Decepción con los resultados de Rio+20 es lo que sienten
ambientalistas y científicos que esperaban que la conferencia señalara rumbos
más concretos para enfrentar los grandes desafíos socioambientales globales, la
lucha contra el cambio climático entre ellos.
Por José Pedro Martins desde Rio de Janeiro
COMUNICACIONES ALIADAS
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, Rio+20, realizada en Rio de Janeiro del 20 al 22 de junio, no fue convocada para discutir cuestiones ambientales, sino la transición hacia una economía verde asociada a la lucha contra la pobreza. Sin embargo, era inevitable que los grandes desafíos ambientales globales se abordaran en el evento, lo que en efecto sucedió, por ejemplo, con el gran dilema de luchar contra el calentamiento global. Y en ese sentido se esperaba que Rio+20 al menos señalase caminos más esperanzadores en términos de la contribución de la economía verde a la lucha contra el calentamiento global, lo que en los hechos no ocurrió, frustrando a muchas organizaciones no gubernamentales y otras instituciones que promovieron debates paralelos sobre el tema.
Los daños anuales que América Latina y el Caribe sufrirán como consecuencia de los impactos físicos asociados con un aumento de 2ºC en la temperatura sobre los niveles preindustriales, serán superiores a US$100 millardos, cerca de 2% de los valores actuales del producto interno bruto del continente.
Este es uno de los datos del estudio “El Desafío Climático y de Desarrollo en América Latina y el Caribe: Opciones para un Desarrollo Resiliente Bajo en Carbono”, que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) dio a conocer en el marco de Rio+20.
La gravedad de la cuestión del clima fue reiterada en varios momentos de Rio+20, en términos de su impacto para las poblaciones más vulnerables. El estudio de la CEPAL observó que, por su situación geográfica y porque gran parte de sus actividades económicas dependen de la explotación de sus recursos naturales, América Latina y el Caribe son particularmente vulnerables a los cambios climáticos proyectados para los próximos años.
Entre las consecuencias previstas para el 2050, la CEPAL cita el colapso de gran parte del bioma de corales en el Caribe, la desaparición de la mayoría de los glaciares ubicados por debajo de los 5,000 metros, la posibilidad de sabanización de parte de la Amazonia y la reducción de los rendimientos agrícolas de varios cultivos. Habría impactos, por lo tanto, en el suministro de agua y la seguridad alimentaria de millones de personas.
Acelerada urbanización
En ausencia de consensos gubernamentales de alto nivel para combatir el calentamiento global, queda el papel de las poblaciones que viven en las ciudades. Y en este sentido, Rio+20 mostró el nivel de preocupación por esta cuestión en la esfera de la sociedad civil y las autoridades locales.
La red C-40, compuesta por 59 grandes ciudades del mundo incluyendo Bogotá, Buenos Aires, Caracas, Curitiba, Lima, Rio de Janeiro, Santiago de Chile y São Paulo, promovió un gran encuentro en Rio de Janeiro durante Rio+20, y la lucha contra el calentamiento global fue uno de los temas centrales, teniendo en cuenta la urbanización acelerada en el planeta y el papel de las metrópolis en las emisiones de gases de efecto invernadero. La declaración final del encuentro indicó los compromisos de las metrópolis globales para implementar políticas, como el estímulo al transporte público, con miras a una reducción del 45% de las emisiones previstas para el 2030. Esta reducción, si se logra, sería de 1.3 millardos de toneladas, o 1.3 gigatones.
“Las ciudades pueden hacer mucho para reducir las emisiones”, coincide Paula Duarte Chrestan, doctora en planificación energética e investigadora del Instituto Aqua Genesis. Ella fue una de los responsables del inventario de emisiones de gases de efecto invernadero en el estado de São Paulo, el estado más rico, industrializado y poblado de Brasil.
Duarte Chrestan observa que los refrigeradores de alimentos y bebidas representan el 28% del consumo residencial de energía en Brasil. La creación del Sello Procel (sigla del Programa de Conservación de Electricidad) para calificar los mejores equipos, ya permitió una reducción del 20% en el consumo de energía en el periodo 1995-2005.
“Más de la mitad del potencial de eficiencia energética en Brasil está en el consumo de los hogares (sector residencial) y las industrias”, afirma la investigadora. También destaca el papel de las autoridades municipales en la promoción de cambios en el sistema de transporte público, con la adopción de combustibles renovables como medida esencial para ayudar a combatir el calentamiento global.
Potencial de energías renovables
El fomento de las energías alternativas, como parte de la lucha contra el calentamiento global, fue defendido en Rio+20 por organizaciones ambientalistas como Greenpeace, que presentó en el marco del evento la publicación “Horizonte Renovable” y el mapa Acuarela Renovable, resultado de una expedición realizada por todo Brasil. Las publicaciones documentan el potencial del país en energías renovables.
“El mapa traza para cada estado cuál sería la mejor opción de generación de energía para que la matriz brasileña sea más eficiente”, afirmó Camila Bastianon, coordinadora de investigaciones de Greenpeace.
En cualquier caso, a diferencia de Rio 92 —la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocida como Cumbre de la Tierra— Rio+20 no dejará marcas que indiquen grandes transformaciones, especialmente en temas como la lucha contra el calentamiento global y la deforestación que conduce a la erosión de la biodiversidad.
Rio + 20 “contribuyó al avance de la conciencia ambiental, el conocimiento de nuevas ideas y experiencias, pero en la práctica se requieren compromisos mucho más fuertes que en 1992, porque los problemas no han hecho más que aumentar en los últimos 20 años”, observa la superintendente ejecutiva de la Asociación Mineira de Defensa del Ambiente (AMDA) del estado de Minas Gerais, Maria Dalce Ricas.
Ella cree que la ausencia de debate sobre el calentamiento global y la erosión de la biodiversidad son particularmente graves para Brasil, teniendo en cuenta que más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el país se derivan de incendios y otras formas de uso indebido del suelo.
“La deforestación produce emisiones y conduce a la disminución de la biodiversidad. Es fundamental tener metas concretas y políticas muy eficaces para reducir la deforestación “, dice Dalce Ricas. “Los dueños del dinero y el poder creen que son inmunes a las consecuencias del cambio climático y otros desequilibrios ambientales. Y de hecho las consecuencias llegan primero a los más vulnerables, pero los dueños del poder no son inmunes”, agrega Ricas, reflejando un sentimiento generalizado en los movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales en cuanto a los resultados de Rio+20. —Noticias Aliadas.
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