jeudi 9 janvier 2014

Los dichos de la ministra Pérez: ¿Error de lenguaje o la instalación del negocio de la guerra?

Legitimar la violencia estatal resume el fracaso del gobierno en cuanto a generar el clima de paz por medios pacíficos y democráticos. Es una forma de justificar su inoperancia para construir diálogos con las distintas expresiones mapuche. Es claro que este gobierno y ninguno de los antecesores ha buscado el diálogo…

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Por Sergio Caniuqueo, Fernando Pairicán, Enrique Antileo (miembros de Comunidad de Historia Mapuche) 

Es preocupante, sobre todo en el contexto de la conmemoración del asesinato de Matías Catrileo a manos de agentes del Estado chileno, la instalación en el discurso del gobierno de la idea de una nueva “Pacificación en la Araucanía”. Dicha frase reflota el actuar colonial construido en el transcurso del siglo XIX, de la mano del presidente José Joaquín Pérez en 1862, y sedimentado en el XX, que nos relegó a posiciones de inferioridad bajo las concepciones de indios y bárbaros.

Las palabras de la Ministra Cecilia Pérez –quien representa a un gobierno y una mirada particular de la sociedad- no son un error de lenguaje. Sintetiza el pensamiento y las acciones del gobierno de Sebastián Piñera y de una buena parte de la sociedad chilena. Desde nuestra perspectiva, tratar de acallar las expresiones de descontento por medio de la violencia, creando un clima propicio para legitimar el uso de la fuerza de una manera brutal (como suele ser la tónica en los últimos años), es algo que bajo ningún punto se puede aceptar. Legitimar la violencia estatal resume el fracaso del gobierno en cuanto a generar el clima de paz por medios pacíficos y democráticos. Es una forma de justificar su inoperancia para construir diálogos con las distintas expresiones mapuche. Es claro que este gobierno y ninguno de los antecesores ha buscado el diálogo. Es manifiesto que todos sus esfuerzos tienen el propósito de imponer su visión ideológica, que se resume en la criminalización del movimiento mapuche, acusando a priori la intervención de miembros de nuestro pueblo en una serie de hechos donde no existe certeza de tal participación.

Los supuestos diálogos se han sustentado en manejos mediáticos, se ha apostado por la desinformación, por volcar a la opinión pública en contra del movimiento mapuche y todas sus expresiones políticas. Propiciar una nueva pacificación es la salida fácil cuando no se quieren atender a los argumentos de fondo. Ha sido el propio Estado chileno quien trajo la violencia a estas tierras de la mano de un ejército que asesinó impunemente a mapuche, que más tarde dejó hacer y deshacer a los colonos (chilenos y de otros países), quienes continuaron robando las tierras utilizando los más brutales métodos. Ese mismo Estado jamás tendió una mano al mapuche para su desarrollo, pero sin embargo subsidió a las forestales y a los empresarios agrícolas para que destruyeran ecológicamente las tierras del Wallmapu. Ha sido el propio Estado el que ha ocupado la violencia para reprimir el derecho a la autodeterminación, intentando acallar al movimiento mapuche mediante la coerción desproporcionada de las fuerzas policiales.

Hoy el gobierno busca apresar a todo aquel que se manifiesta contario al régimen colonial de odio y pobreza al que se ha sido relegado nuestro pueblo. El modelo empresarial y de orden tiñe las medidas en materias indígenas. El baleo de niños, el asesinato de activistas, los secuestros y detenciones ilegales, la condena pública y el presidio de dirigentes, el estigma y denigración de un pueblo y el uso de la fuerza como algo necesario, no es otra cosa que los cimientos de una ideología del exterminio, barnizada con lenguajes productivistas donde un individuo mapuche puede alcanzar el “éxito”, el “desarrollo”, mientras el resto de los suyos siguen en las mismas condiciones sociales y económicas racializadas de antaño.

Acá no ha habido un error de lenguaje, la clase político-empresarial es seguro que busca pacificar nuevamente la Araucanía con las acciones viles de siempre. La mentalidad colonizadora sigue vigente en la actualidad y se apoya en el racismo, en la denigración y en la inferiorización; se apoya en amplios sectores de la sociedad y en los medios de comunicación para continuar existiendo y permitiendo la explotación y el sometimiento.

Esta nueva “pacificación” es un negocio para muchos, no sólo para las forestales, que pueden seguir usufructuando de tierras usurpadas pertenecientes a nuestro pueblo; también lo es para el empresariado de la región, habituado a los subsidios y facilidades económicas que les brinda el Estado. El negocio engrosa las filas de la burocracia con operadores y mercenarios políticos. Para académicos, universidades, centros de estudios, institutos de investigación y ONGs volvemos a ser objetos de estudios o elementos narrativos para sus discursos de democracia y desarrollo. Es mayor la inversión para las policías en infraestructura y dotación, incluso sueldos. Los medios de comunicación lucran a partir de las noticias del conflicto, cualquier advenedizo tiene la posibilidad de hablar del conflicto y capitalizar seguidores, espacios de opinión: son los profetas del conflicto en el negocio de la guerra, consumando el odio hacia un pueblo distinto.

A los mapuche se les ofrece un espejismo, para no ver en la totalidad el horror de esta nueva guerra de “pacificación”. El llamado “conflicto” ha servido para dinamizar una economía perdedora y neoloberalizar la región. En el corto plazo, además, estas políticas de “discriminación positiva” se han vuelto también un insumo para el odio racial del chileno pobre para con el mapuche, quien siente un desplazamiento en términos de su situación social, eso sumado a la imagen distorsionada que entrega el Estado y los medios de comunicación.

No podemos dejar de denunciar las prácticas cotidianas de violencia hacia quienes han hecho frente a la situación colonial en que vivimos. Comunidades que por el sólo hecho de pedir justicia y reparación, por atreverse a ejercer sus derechos, son castigados con el estigma y la criminalización. La pacificación no solo terminará afectado a las comunidades rurales, se extenderá a las ciudades, se generalizará hacia el Pueblo Mapuche. Los vientos de odio nos golpearán a todos, de uno u otro modo, todos seremos perseguidos. En cada uno se verá el embrión de la rebelión frente a un sistema injusto, pues somos el espejo de la infamia que sufrimos como pueblo, en cada uno se verá la posibilidad de la desobediencia al sistema colonial, ya que somos el testimonio de la persecución y el reflejo de la condena centenaria que arrastramos, en cada mapuche se verá la aspiración de romper con estas cadenas de opresión.

http://mapuexpress.org

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