mardi 22 février 2011

'A pesar del etnocidio que se lleva adelante nos ponemos de pie'; Pueblo Charrúa: de personajes de circo a valientes libertarios


Por Jorge Riani

Fuente: www.originarios.org.ar

Ocuparon el territorio que los mapas identifican como Uruguay, Santa Fe y Entre Ríos. En esta provincia convivieron por 70 años con los españoles, gracias a una paz negociada que contemplaba el respeto de mutuos intereses. Hasta que un día estalló la guerra y la matanza se prolongó por años. Los charrúas, esa nación originaria libró una guerra sin descanso para evitar su extinción. Fueron víctimas de emboscadas y engaños. También de humillaciones como fue mostrarlos en un circo francés a modo extrañezas de la exótica Sudamérica.

Contaba Escalante que su abuelo murió a los 82 años en la ciudad, en la que se refugió después de que le vaciaran el globo ocular de un disparo una madrugada. Según el relato, por el almacén del abuelo pasaban todos los jefes políticos y daban sus argumentos. Se retiraban sin escuchar ni una palabra del viejo. A la semana, llamaba a uno de ellos. “Conversaba diez minutos con el jefe político –escupiendo sus gargajos de flema parda a la vereda– y después se hacía preparar su volanta y salía a recorrer los ranchos de los mocovíes.

Ese año, el jefe político que había mandado llamar ganaba la elección”.

En su novela Cicatrices, Juan José Saer recrea una de las formas de relación de mutuo interés que unió a la población de inmigrantes y sus descendientes y la de los pueblos originarios.

“Así hizo mi abuelo alguna fortuna. El año cuarenta y cinco, en la elección de febrero, mi abuelo perdió un ojo. Había mandado llamar al jefe radical, y después recorrió los ranchos de los mocovíes que lo llamaron padre, le pidieron remedios para la diarrea y lo acompañaron hasta la salida del rancherío, saludando la volanta hasta que la polvareda arenosa que levantaba se esfumó completamente en el aire. Pero ganaron las elecciones los peronistas”, continúa Cicatrices.La relación del inmigrante, el europeo, con los pueblos originarios es extremadamente compleja y la visión apresurada, simplona y maniquea tan arraigada conjura con la posibilidad de abordar el asunto desprovisto de apasionamiento enceguecedor.

El lugar que los charrúas ocuparon en las batallas independentistas de José Gervasio Artigas, la inclusión en su declaración de derechos, abre una instancia interesante en las conciencias en las colectivas y pone en duda que la visión que se tenía del indígena era puramente limitada la cuestión de objeto.

PIEZA DE CIRCO

Vaimaca Perú fue un charrúa con un porte llamativo, valiente como todos los de su pueblo, que prestó servicio voluntario en el ejército de Artigas. Peleó junto al general Fructuoso Rivera en la defensa del territorio uruguayo, frente a las invasiones de las potencias.

Estuvo entre los charrúas convocados por Rivera, el 11 de abril de 1831, para volver a defender el suelo ya habitado, claro, por españoles, criollos y aborígenes. El punto de encuentro era orillas del arroyo Salsipuedes, entre Tacuarembó y Río Negro. Allí, los indios convocados como amigos fueron traicionados y asesinados a mansalva. El pillaje se conoce como Matanza de Salsipuedes. Vaimaca Perú fue llevado junto a otros charrúas a Paris, donde fueron exhibidos como un atractivo de circo. También arrastraron a esa humillación a Senaqué, Tacuabé y Guyunusa, que estaba embarazada.

“Luego de ser sometido a diversos estudios y de agotado el interés científico, es exhibido en un circo junto con sus hermanos charrúas, en donde sufren un trato cruel e inhumano. A consecuencia de este maltrato y de la tristeza por estar lejos de su suelo natal, Vaimaca muere el 13 de septiembre de 1833”, dice el sitio de asuntos históricos Revisionistas.

Los restos de Vaimaca regresaron a Montevideo el 17 de julio de 2002. Además del territorio por donde se extiende el mapa uruguayo, los charrúas habitaron el suelo de las actuales provincias de Entre Ríos y Santa Fe. El periodista Mario Alarcón Muñiz, en su libro Entrerrianías, donde confluye parte del material con que nutre sus micros radiales, aporta un material interesante al momento de entender la relación de inmigrantes y charrúas no sólo en esta provincia, sino puntualmente en Paraná.

CONVIVENCIA

“Los chanás-timbúes no ofrecieron a los españoles mayor resistencia y fueron sometidos de manera relativamente sencilla. Los grupos más belicosos se desplazaron hacia el Chaco, uniéndose a los aborígenes de esa región para hostilizar frecuentemente a Santa Fe, luego de la primera fundación (actual Cayastá) en 1573. La docilidad de los chaná-timbúes facilitó el poblamiento de las costas entrerrianas del Paraná y la instalación de las primeras estancias”, relató Alarcón Muñiz.

Precisamente, la organización económica del campo, la explotación del ganado, la demanda de mano de obra, la posibilidad de reconvertir la mecánica de subsistencia –por la cual se prescinde de la caza y se la reemplaza por el yugo a cambio de un pago– fue determinante para que los charrúas opten por un desplazamiento, lento pero sostenido, desde la Banda Oriental y de las costas entrerrianas del Río Uruguay hacia el oeste.

El historiador Filiberto Reula sostiene que hacia finales del siglo XVII podían verse charrúas en casi todo el territorio entrerriano. “Durante varios años –aporta Alarcón Muñiz– españoles y charrúas sostuvieron una guerra sin cuartel en Entre Ríos, hasta que en 1632 los caciques Yasú, habitantes de la zona ya conocida como la Bajada, acordaron de igual a igual con Hernandarias y su yerno, José Luis de Cabrera, el cese de las hostilidades. La paz se prolongaría setenta años, solo alterada por algunos hechos aislados. De los charrúas trascendió el carácter aguerrido que ostentaban al momento de defender su cultura, su pueblo, su pervivencia. Y no faltan razones para eso. Pero fue posible un marco de acuerdo de los españoles con los integrantes del pueblo charrúa: 70 años de convivencia pacífica.

“Ningún pueblo sudamericano sostuvo una pelea tan larga por su libertad e independencia. Erraron por los campos transmitiendo a su heredero, el gaucho, el sentimiento de la vida independiente y de defensa de la libertad”, juzgaron los autores Carlos Anadón y María del Carmen Murature.

ESCLAVISTAS

Fue el historiador Reula, uno de los que reveló que para los charrúas se abrió –con la negociación con españoles– una instancia de posibilidades, como comprar bebidas alcohólicas, naipes, vestimentas, caballos y hasta armas. La autoridad colonial les reconocía derechos que otras tribus no tenían frente al colonizador.

No son pocos los investigadores que afirman que el acuerdo de charrúas con los españoles incluía la provisión de guaraníes apresados por aquellos para que sirvan como esclavos en las estancias de los europeos. La hipótesis ha generado gran revuelo y promete seguir haciéndolo. Fue el año 1701, el marcado como el inicio del fin de la paz entre españoles y charrúas. El escenario del conflicto fueron las Misiones Jesuíticas, pero se extendió por todo Entre Ríos y la Banda Oriental.

La persecución no contempló piedad alguna. Uno de los episodios refiere a La Matanza, nombre con que se conoció el cerro donde hoy se ubica la ciudad de Victoria, precisamente por el crimen masivo de aborígenes. “Del episodio de la Matanza no hay fecha exacta. Martín Ruiz Moreno lo sitúa en 1728, pero la orden de exterminio de los aborígenes fue datada en 1749. Por entonces, la mayor concentración de nativos renuentes a someterse al conquistador se situaba en lo que hoy es Victoria”, enseña el autor de Entrerrianías.

Se consideran que eran minuanes, de la nación charrúa, las víctimas de esa matanza. De los charrúas ha transcendido el espíritu independiente. Esa es la característica que sobresale con la distancia del tiempo.

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