samedi 17 décembre 2011
Encuentro: “Se llevan nuestros bienes, dejándonos sus males”
Medio centenar de representantes de comunidades y organizaciones que defienden la vida y su territorio ante la amenaza de megaproyectos desde Arica a Punta Arenas, se reunieron el 8, 9 y 10 de diciembre en Santiago, para intercambiar experiencias y perfeccionar las respuestas frente al avance del extractivismo en sus localidades
Imagen: encuentro interregional / Foto: Marianela González / elciudadano.cl
Por Comunicaciones OLCA
El encuentro “Se llevan nuestros bienes, dejándonos sus males”, organizado por el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), congregó a comunidades impactadas por proyectos energéticos, agroalimentarios, forestales y mineros, que buscan fortalecer sus resistencias locales mediante la articulación y el aprendizaje de las diferentes respuestas que en los últimos 20 años se han generado. Esto, luego de constatarse que los modos de intervención de las empresas -y el comportamiento de las autoridades- es prácticamente idéntico en todos los rubros y regiones.
Uno de los temas que surgió con fuerza en medio de la crisis hídrica, territorial, sociocultural y ambiental que sufren los territorios, fue la ruptura de las confianzas, principal capital social de las comunidades, mediante mecanismos promovidos por el Estado como leyes, decretos o la línea “técnica política” en la que operan servicios como INDAP, SERCOTEC, CORFO, PRODESAL y otros; o también mediante las prácticas internas de las empresas, que invierten más dinero en cooptar dirigentes y financiar campañas publicitarias que las posicionen como “buen vecino”, que en mejorar las condiciones laborales, ambientales y de producción con las que nefastamente operan.
El panorama dibujado durante estos tres días, aunque desolador en términos de degradación de suelos, contaminación de aguas, división del tejido comunitario, cooptación de las autoridades y de los funcionarios públicos, sumado a una voluntad política nula para reformular el sistema político y económico que nos rige; resultó, sin embargo, tremendamente esperanzador. Las organizaciones representantes dieron cuenta de la enorme convicción y valentía que acompaña el caminar de sus comunidades, se elaboraron diagnósticos claros y contundentes y se inició el camino hacia la configuración de una matriz estratégica que re posicione el valor de lo colectivo, que anteponga el deseo por sobre la necesidad y que cuestione la base de la egoísta y peligrosa cultura de muerte que se pretende consolidar.
Esta estrategia común acordó dar cuenta de la fuerza propositiva que anima la resistencia, diseñar mecanismos efectivos de fiscalización comunitaria a empresas y autoridades, configurar mecanismos eficientes de generación y difusión de información en medio del poderoso cerco mediático existente, denunciar la fuerte criminalización (judicial, militar, mediática y administrativa) que recae sobre quienes se oponen al falso slogan de progreso y desarrollo que ha sistemáticamente empobrecido a las comunidades locales y enriquecido a los clanes Matte, Angellini, Luksic y otras corporaciones transnacionales que operan en el territorio con extremas facilidades.
Fue relevante asimismo, la constatación que pese a las muertes, el miedo y las sendas amenazas que acompañan el cotidiano de las comunidades, hay una convicción transversal por defender el agua, la vida, la identidad y el territorio, promoviendo la soberanía, la autogestión y la autodeterminación, y fortaleciendo las experiencias de intercambio hacia el mutuo aprendizaje.
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