Si algo caracteriza al pueblo Mapuche en Chile y lo diferencia del resto de los pueblos indígenas de nuestro ensangrentado continente es su carácter indómito. Fue este carácter el que lo llevó a resistir exitosamente la dominación colonial del imperio español durante 300 años -en la denominada Guerra de Arauco-.
Este hecho no es menor puesto que, además de permitirles a los Mapuches preservar su territorio y con él su cultura, vino a demostrar que es posible derrotar las insaciables ambiciones de un poderoso Imperio, si es que se emplean adecuadamente la inteligencia y la perseverancia.
Obligados a aceptar tal condición, los españoles establecieron ya desde el siglo XVII un límite (el río Bío Bío) en el cual se llevaron a cabo relaciones fronterizas de paz y conflictos con la Nación Mapuche, esto es, con un pueblo soberano y un territorio liberado de toda intervención externa. Se evidencia aquí la indispensable necesidad de la Madre Tierra (Mapu) como sustento fundamental para la subsistencia del hombre (che) y su cultura, es decir, para la existencia misma de la manifestación material y espiritual del mapuche; del hombre de la tierra.
En consecuencia, no es que al pueblo Mapuche se lo haya despojado de sus tierras a partir de "tiempos inmemoriales" –como fue el caso de prácticamente todos los pueblos indígenas que ocuparon territorios ansiados por el “hombre blanco”- , fue el Estado oligárquico chileno a finales del siglo XIX el que, con una vocación declaradamente colonialista, realizó la infame labor de avasallar (con la superioridad tecnológica que proporcionan las armas de guerra del capitalismo moderno) a todo un pueblo, en lo que se ha venido a llamar eufemísticamente como la "Pacificación de la Araucanía".
Este hecho histórico no reviste ningún secreto, existen suficientes pruebas documentales que lo acreditan, sin embargo hay que insistir en vista del persistente manto que se ha tendido para ocultarlo.
Hoy, muchas comunidades mapuches salen de las sombras para reivindicar su existencia como tal, como unión entre pueblo y territorio; se levantan nuevamente para señalar con su bandera que ellos no son chilenos ni campesinos (como han pretendido designarlos la cultura oficial y el Estado), que poseen su propia historia a merced del sudor, la sangre y el sacrificio, y que en esta ocasión no es el imperio español el rival, sino el imperio del capital, es decir, el imperio de los intereses más mezquinos que dominan actualmente el mundo y que confinan al encierro, la tortura o la muerte a quienes osen desafiarle.
En este sentido, no es de extrañar que hoy el Pueblo Mapuche y la causa de los 32 comuneros que llevan 41 días en huelga de hambre se encuentran enfrentando la persecusión de una Ley Antiterrorista (heredada de la dictadura militar de Pinochet), así como el silencio de todos los medios televisivos chilenos (tan sensibles, por otra parte, con con los pesares del cubano Fariñas) que, alineados con la política oficial pretenden seguir manteniendo en las sombras al Pueblo Mapuche y su particular Historia.
Atentamente,
Gabriel Ugás M.
Profesor de Historia y Cs. Sociales
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