Estados del Norte bloquean la ratificación de derechos ya
reconocidos universalmente. No solo es Estados Unidos, sus multinacionales, sus
bases militares y sus tratados de “libre comercio”.
Por Miguel Palacín Quispe, Coordinador General CAOI
El Cuadragésimo Segundo Período de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos se realizará del 2 al 5 de junio en Cochabamba, Bolivia. En su amplio Temario, de 86 puntos, figura el Proyecto de Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas en el puesto 23. ¿Será que esta vez los Estados se decidirán a aprobarla?
Después de tantos años de bloqueo de esta aprobación, tenemos razones para dudarlo. Pero la pregunta concreta es: ¿Necesitamos una Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas?. En septiembre se cumplen cinco años de la aprobación de la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas por la Asamblea General de la ONU, una Declaración que establece los estándares internacionales y es el marco interpretativo de las normas nacionales sobre los derechos de los pueblos indígenas. Pero que presenta una serie de restricciones que es indispensable superar.
No necesitamos una Declaración de la OEA si ésta solo va a copiar la Declaración de la ONU, sin superar sus restricciones, contenidas, entre otros, en los artículos 4 y 46.
Defender nuestros territorios y bienes naturales no quebranta ni menoscaba la integridad territorial de los Estados. Defender nuestras propias formas de organización política y exigir que formen parte de esos Estados tampoco, ni sobrepasa los asuntos internos y locales. Y en Latinoamérica, los gobiernos recurren al discurso de las apremiantes necesidades de la sociedad para imponer en territorios indígenas proyectos extractivos (mineros, petroleros, forestales) y de infraestructura, como los de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Suramericana (IIRSA), vulnerando todos los derechos.
Los derechos humanos, en particular la libre determinación, reconocido como derecho ius cogens (de cumplimiento obligatorio por los Estados) no pueden estar sujetos a las limitaciones determinadas por la ley. Por el contrario, las leyes deben ajustarse a los instrumentos internacionales de derechos humanos, que incluyen en nuestro continente a la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuyas sentencias protegen el derecho al consentimiento previo, libre e informado.
Negociaciones desfasadas y antidemocráticas
Los Estados del continente son renuentes a ratificar derechos que ya están reconocidos. No se entiende la sistemática actitud de las delegaciones de Estados Unidos y Canadá de bloquear la aprobación de una Declaración que no haría sino reconocer lo que ya está reconocido y aprobado por ellos mismos.
Las negociaciones de la Declaración de la OEA llevan ya mucho tiempo y están desfasadas. Y se discute sobre la base de un documento elaborado en 1997. Desde entonces el reconocimiento universal de los derechos de los pueblos indígenas ha avanzado muchísimo, gran parte de los contenidos que están en ese documento ya son parte no solo de instrumentos internacionales sino incluso de las constituciones y leyes nacionales. En Bolivia, por ejemplo, la Declaración ONU tiene rango de ley. Y los Estados insisten en ponerlos entre corchetes (sin consenso).
Las negociaciones de la Declaración de la OEA no son democráticas, pesa más la palabra y el voto de los países del norte. No solo es Estados Unidos, sus multinacionales, sus bases militares y sus tratados de “libre comercio”. Tres de las diez corporaciones mineras más grandes del mundo tienen su sede en Canadá y estas operan en Sudamérica con una larga historia de desastres ambientales y represión de las comunidades: Barrick Gold (la mayor empresa de minería aurífera del globo), Kinross Gold y Gold Corp.
Las negociaciones de la Declaración de la OEA no son democráticas porque los indígenas que participan en ellas, cuyas opiniones son muy respetables, no representan orgánicamente a las organizaciones nacionales de nuestros pueblos. No informan ni rinden cuenta de esas negociaciones. En el Abya Yala (América) existen organizaciones indígenas regionales: la COICA amazónica, la CAOI andina, CIMA y CICA en Mesoamérica y Centroamérica, así como cientos de pueblos y comunidades indígenas en proceso de articulación. Ellas son las que cuentan con bases en las comunidades y las organizaciones nacionales, con un proceso articulado y con propuestas consensuadas. Ellas son las que deben participar con voz y voto en esos espacios.
Región única
La Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas debería también tomar en cuenta la realidad particular de nuestro continente y sus pueblos indígenas. Porque el Abya Yala alberga las mayores zonas de biodiversidad y agua del planeta. Es el hábitat de una de las mayores poblaciones indígenas del planeta: 50 millones de personas de más de 400 pueblos indígenas. En particular, en los Andes Centrales y Mesoamérica vive el 90% de los indígenas americanos.
En nuestro continente están siete de los 17 países más biodiversos del planeta. Solo el Perú tiene 84 de las 114 zonas del mundo identificadas por su mayor biodiversidad. El 90% de todos los glaciares tropicales del mundo están en los Andes, lo cual hace indispensable protegerlos como fuentes de agua. En 25 años los glaciares andinos han retrocedido en 24% y los desastres naturales se han triplicado.
Pese a esta riqueza que es indispensable proteger y a esta alta vulnerabilidad, en América Latina los Estados implementan políticas destinadas a facilitar una creciente intromisión de las corporaciones multinacionales, particularmente extractivas (mineras, petroleras y forestales), con su secuela de vulneración de derechos territoriales, ambientales, culturales y a la consulta y consentimiento previo, libre e informado de los pueblos indígenas. Y con la consecuente militarización de los territorios y criminalización de la protesta.
Pero América Latina es también el centro de debate sobre la necesidad de realizar cambios estructurales del modelo económico neoliberal que ha conducido al planeta a una de las mayores crisis de la historia: económica, política, climática. Somos el centro de generación de propuestas destinadas a conquistar la soberanía de nuestros Estados. Y también el centro de generación de propuestas paradigmáticas frente a las crisis globales: la construcción de Estados Plurinacionales que expresen nuestra rica diversidad y el Buen Vivir en diálogo y armonía con la Madre Tierra, para garantizar un futuro a las próximas generaciones.
Todo ello debería ser expresado en una Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. De lo contrario, solo será una réplica de la Declaración de las Naciones Unidas y no representará un avance.
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