Entre el 2 y el 3 de febrero, los contornos del cerro León cobijaron una manifestación de afirmación territorial por parte de dos comunidades mapuche. En la intimidad de esos bosques milenarios, la Municipalidad de El Maitén pretende desarrollar un centro de deportes invernales... Crónica en primera persona.
Por Adrián Moyano
Fuente: adkimvn.wordpress.com
A nuestras espaldas, los murmullos del bosque respondían a los toques de kultrun y se sumaban con belleza a los afafan. Al frente y detrás del rewe, se extendían vastas extensiones de la estepa patagónica. A la derecha de las banderas y gracias a la altura de donde desarrollábamos el llellipun, podíamos ver el rumbo caprichoso del río Chubut en su búsqueda del lejano mar. Todavía no terminaba de salir el Sol pero la claridad era contagiosa: trawünen el espacio territorial de la comunidad Cañio.
A unos cuantos pasos del pequeño lelfün indignaba la herida abierta. Con motosierras primero y una retroexcavadora después, la lógica de los winka había tajeado de manera brutal el corazón verde. ¿Cuánto demora un ñire en alcanzar 30 metros de altura?, ¿Cuántas lengas hay que matar para construir un centro de deportes invernales?. La Municipalidad de El Maitén no se preocupó por cavilaciones que seguramente encontraría superfluas cuando decidió impulsar el proyecto en las laderas del cerro León. Menos aún se interesó por conocer la opinión de las comunidades Cañio y Niripil, cuyos mayores residían allí cuando por el valle de abajo ni siquiera transcurría La Trochita.
“Si estuviera mi padre, tendría 98 años. Él nació acá. Mi abuelo también vivía acá pero no sé de dónde vino, no me acuerdo”, me dice Virgilio Cañio, lonko entre los suyos. “A mi abuelo lo conocí, hablaba en mapuche. Mi padre también hablaba”, apuntó. Después, cuando circuló la palabra al finalizar la ceremonia, uno de sus hijos compartió que “antes, todos por acá eran Cañio”. Con un gesto, abarcó las laderas del cerro que miran hacia el este y la llanura que se explaya debajo.
Y dale con el desarrollo...
El Maitén se erige en el noroeste de Chubut, a escasos 5 kilómetros del límite provincial con Río Negro. La mayoría de los turistas que transitan por la Comarca Andina del Paralelo 42 llega hasta Epuyén, a unos 30 kilómetros de aquí. En otras épocas, la localidad se enorgullecía por albergar los talleres del ferrocarril de trocha angosta, cuyas vías todavía unen Ingeniero Jacobacci (Río Negro) con Esquel (Chubut). Pero desde la avalancha privatizadora de los 90 la célebre Trochita languidece y el ambiente ferroviario de antaño apenas si es un grato recuerdo.
Contra los mapuche, el atropello más reciente comenzó en 2010 y se extiende hasta hoy, cuando en los actos administrativos primero y en los hechos después, intentó avanzar la concreción del Centro de Ski Cerro Azul, un proyecto que se impulsa desde ámbitos provinciales, municipales y desde ya, empresariales. Con el loable argumento de desarrollar económicamente a El Maitén, la iniciativa contempla la apertura de 19 pistas de ski en las alturas del cerro León, al que también se denomina Azul. Claro que para llevar adelante ese cometido, hace falta talar de manera indiscriminada hectáreas y más hectáreas de bosque nativo. En primera instancia, se abrió un camino que parte de Buenos Aires Chico (suburbio de El Maitén) y asciende hasta los primeros contornos del bosque. Luego, los emprendedores levantaron una coqueta construcción que tendría como destino albergar a los esquiadores antes o después de su práctica deportiva. Los Cañio y los Ñiripil observaron con preocupación las tareas inaugurales, pero cuando el sonido ronco de las motosierras terminó de vulnerar la intimidad del lemu decidieron “bajar al pueblo” para pedir explicaciones.
“Fuimos a la Municipalidad y nos dijeron que estos son campos fiscales y que ellos no tienen que pedir permiso a nadie”, recordó Javier Cañio, hijo de Virginio y Gladys Millane. De trarilonko blanco – negro y facón a la cintura, Javier había permanecido toda la noche frente al fuego, en compañía de otros integrantes de su familia. Acompañaron la vigilia algunos de los Sepúlveda, miembros de la comunidad cuyos espacios territoriales también se sitúan en Cerro León pero más hacia el norte. Aquí no tuvo suerte la estrategia de seducción que mineras o petroleras despliegan en otras zonas del Wallmapu: los tres lofchede Cerro León – Buenos Aires Chico le dicen No al centro de deportes invernales, aunque según los impulsores del proyecto, con la infraestructura podrían mejorar sus estándares de vida.
El lonko Abelardo Sepúlveda conoce de espejitos de colores. “Tenemos que estar unidos porque siempre los terratenientes se quieren quedar con los campos que no son de ellos”, expresó varias veces durante el trawün. Los Sepúlveda hablan con conocimiento de causa. Hace años mantienen a raya las aspiraciones del usurpador de turno, que también tiene excelentes relaciones con el poder político local. Detrás del proyecto del Cerro León hay apellidos conocidos para los mapuche del noroeste de Chubut pero la metodología tiene ribetes novedosos.
“Acá sí, suele juntarse un metro de nieve. Más también”, me dice un peñi del lofche Sepúlveda. Vivo en Bariloche y sé que en los últimos años, preocupa a empresarios y esquiadores el acortamiento de las temporadas. Nieve cae pero en menos cantidad que una década atrás y su presencia no alcanza para superar el mes y medio de pistas aptas. Aquí el panorama no podría ser muy distinto, con el cerro más bajo y hacia el este. “El verdadero negocio es inmobiliario. Dicen que quieren hacer el complejo para que la gente pueda disfrutar de la montaña, pero en el fondo está la cuestión inmobiliaria”, afirma Mauro Millán, werken mapuche que desde la radio Petu Mogeleiñ se convirtió en la pesadilla del establishment local. La metodología recuerda a la que intenta poner en marcha un conglomerado empresarial en el cerro Perito Moreno, en la jurisdicción municipal de El Bolsón. A través de testaferros, el magnate británico Joseph Lewis maniobró para obtener la concesión del centro de deportes invernales que allí funciona y luego, argumentar que la rentabilidad de sus inversiones sólo se lograría con la edificación un barrio súper exclusivo en la Pampa de Ludden, ámbito que alberga las nacientes de aguas que alimentan Mallín Ahogado, un paraje de belleza singular y fuerte tradición agrícola.
Allí, son los vecinos auto-convocados los que enfrentan la codicia insaciable de empresarios, sean éstos europeos o nacionales. En El Maitén, son las comunidades mapuche las que frenaron el atentado contra la itrofil mogen a través de las movilizaciones y de un recurso de amparo. Si bien el Poder Judicial todavía no se expide sobre la cuestión de fondo, rige una medida cautelar que ordenó no innovar. Por eso, las columnas metálicas que deberían sostener a los medios de elevación de la primera pista, descansan aún impotentes a un costado del lelfün.
Trayectoria coherente
No somos muchos. Es domingo, va a hacer calor y todavía hay gente que disfruta de sus vacaciones. Pero los mecanismos del perpetuo despojo no acostumbran a descansar. Antes de que expirara 2012, los abogados del intendente de la localidad chubutense contestaron la demanda que habían interpuesto los Cañio y Niripil. Patrocina a los impulsores del centro de ski gente de trayectoria anti-mapuche: Ricardo Gerosa, Martín Iturubu Moneff y Ricardo Gerosa Lewis. Son los abogados de la Compañía de Tierras del Sud Argentino, es decir, la trasnacional italiana Benetton. Gente coherente. En su contestación citan profusamente a Rodolfo Casamiquela para renovar las ofensas, en esta ocasión, contra los Cañio y Niripil: que no son comunidades, que los mapuches son chilenos, que son oportunistas, que “nuestros” eran los tehuelches... Hasta se dan el lujo de cuestionar la validez del Convenio 169 de la OIT en la Argentina porque según entienden, se aprobó sin seguir el procedimiento de rigor. Un planteo insostenible desde diversos de puntos de vista pero se sabe, el Poder Judicial no conoce mucho de independencia si se trata de administrar justicia en favor de los pueblos originarios.
Los lonko y el werken bajan sus respectivas banderas. En apenas dos horas, la temperatura se elevó unos 20 grados. Nuevos gritos saludan el final del trawün. Pienso que 140 años atrás, caravanas mapuche y tehuelches transitaban el hermoso valle donde se alzan El Maitén y un poco más al norte, Ñorquinco. Juntos los miembros de los dos pueblos, en paz, intercambio cultural permanente y acuerdo político. A comienzos del siglo XXI, esos mismos campos son propiedad de Benetton y otros terratenientes. Viejos y nuevos. A la vista está el espacio territorial de la comunidad Vuelta del Río, que sabe y mucho de resistencias. Ahora, les toca a los Cañio levantar la voz para evitar la concreción de otro despojo, la dignidad de la otra lógica. Somos pocos pero tenemos innumerables aliados: los newen del winkul, de la mawiza, del menoko, del lemu... La nuestra es la causa de la vida. No tenemos derecho a perder.
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