosa piel. El Huillín está enfermo porque su hábitat natural es el Cautín, ahora contaminado por los años de depredación y mal uso de nuestro río.

El Huillín es uno de los protagonistas del carnaval que el pasado domingo se realizó en la tradicional plaza de la población San Antonio, en Temuco. La puesta en escena estuvo a cargo de los integrantes de la Escuela Socio Cultural de las Artes, La Fabrika, vecinos del barrio desde hace más de diez años. La idea del carnaval era resignificar el Tripal Pükem, la tradicional despedida del invierno, relacionándola con la contaminada realidad que vive el Cautín.

Para eso realizaron diversos talleres que se unieron en este carnaval de bienvenida a la nueva estación, juntando talleres experimentales de danza, música y construcción y manejo de marionetas gigantes, que se desarrollaron durante el año en la fábrica. El carnaval, que transcurrió a metros del Cautín, sirvió para hacer una perspectiva histórica del río, un llamado a recuperar los valores ancestrales evidenciando el negativo impacto que ha tenido la vida urbana y la falta de conciencia sobre nuestro leüfu.

Con el Huillín tendido en medio de la plaza, el pantano se enoja y envía a sus espíritus que hacen un llellipun unidos junto al agua y un impresionante pez que emerge de la oscuridad del pantano. Finalmente, entre los aplausos de los niñ@s, el Huillin vuelve a ponerse de pie y encabeza un pasacalle que es acompañado por las cerca de doscientas personas que se encuentran en la plaza. Recorren las calles de la población hasta llegar a las canchas desde donde, más allá de la Av. Los Poetas, se puede ver el mentado Cautín y subiendo la vista, el Conun Huenu. La música de a poco se apaga, junto con la luz del día, que da paso a las polillas, globo aerostático artesanal que comienza su vuelo en las canchas y se pierde luego en la inmensidad del cielo temuquense.

Se vuelven a escuchar unas trutrukas y aparece una guitarra alrededor de una fogata recién encendida. Un niño de no más de tres años está parado al lado de un kultrun que lo oye retumbar en el corazón: a cada golpe de la kultrun, se golpea él, también, su pecho. Pide una baqueta y comienza a tocar él también. Algunos autos detienen su recorrido en la costanera y la gente baja de ellos para ver qué está pasando. Los niños más chicos, cansados de perseguir marionetas gigantes que ya se fueron de las canchas, se retiran también en compañía de sus papás. La cancha comienza a vaciarse, ya no quedan ni marionetas ni bicicletas ni pájaros ni bicicletas con pájaros. Solo se ve, arriba, bien arribita en el cielo, la luz de tres polillas a punto de perderse en la oscuridad, que fue la manera que tuvo uno de los grupos artísticos más longevos, participativos y consecuentes de la ciudad de bien venir la primavera.

Fin

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