mercredi 7 décembre 2011

La otra resistencia mapuche


En la comunidad de Lilcoco, los herederos mapuche-huilliches trabajan sus bosques y se niegan a entregarlos a las grandes forestales, "trabajamos en conjunto, pero la tierra sigue bajo nuestro cuidado y nosotros respetamos el bosque nativo"...

FUENTE: La Tercera

Una solución más sencilla para encarar las dificultades económicas que enfrentan sería talar las decenas de hectáreas de bosque nativo que poseen. Otra opción, inclusive aún más rentable, es vender sus terrenos a alguna de las forestales que se han apoderado de los bosques del sur del país. Sin embargo, estos mapuche-huilliches han decidido resistir, tal como lo hicieron sus ancestros, aprendiendo a trabajar lo que tienen de forma sostenible.

Juan Nahuelpán Allaupán es hijo de lonco, misión que hoy desempeña su hermano, mientras él se encarga de preservar el bosque. Recibió, como herencia, 100 hectáreas en el sector de Lilcoco, ubicado en la comuna de Lanco, al norte de la Región de Los Ríos.

Nahuelpán Allupán -se preocupa en todo momento de que sean recordados ambos apellidos- se demora un día completo en subir, caminando, el cerro en donde posee 88 hectáreas de bosque nativo. Allí han crecido por siglos los árboles de roble, raulí, laurel, radal y avellano.

De estos árboles vive él, su esposa y sus dos hijos, de ocho y 11 años. "Ellos difícilmente van a continuar con esto, porque conocen las comodidades. Van a querer eso y está bien que estudien y se dediquen a otra cosa, pero igual apena", cuenta acongojado Nahuelpán.

El también tuvo la oportunidad de salir del campo y vivió por seis meses en Santiago, aunque nunca se adaptó. "Allá la gente vive triste, aunque se supone que tienen más comodidades. Pero acá tenemos agua potable, luz eléctrica, servicios y tenemos la tierra", argumenta.

Juan Antonio Carrillanca Nahuelpán es su amigo y vecino. Ambos hombres son mapuche- huilliches y superan los 70 años de edad, pero no se cansan en recorrer cuesta arriba el bosque. Lo que está delimitado es su sitio, pero ellos reconocen que la tierra no es su pertenencia. "Uno no puede ir y talar todo para tener un par de pesos", dice Carrillanca Nahuelpán, quien también exige que ambos apellidos se recuerden.

Saben que la venta de madera es un trabajo a largo plazo y que aquello que están cortando hoy es fruto de años e incluso décadas anteriores. La paciencia es fundamental, pero también deben obtener de alguna parte los recursos para vivir. Así, el ingenio ha sido la clave de estos hombres del sur.

Una de estas actividades es la recolección de avellanas, comercializándolas localmente. Y la madera que no posee las condiciones para ser vendida tiene dos destinos: cortarla, para venderla como leña, o transformarla en carbón. Este proceso lo realizan con facilidad, gracias a un horno metálico transportable que fue donado para la comunidad, pudiendo vender gran cantidad de sacos.

Conocen a la perfección los ritmos y los ciclos del bosque, pero con la ayuda de la Conaf aprendieron técnicas de trabajo sustentable. Pueden reconocer cuáles árboles necesitan ser cortados para dejar crecer al resto o cuáles no tienen posibilidad de ser vendidos a las forestales.

"Nosotros vendemos a las forestales la madera nativa que raleamos. Los extensionistas nos ayudan a saber cuánto y a qué precio vender", señalan. Y no venden ni un palo extra que pueda ir en contra de la mantención del bosque nativo.

Para estos hombres esta es su nueva resistencia. "Trabajamos en conjunto, pero la tierra sigue bajo nuestro cuidado y nosotros respetamos el bosque nativo", sentencia Carrillanca.

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