En este invierno un resfrío me tuvo en cama todo un día y fue suficiente suplicio. Pero cuando pienso en los 32 mapuches que además de estar en cama, se encuentran esposados a ellas, hace casi 50 días, me digo: “al menos yo he comido”.
Porque estar en huelga de hambre en cárceles terremoteadas, con gendarmes que pretenden tomar fotografías para hacer creer que comen, tras detenciones “preventivas” o “precautorias” interminables y en medio de acusaciones de terrorismo poco claras. No es chiste. Nadie devuelve años ni vidas.
Con todo el silencio malintencionado de la prensa, que viene a ser, como la nana que da los recados que el patrón quiere que se sepan (¿o no Tironi?). Con los prejuicios bicentenarios de nosotros los chilenos; con la región más empobrecida material e intelectualmente y una élite regional escasamente educada como “receptores de mensaje”; simplemente da para no levantarse más.
Por eso digo que es alto el precio de ser mapuche en Chile (y el desprecio también); lo único que se tolera son los “kultrunes de mercado” y “los indios pícaros”. Siempre y cuando el kultrun no esté tañendo sonidos que indiquen: “vuelve a casa, tu tierra te llama, tu hermano sufre” y sólo si el “indio pícaro” no tiene pretensiones ambientales o reivindicaciones ancestrales.
Cuando los gobiernos toman a un mapuche y lo ponen “para la foto” en la inauguración de algo; no es muy distinto a China mostrando a un tibetano; Estados Unidos a un irakí, Inglaterra a alguien de la India y Francia a un argelino. ¿Quién te quiere te aporrea, te somete y te utiliza?
Porque el “gran cambio” en la enseñanza de lo indígena ha sido reemplazar la palabra “indio” por “originario”; pero eso pasa en el colegio. Porque en la casa están los padres cargándola de los mismos prejuicios racistas en que educaron a nuestros abuelos: indios flojos porque el bosque es para cortar; el agua para ensuciar y la tierra para hurgar.
Como si no existieran otras formas de interpretar el Mundo o estuviera prohibido pensar distinto; desoyendo que “nuestros” saberes vienen de lo que rescataron los españoles de los árabes, los romanos y los griegos. Como si Oriente no existiera o como si nosotros fuéramos “lo normal”.
Nuestros impresionables chilenos con afanes de mundo, allí están para alabar la Muralla China (que aislaba de bárbaros); Pirámides del Sol y la Luna (para sacrificar inocentes); Machu Picchu (que forzaba al trabajo a miles de sujetos sacados de sus territorios de origen). Pero a la hora de evaluar las “obras” y “la capacidad intelectual” de los mapuches se quedan en silencio y hacen una mueca de desprecio. Piensan sinceramente que eran “inferiores”, eso mismo que enseñaban los evolucionistas libros en 1910 “no fueron capaces de; eran arcaicos”. Tal como si hoy alguien viera las “ampolletas de ahorro” y pensara: “no fueron capaces de hacer halógenos, antorchas o velas”.
Probablemente las mayores obras mapuches fueron: no haber erosionado todo el territorio, haber conservado bosques y aguas, haber construido con materiales biodegradables (porque una ruka es 100% reciclable y asísmica); haber intercambiado productos en vez de dedicarse a someter sistemática y centralizadamente otras sociedades, producir localmente en vez de traer manufacturas chinas con impuestos aduaneros (obligando a un trabajador chino a esclavizarse modernamente). Lo de no someter, más allá de la pugna con los pehuenches que Villalobos utiliza para insinuar: los “araucanos” fueron asesinos, nosotros “por la razón o la fuerza” podemos hacer con ellos lo que queramos (de hecho es peor: él señala que se extinguieron).
En cada chileno hay un mapuche negado viendo algún partido con la camiseta del Real Madrid, el Manchester o el Bayern, tiñéndose, hablando mal en inglés. Pero el chileno de Araucanía es distinto: es más racista, es de armas tomar y últimamente envidia profundamente a los becarios.
Los Dieciochos en Araucanía se celebran con rancheras, como recordando los balazos y las corridas ¿de cercos? Una región que mira el cuaderno del compañero para copiarle, no puede estar bien. Está negando todo el tiempo su singularidad. Y sí que es insólita y singular nuestra región, al punto que el Plan Araucanía plantea un modelo: “forestal e industrial que se conjugue con lo turístico”. Nada más raro.
Bueno, también hay colonos y colonialistas disfrazados de patrioteros huasos de rodeo, en una de las regiones menos chilenas de todas. Esos son los que reclaman sólo a partir de lo que pasó hace 120 años “cuando llegó el bisabuelo contratado por el gobierno y le dieron las tierras, los clavos y las vacas”. ¿Corre la máxima: “el que le roba a ladrón tiene cien años de perdón”? Porque Chile robó, a los españoles, en guerra, pero robó al negar la propiedad mapuche (y luego repartió en un sospechoso gesto), asunto que los colonos se empeñan en blanquear.
Aunque todavía quedan algunos –chilenos y mapuches- convencidos de que los mapuches son más chilenos que otros por estar primero incluso, de que esto fuera llamado Chile. Porque insistamos: a la llegada de los españoles el Valle de Aconcagua era llamado Chile, lo demás tenía otros nombres.
A esos mismos les cuesta aceptar que Araucanía es también llamada Ngulumapu y que los Presos Políticos Mapuches son “políticos” porque sus reivindicaciones lo son: justicia, participación, reconocimiento, autodeterminación, territorio, autonomía. Si reducen política a un voto sin discusión qué más se puede esperar.
En este caso reclamar juicios justos (en vez de los emanados de una ilegítima Ley de un dictador y ladrón al parecer llamado Daniel López) ni siquiera es pedir clavos, tierras y vacas regaladas; tampoco es pedir que lo borren a uno de Dicom por codicioso e incumplidor.
Van casi 50 días y 200 años de hambre y no creo que Piñera quiera cargar con muertos mapuches, como la “recandidateable” Bachelet lo hace con Matías Catrileo y Jaime Mendoza Collío. Dicen que hace bajar en las encuestas, señores amantes de las cifras.
Al asesino de Catrileo le dieron 3 años y 1 día de libertad vigilada (antes eran sinceros y decían “le pusimos escolta”) y a Mendoza Collío lo tasaron en algo así como un sueldo mínimo, eso valía su vida para los que administran en Estado. Digo esto, porque hablamos de precio y desprecio, cifras: 32 mapuches presos, 50 días en huelga de hambre, 100 años de cárcel arriesgan algunos. “Los temas que importan”.
Porque… ¿de qué sirve ser chileno o mapuche, convivir, “conmorir”, estar revueltos y divididos si a ninguno de los dos le importa el otro y no quiere ser el otro, en teoría? A ver si pasamos agosto, todos. Contradicciones hay hartas pero nos acostumbramos. En Temuco, la cárcel y el cementerio están en la misma avenida. El hospital y la Intendencia a medio caerse y no es zona de catástrofe, nos parece natural.
Fernando Ulloa Valenzuela
Licenciado en Historia
Universidad de Chile
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