Un caso de mercantilización de la naturaleza, colonialidad y negación de los pueblos Indígenas, que termina por evidenciar una de las formas más silenciadas de “acumulación por desposesión”, tiene lugar en el archipiélago de Chiloé.
“En el sur de la “isla grande” se ubica el “Parque Tantauco”. Este parque constituye un proyecto privado de conservación que posee una extensión de 118.000 hectáreas (Parque Tantauco, 2013) de bosques milenarios que corresponden al 15% de la superficie de la isla. Su dueño es el Presidente de la República de Chile Sebastián Piñera…”
Eduardo Mondaca M.
Doctor © en Ciencia Política, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
Posgrado en Ecología Política, CLACSO.
Académico de la Universidad de Los Lagos – Sede Chiloé.
eduardomondaca.m@gmail.com
En el sur de la “isla grande” se ubica el “Parque Tantauco”. Este parque constituye un proyecto privado de conservación que posee una extensión de 118.000 hectáreas (Parque Tantauco, 2013) de bosques milenarios que corresponden al 15% de la superficie de la isla. Su dueño es el Presidente de la República de Chile Sebastián Piñera, quien pagó más de 6 millones de dólares al empresario norteamericano Jeremiah Henderson por su adquisición. Este predio tiene una historia particular. Historia de despojos legales e ilegales que iremos especificando en las líneas siguientes. Originalmente protegido por el Tratado de Tantauco, en 1923 gran parte de dicho territorio figuraba a nombre de la Sociedad Explotadora de Chiloé. Décadas más tarde, en 1968, fue adquirido por el conde francés Timoleón de la Taille, quien intentó explotarlo forestalmente, aunque sin éxito. En 1997 Henderson adquirió las tierras con el mismo propósito. Tampoco tuvo suerte, lo inaccesible del terreno elevaría demasiado los costos y optó por generar un proyecto de venta de terrenos destinados al negocio turístico. Con la asesoría de Douglas Tompkins, magnate norteamericano dueño del Parque Pumalin, acepta finalmente la oferta de compra que le hiciera Sebastián Piñera para crear allí una reserva del conservacionismo (Cayuqueo, 2013).
Sin embargo, la cara oculta de esta reserva natural es su superposición sobre territorios ancestrales del pueblo Williche de Chiloé. Hecho que ha significado el despojo de los bienes naturales de este Pueblo en favor del turismo de lujo internacional y la conservación.
es necesario señalar que “Tantauco”, es una palabra de origen Williche que significa “lugar donde se juntan las aguas”, nombre muy conocido para los habitantes del archipiélago, ya que recuerda al “Tratado de Tantauco” que fue un “acuerdo de paz” pactado entre representantes de la corona española y autoridades del estado chileno en el que se anexó Chiloé a la naciente República de Chile en 1826, y que además reconocía los derechos a perpetuidad de los Williche sobre sus territorios ancestrales.
Durante los años 1823 y 1826, por orden del Decreto Real de Hacienda Nacional de fecha 9 de septiembre de 1823, el Gobernador de la Provincia dispuso “el reconocimiento y justificación de los potreros realengos que poseían los naturales de la Costa de Payos, previa medición, tasación y pago en la Real Caja de San Carlos de Ancud” (Torrealba, 1917). Estos territorios fueron entregaron por la corona española al pueblo Williche de Chiloé a través de “Títulos Realengos” de carácter comunitario que corresponden a los fundos de Weketrumao, Compu, Coldita, Coinco, Guaipulli, Incopulli, Inio y Quilanlar. Los títulos fueron entregados a los líderes tradicionales del Pueblo y sus respectivas parcialidades.
“Conforme lo que se expone, el proceso de entrega de tierras de españoles a Williches, se presenta más acorde a la cosmovisión y la tradición indígena Williche, ya por el carácter comunitario de la entrega, por el reconocimiento que en los títulos se hace de las autoridades tradicionales, así como por el espacio territorial entregado” (Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato con los pueblos indígenas, 2003:1700). Todos estos territorios fueron reconocidos por el Estado de Chile a través del “Tratado de Tantauco” el cual en sus artículos 6° y 7° señala:
6°.-Los equipajes, propiedades y demás bienes, así muebles como raíces, de todos los individuos del ejército real serán inviolablemente respetados.
7°.-Lo serán igualmente los bienes y propiedades de todos los habitantes que se hallan actualmente en esta provincia.
Este último artículo viene a proteger los bienes privados y comunes de todos los habitantes de Chiloé, tanto a los de nacionalidad española, a los chilotes y también a los indígenas que se hallaran en la provincia. Se concluye, por tanto, que el Estado chileno se comprometió a respetar las bienes comunes de los Williche otorgados por la Corona española (Urrutia, 1992).
Sin embargo, hasta la actualidad, nunca al pueblo Williche se le han reconocido derechos sobre sus territorios y el Estado de Chile lo ha tratado como ocupante de tierras privadas. “La ley indígena 19.253 promulgada en 1993, no consigna como tierras indígenas a aquellas que fueron reconocidas como tales con títulos otorgados durante la Colonia, por lo tanto la situación de negación oficial se mantiene durante toda la historia republicana” (Muñoz Millalonco, 2003).
No obstante, la relación del Williche con su territorio es vital para su existencia como Pueblo y, por tanto, se reafirma hasta la actualidad. Han logrado mantener la ocupación indígena en parte de sus territorios a través de diferentes repertorios de resistencia, reafirmando en la conciencia colectiva Williche a este espacio territorial ancestral como soporte material, cultural y político de la propia existencia del pueblo. Se sigue conservando la reivindicación de los títulos realengos y se demanda la ratificación del Tratado de Tantauco como ley plenamente vigente en Chile.
Como señalamos anteriormente, gran parte de este territorio está actualmente en manos del Presidente Sebastián Piñera y es en torno a quien se da hoy el más significativo de los conflictos territoriales en Chiloé. La recuperación de este territorio orienta la lucha reivindicativa del pueblo Williche y sus comunidades.
CONSERVASIONISMO, COLONIALIDAD DEL PODER Y PUEBLOS INDÍGENAS (BREVEMENTE).
De acuerdo a los planteamientos que se han venido realizando podemos notar como gran parte de la lógica conservacionista opera desde una matriz colonial o neocolonial, la cual profundizaremos en las próximas líneas. De igual forma, podemos situarla dentro “del modelo económico propuesto para América Latina en el marco de la nueva división internacional del trabajo que trajo la globalización neoliberal y que supuso –y aún supone- una reprimarización de la estructura productiva regional” (Seoane & Taddei, 2010); a los efectos de asegurar la desposesión de los bienes comunes de la naturaleza a los pueblos y comunidades poseedores de éstos para su posterior mercantilización.
En el orden de estas ideas, no tendría sentido analizar al “Conservacionismo” como un fenómeno sin referencia a alguna estructura de poder. Hay que abordarlo como parte integrante de un “patrón de poder” específico. En tal sentido, según Aníbal Quijano este patrón de poder se origina en la experiencia colonial y desde entonces no ha dejado de reproducirse y desarrollarse manteniendo sus mismos fundamentos de origen y de carácter colonial. En otros términos, se trata de un patrón de poder que no deja, no puede dejar, su colonialidad (Quijano, 2006).
La “colonialidad del patrón de poder actual” implica, según Quijano, cuatro cuestiones cruciales. A saber, (1) la “racialización” de las relaciones entre colonizadores y colonizados. La experiencia colonial crea el cronstructo mental moderno de “raza” para naturalizar las relaciones de dominación; (2) La configuración de un sistema de explotación que articula en una sola estructura conjunta todas las formas históricas de control del trabajo para la producción de mercaderías para el mercado mundial, en torno de la hegemonía del capital; (3) el “eurocentrismo” como el modo de producción y control de la subjetividad y el conocimiento ; (4) el establecimiento de un sistema de control de la autoridad colectiva en torno a la hegemonía del Estado-Nación. El control de éste es exclusivo de las poblaciones racialmente clasificadas como “superiores” (Quijano, 2006).
Sobre la base de estas consideraciones es que Quijano indica que “las cuestiones referidas al debate de lo indígena no pueden ser indagadas ni debatidas sino en relación con la colonialidad del poder que nos habita, y solo desde esa perspectiva, pues fuera de ella no tendría sentido” (Quijano, 2006).
En efecto, el desplazamiento de pueblos indígenas -como el Williche- por parte del Conservacionismo es una cuestión relacionada directamente con la colonialidad del patrón de poder vigente. En consecuencia, no es difícil de entender que para los referentes del Conservacionismo chileno los pueblos indígenas constituyen, ante todo, “razas inferiores”. Por tanto, solo podrían constituir un estorbo en la formación de tales emociones contemplativas como el parque Tantauco.
Como indica René Kuppe, “si seguimos analizando el origen de la idea de parques nacionales vemos cómo ésta va claramente mano a mano con la práctica y la ideología colonialista. La idea de que los milagros de la naturaleza fueron creados para el disfrute espiritual de los invasores tiene [mucha veces] como consecuencia la directa expulsión de los pueblos” (Kuppe, 1999).
De esta forma, se han constituido grandes territorios destinados a la conservación, para protegerlos de la devastación ambiental, el expansivo poblamiento humano, etc. Sin embargo, muchos de estos territorios no son espacios sin habitantes: sino que, como el ejemplo anterior descrito, amparan a sociedades humanas, las cuales no representaban una amenaza para la estabilidad de los fenómenos naturales. “Fueron más bien las relaciones de estas sociedades humanas con su ambiente las que mantenían particularidades de estos espacios vitales e incluso contribuyeron al desarrollo de las composiciones ecobiológicas allí existentes” (Kuppe, 1999).
Aún más, la supervivencia y estabilidad de estas sociedades –en su gran mayoría pueblos indígenas- se basa justamente en una economía que estimula una permanente renovación de los bienes comunes de la naturaleza presentes en sus territorios. La protección de estos bienes y de la biodiversidad que representan ha constituido precisamente el núcleo de sus cosmovisiones y sentidos. La estructura político-social de la mayoría de los pueblos indígenas, sus conocimientos y prácticas, así como sus valores culturales, se han relacionado generalmente con la búsqueda de un delicado equilibrio y trato respetuoso con la naturaleza.
En lo que respecta al pueblo Williche de Chiloé, su organización social es comunitaria, su economía se basa en la recolección, actividades forestales armónicas con la naturaleza, y una sofisticada agricultura.
Es admirable la variedad de cultivos que son capaces de producir, entre ellos el maíz y la papa, cuya subespecie del sur de Chile fue cultivada primero por ellos. Hacen uso de un sistema de rotación temporal y local de actividades agrícolas para no sobreexigir el territorio. En definitiva, sus estructuras político-sociales, así como sus patrones de subsistencia están impregnados por su relación equilibrada con los bienes comunes de la naturaleza.
Lo paradójico es que exactamente por esta relación equilibrada es que el “conservacionismo” clasifica a estos territorios como “vírgenes” o “tierras baldías”; lo que ha permitido hasta la actualidad el justificar el despojo de territorios de pueblos indígenas, lo cual, bajo el patrón colonial de poder vigente, ni siquiera es visto como la negación de los derechos de alguien, ya que el mismo “Estado de Derecho” está constituido por un universo de instituciones políticas y administrativas concebidas bajo este mismo patrón de poder .
En efecto, observamos como la concepción colonial de “la naturaleza sin sus habitantes” tiene como resultado la apropiación de ésta y la expulsión de -precisamente- los habitantes. Como ya se ha aclarado, este hecho no solo tiene lugar allí donde los colonizadores o neocolonizadores pretenden explotar los “recursos” de estos territorios, sino también allí donde los mismos pretenden conservar la naturaleza concebida por ellos como “virgen y auténtica”.
En definitiva, podemos señalar que el conservacionismo actúa bajo una lógica guiada por el patrón colonial de poder vigente, donde el trato a los pueblos indígenas no es otro que el trato a “razas inferiores”, por tanto, expulsables y despojables. Esto se puede corroborar empíricamente a través de las prácticas conservacionistas en Chile, constituyéndose la implementación del parque Tantauco como un ejemplo claro de despojo de los territorios ancestrales del pueblo Williche de Chiloé.
En este mismo sentido, se aprecia como la lógica de acumulación por desposesión implícita en el conservacionismo termina por hacerse evidente no solo en la rentabilidad económica de sus emplazamientos, transgrediendo sus “nobles” propósitos, sino además porque –paradójicamente- la gran mayoría de los proyectos conservacionistas subvierten precisamente aquellas relaciones humanas con los bienes comunes de la naturaleza que hasta ahora han sido óptimos en el mantenimiento de éstos. Este hecho es fundamental, ya que sus mecanismos de expropiación y desplazamientos estarían relacionados, no solo, con la violenta separación de pueblos indígenas -como el Williche- de sus medios de subsistencia y de producción, sino también, con su consecuente y obligada conversión en asalariados, lo cual lo pone en sintonía y al servicio de la fase neoliberal de acumulación capitalista. En efecto, sus propósitos de “naturaleza purificada” son, en gran parte, la constitución asegurada de nuevos ejércitos de desempleados.
Referencias
Parque Tantauco. (27 de Junio de 2013). Parque Tantauco. Obtenido de Parque Tantauco: http://www.parquetantauco.cl/nuevo/mapas/mapa_mastil.jpg
Cayuqueo, P. (05 de Marzo de 2013). Chiloé, la isla de los Mapuches del Sur. Azkintuwe, págs. 17-34.
Torrealba, J. (1917). Tierras fiscales e indígenas. Su legislación y jurisprudencia. Santiago: Imprenta Universitaria.
Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato con los pueblos indígenas. (2003). Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato con los Pueblos Indígenas. Santiago: Comisionado Presidencial para Asuntos Indígenas.
Urrutia, f. (1992). La continuidad de la Propiedad raíz en una comunidad huilliche de Chiloé: el fundo coihuin. Santiago: Universidad de Chile.
Seoane, J., & Taddei, E. (2010). Recolonización, bienes comunes de la naturaleza y alternativas desde los pueblos. Río de Janeiro: IBASE.
Muñoz Millalonco, M. (2003). Identidad Williche y no Williche en Chiloé (o Expresiones de la Ideología Williche en Chiloé. Castro: Universidad Arcis Patagonia .
Quijano, A. (2006). El Movimiento indígena y las cuestiones pendientes en América Latina. Argumentos, 19(50), 51-77.
Kuppe, R. (1999). Derechos indígenas y protección del ambiente ¿ dos estrategias en contradicción? Law and Anthropology, 100(10).
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