Arcaico y decadente es el imperante modelo energético que continúa promoviéndose en Chile desde las huestes políticas que facilita el lucro y los abusos a costa de la depredación y transgresión de derechos.
Impensado resulta en un País que se dice ser “desarrollado” y “democrático”, continúe al anclaje a modelos que intervienen elementos de la naturaleza, como los ríos, se destruyen ecosistemas, se afecta a poblaciones y se sobre ponen a desarrollos locales, todo esto, para facilitar negocios a grupos de poder económico y fomentar su lucro.
El Ministro de energía Máximo Pacheco realizó recientemente una entrevista a Revista capital y reafirmó la posición oficial estatal con respecto al modelo hidroeléctrico: “Nosotros hemos dicho con todas sus letras –y eso está en la agenda de energía y lo ha repetido la Presidenta de la República– que usaremos los recursos del agua para generar energía eléctrica en cualquier proyecto de cualquier región donde se respete la ley, el medioambiente y la comunidad”.
El periodista Felipe Gutiérrez, en una reciente publicación en el diario el ciudadano denominado “el fracking en Chile”, señalaba: “Estos megaproyectos han encontrado una fuerte resistencia de las comunidades locales.
En 2011 Hidroaysén provocó una reacción nacional sin precedentes, que marcó la mayor movilización callejera desde el retorno a la democracia, antes de las aún más multitudinarias protestas estudiantiles. A finales de los ‘90, la resistencia contra la construcción de una represa en Alto Bío Bío se convirtió en uno de los principales hitos en la disputa reciente entre el Estado chileno y el Pueblo Mapuche, pero más allá de estos dos conocidos casos, son más de una decena las comunidades locales que se han organizado para impedir proyectos de hidro y termoeléctricas. Dentro de ese contexto, el posible cambio derivado de la extracción de no convencionales plantea, desde círculos empresariales, dos escenarios para Chile: la autoproducción y la posibilidad importar shale gas”.
Cabe señalar que en Chile, El negocio de la generación eléctrica en Chile es un mercado libre, y su comercialización es través de contratos bilaterales entre las empresas generadoras que retiran electricidad de los sistemas interconectados con los clientes libres o las empresas distribuidoras.
De acuerdo a un estudio realizado por el INE y que contempla la distribución energética el 2007. La ciudadanía o mejor dicho el consumo residencial en el País es del 15 %. La minería consume el 33 %. La industrial que incluye a las celulosas consume el 29 %, la comercial un 11 % y la agricultura un 2 %. Es decir, entre las industrias como la minería y la de celulosas papeleras, consumen el 52 % de la energía en Chile.
Por lo señalado y vienen las contradicciones profundas con los planteamientos del Gobierno, que en vez de que se continúe dando riendas sueltas a los intereses de grupos de poder económico, se debería comenzar a actuar por el interés colectivo y en ese marco, no se está planteando, por una parte, la inviabilidad en el actuar ritmo de proyectos energéticos que se han multiplicado en el sistema; y por otro, sobre la necesidad de promover la autosuficiencia energética por parte de las industrias, comenzando a su vez a priorizarse la protección de los territorios para el fomento de desarrollos locales, razones de geopolítica y de interés colectivo y común.
En este contexto, interesante es la opinión que comparte el cientista político Alfredo Repetto como comentario en una columna: “El problema energético de Chile se debe principalmente a la improvisación que caracteriza al pensamiento neoliberal. Es decir, como para ellos se trata de obtener la máxima ganancia al menor costo posible y en un plazo de tiempo mínimo, no consideran que a futuro las consecuencias de este dogma son graves. Por ejemplo, nos exponemos a la falta real de energía que al final hace que ésta sea mucho más cara como de hecho pasa actualmente.
Entonces, es en el ámbito energético donde mejor podemos ver la falta de perspectiva del neoliberalismo. En esas circunstancias, nos urge la democracia porque solo a partir de ella podemos debatir sobre la forma de generar energía para desde allí plantear las bases más racionales y equilibradas sobre las que se sostendrá eventualmente un nuevo modo de producir y de distribuir los bienes que hacen a la riqueza de la Nación. Desgraciadamente, desde hace cuatro décadas que los sectores populares no tenemos derecho a expresarnos”.
Agrega en otro párrafo: “Por último, me pregunto porqué un país como el nuestro, con más de mil kilómetros de costa marítima, no hace uso de la tecnología relacionada con la energía mareomotriz que precisamente se produce gracias al movimiento de las mareas. Al no consumir elementos fósiles ni tampoco producir gases de efecto invernadero, no solo es una energía viable para Chile sino que también es limpia y renovable. ¿Tendrá que ver con el lobby que hacen los dueños del gas, de la electricidad, del agua, del cobre, etc, para que ellos puedan seguir haciendo sus negociados a expensas de los intereses y de la calidad de vida de los trabajadores?”.
Alfredo Seguel
http://mapuexpress.org
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